No hay nada más frustrante que ver una serie de televisión que se sabe que acabará mal y esperar que su protagonista sea más feliz que una perdiz. Porque, quien viera Psicosis (y aquellos que no también), sabemos que Norman es esquizofrénico y disfrutará asesinando a chicas jóvenes. Pero en Bates Motel se le ve inocente y turbio, dulce y peligroso, y es difícil no animarle a ir por el buen camino. Un camino que no cogerá, por cierto. Él preferirá la sangre y las pelucas.
El piloto de Bates Motel, ya lo sabéis, me causó una buena impresión. Asentaba firmemente la relación entre el chico y su madre, no necesariamente la instigadora de su futuro pero sí la mujer que no contribuyó a mantener su cordura. Vera Farmiga, sí, esa actriz que en cuatro episodios ha creado una madre para los anales de la TV, por más que su vehículo no acabe allí. Y Norman y Norma, de una forma un tanto curiosa, viven en su propio mundo. Cuando ellos dos están dentro de plano, Bates Motel es una cosa. Cuando van por separado (o se centran en un secundario), es otra.
Ya en la presentación se insinuaba que White Pine Bay no sería lo que parecía. El propio ayudante del sherif reconocía que no encajaban los sueldos de sus residentes con su modelo de vida y que allí había gato encerrado. O, mejor dicho, china encerrada. Y este Twin Peaks encubierto (porque todo pueblo que esconde secretos es la serie de David Lynch a efectos prácticos para el analista) puede que no esté a la altura de la relación materno-filial.
Por un lado, las interacciones personales de Norman con el resto de habitantes tiene una dirección incierta. Tienen casi tratamiento de culebrón adolescente estándar y, sin embargo, no puede seguir así por mucho tiempo. Algo apretará el gatillo en el cerebro de Norman pero, al igual que los arcos paralelos (el ayudante del sherif, la investigación policial, el campo de marihuana), no hay una atmósfera especialmente enfermiza ni elaborada. Como si toda la psicosis estuviera encerrada en el hogar de los Bates en lugar de impregnar todos los planos de la ficción, lo cual posiblemente la haría más interesante. Que fuera una serie podrida por dentro y por fuera.
Que Norman es un psicópata ya lo sabemos. Y que no lo es adrede también. Por esto sería interesante explorar de forma más inmersiva la decadencia moral de los de su alrededor, lo que se está haciendo a medias. Sea como sea, de momento me la quedo. Siguen pensándome más sus aciertos y, en el fondo, quiero que Norman tenga una adolescencia normal. Pobre de él y pobre de mí.
P.D.Podcast: Hay semanas de las que estoy más orgulloso de mi podcast y, si soy sincero, este último Yo Disparé a J.R. está especialmente bien. La conversación fluye y aquí tenéis los temas:
- 0’: Presentación del programa.
- 3’: ¿Es ‘How to live with the rest of your life’ la nueva ‘Arrested Development’?
- 16’: Broadchurch, el último cadáver que obsesiona a los británicos.
- 32’: El regreso de ‘Mad Men’.
- 53’: Balance de temporada de ‘Cougar Town’.
- 65’: Recordando ‘O.C.’, el último gran culebrón adolescente.
- 85’: ‘Life is a Song’ de Patrick Park.
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