La misma serie, otra óptica, distintos resultados. ‘Glee’ no iba a cambiar su forma de ser en su cuarto año, sobre todo cuando Ryan Murphy anunció que intentaría mantener los personajes principales a pesar de dejar el instituto McKinley. Pero sí he tenido la impresión que la serie ha adoptado otro tono. Uno más desenfadado, menos intenso. Y así, aunque igualmente me pasara por el forro según qué números musicales, he disfrutado algo más de la serie.
Siempre me puso de los nervios que en esa sala de guionistas se empeñaran en hacernos invertir en tramas que luego no iban a ninguna parte. Y no sólo me refiero a los encuentros y desencuentros de Finn y Rachel. También a cualquier trama que se sacaban de la manga, duraba treinta minutos y se suponía que dejaba huella en los personajes. Algo que criticaron algunos críticos yanquis con el polémico episodio del disparo de esta temporada y que bien lo ejemplifica: utilizan ese recurso para poner las emociones a flor de piel y a los cinco minutos del siguiente episodio el personaje interpretado por Nene Leakes ya está riéndose.
Esta ciclotimia, presente desde el piloto, obviamente no ha desaparecido pero sí se ha reducido. Como si por fin ‘Glee’ se hubiese dado cuenta que ya no le colaba a nadie el dramatismo y los giros de guión y los hubiese reducido a su mínima expresión. Ha habido estupideces extremas, como el imposible enamoramiento de Tina (que la echen de la serie, si no saben qué hacer con ella), la forzada trama de Will Schuester y Blaine ha estado más perdido que una gallina descabezada.
Ha optado, en realidad, por algo parecido a la filosofía del happy place. Con la nueva generación sí han transmitido desde un principio que era un lugar seguro para todos ellos (porque Rachel, Kurt y los demás eran mucho de “hoy nos queremos y al día siguiente nos apuñalamos por la espalda”) y fue refrescante ver como los personajes-tópicos de siempre iban por caminos distintos a los de sus predecesores. Los finales de episodio, al fin y al cabo, eran una declaración de intenciones que siempre daban a entender que daba igual lo que sucediera: estaban unidos y al acabar el día podían cantar y liberarse de sus problemas durante un rato.
Y, contra pronóstico, el spin-off encubierto protagonizado por Rachel y Kurt estuvo bien contado. Tenía una finalidad y la serie ha ido en esa dirección, tocaba ver a la señorita Berry cumpliendo sus sueños. No hay nada más raruno y divertido que ese ‘Let’s have a kiki’ y Lea Michelle estuvo radiante en prácticamente todas sus actuaciones. Quizá fue un error para la actriz no dejar la serie mientras todavía era relevante, pero le han dado unos guiones aceptables.
Esto no quita que ‘Glee’ siga siendo lo que es. Hay tramas olvidadas (como la que me han recordado en ¡Vaya Tele!, la del nuevo pretendiente de Kurt de quien no se supo nada más), tramas aborrecibles y excesos que no llevaron a ninguna parte (todo lo que tuviera que ver con la boda, fue innecesario). Pero que no fueran de intensos permitió que viera la temporada entera, algo que no logré hacer con las dos anteriores.
P.D.Podcast: De ‘Glee’ también hablo en un programa de ‘Yo Disparé a J.R.’ más inusual que de costumbre. La actualidad se hace con la mitad del podcast, ya que toca hablar de las renovaciones, cancelaciones y qué proyectos nos pican la curiosidad de cara a la próxima temporada. Pero también hay más temas. Aquí la guía:
- 0’: Introducción, renovaciones, cancelaciones y análisis cadena a cadena.
- 50’: El final de temporada de ‘Glee’ y balance.
- 67’: ‘The Carrie Diaries’, su renovación sorpresa y balance de la primera temporada.
- 80’: ‘Mad Men’ y el backlash a Don Draper. ¿El público le ha cogido manía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario