En Estados Unidos hay tantos canales que es importante tener una imagen de canal. Como he leído más de una vez decir a los directivos, los programas de telerrealidad son baratos y atraen al público, pero las ficciones propias ayudan a consolidar la marca del canal. De aquí que History, pudiéndoselo permitir, se embarcara a producir Vikings.
Durante mucho tiempo fue conocido como el canal que emitía en bucle documentales de la Segunda Guerra Mundial hasta que un buen día empezó a amasar un éxito tras otro en el terreno de la telerrealidad (el día a día en una tiendo de empeños en Pawn Stars, los cazadores de cocodrilos en Swamp People). En mayo hicieron su primera toma de contacto con la ficción con la miniserie Hatfields and McCoys con Kevin Costner, que contaba el histórico enfrentamiento entre dos familias en el siglo XIX, y por fin se decidieron con su primera serie.
Los vikingos fueron una elección sorprendente y por ello también acertada. Esta cultura nórdica, si bien ha brindado temibles villanos en los relatos y cuentos europeos, a la vez son unos semi-desconocidos. Su halo legendario permite que haya libertad a la hora de adaptarlos a la pequeña pantalla y permiten que History cumpla con su objetivo, aportar algunos conocimientos al espectador. Y, como encima narran los saqueos de Ragnar Lodbrok, un verdadero guerrero cuya biografía y aventuras no están del todo claras, hay todavía más margen de maniobra. Se aprende su fe, su sentido del honor y sus jerarquías mientras entretienen con un biopic ficcionado.
De momento está siendo muy interesante. Descubrir qué es el Vallhalla y entender su modo de vida es muy curioso, sobre todo cuando llevan tantos siglos siendo el temible enemigo. Como dijo Michael Hirst, su creador y responsable de otro drama histórico, Los Tudors, lo importante no es tener héroes en pantalla, sino personajes que atrapen, aunque sean malos. Y Vikings juega con las dos esferas de Ragnar. Por un lado es un héroe entre los suyos, un buen patriarca en casa y es un tipo mucho más decente en comparación con su rival y jefe local, Earl Haralson (Gabriel Byrne), y a la vez es un bárbaro cuando saquea y asesina a los monjes de un monasterio en el segundo episodio. Tiene matices ni que sea por defecto y Travis Fimmel cumple perfectamente. No pensaba que el modelo diera la talla, la verdad.
Ahora la cuestión será ver hacia donde va. Si prefiere ser un relato más o menos histórico (más por las costumbres que por el rigor de los hechos), más o menos documental, u opta por algo más épico. Si será, vaya, un Juego de Tronos anclado en la historia escandinava. Pero me tienen bastante convencido y, si alguien tiene dudas, que eche un vistazo a la primera escena. Brutal (y más cara que lo que vendrá a continuación, que conste).
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