viernes, 2 de enero de 2009

En la Casa Blanca falta mala leche (Crítica de la 1ª temporada de El ala oeste)

Los clásicos son, por su condición, intocables. Uno puede pensar que El acorazado Potemkin es un coñazo de película, que Madame Bovary era una zorra sin interés o que Jakob Dylan es mejor músico que el impresentable de su padre. Pero, ¿quién se atreverá a decirlo ante una audiencia (pseudo)intelectual o dejará que tales palabras queden registradas en alguna parte? Por esta razón cuesta enfrentarse a series como The Wire o El ala oeste. Uno lee que son las mejores que se han realizado en la historia de la televisión, y casi le da miedo coger el mando a distancia para no descubrir que su gusto quizá no es lo suficientemente refinado para enfrentarse a tales grandezas. Y más cuando el gusto, más que admirar las buenas formas, adora pasar un buen rato y ansiar cada capítulo como a un chute de droga. Por esto, ante la bandera estadounidense hondeando y la grandilocuente (y genial) banda sonora de El ala oeste de la Casa Blanca, con precaución pulsé el botón de play del reproductor de DVD. Lo que luego vi fue de lo más inesperado. Y grato.

En unos tiempos en el que el nova más es la pausada y muy apreciable Mad Men, después de haber pasado por la también (pero menos) pausada Los Soprano, uno podría pensar que todo aquello laureado debe renunciar a ser trepidante. Si a esto se le suma un argumento sumergido en el mundo de la política, el resultado podía ser difícil de digerir (por más que puedan seducir sus altas esferas). Y al contrario. Pocas veces se ha visto un ritmo más ágil y acelerado que el de El ala oeste. Hay artificiosos monólogos, algún intenso cara a cara, pero básicamente hay conversaciones andantes en el pasillo, miles de reuniones corales por episodio e intrusiones en cada segundo. Como realmente debe funcionar el despacho oval: sin descanso para ellos y mucho menos para nosotros.

Lo predecible, en cambio, era comprobar que el elenco cumplía (sobretodo Bradley Whitford, que roba la función con el cautivador Josh Lyman), que los guiones trascenderían de los monosílabos y que la calidad estaría. La cuestión, sin embargo, es que el total complace de todas las formas, puesto que no renuncia a la calidad y, por espesos que sean los temas argüidos, uno se los traga con mucho gusto. Los mecanismos acerca de las nominaciones del Tribunal Supremo son, para Aaron Sorkin, de fácil comunicación. Da la impresión de que el creador de esta serie podría explicar la actual y desconcertante coyuntura económica en un desayuno de media hora a las siete de la mañana.

El gabinete del presidente Bartlet, no obstante, también tiene fisuras. En su momento ya quedé advertido: es extraordinariamente idealista. Demasiado. La voluntad de todos ellos de hacer el bien (aunque no siempre lo consigan) a veces es admirable y a veces increíble, e importa al conjunto un acento liviano que lo desmerece: en esta primera temporada bien le hubiera sentado tener un repartidor de mala leche entre sus filas. Martin Sheen, además, configura a un presidente completamente improbable: es un poco el bonachón al que dan ganas de darle caña. Claro que, de haberlo dotado de más personalidad, ¿no hubiera podido ofuscar a un equipo presidencial que consigue despertar todo el interés que no suscita el presidente Bartlet? Incluso la esposa, Stockard Channing, le roba los planos en lo que parece una pequeña representación del carácter que debía tener Hillary Clinton.

Estos pequeños inconvenientes, a los que cabe añadir la insoportable presencia de Rob Lowe y la prescindible inclusión de Moira Kelly como relaciones públicas, ayudan a bajar del olimpo a una magnífica serie (y mejor escrita) que, de no haberla visto y por culpa del hype, podría ahuyentar a más de uno. Y, en lugar de enfocar el visionado como “algo que debe hacerse” (de la misma manera que muchos miran Ciudadano Kane, leen a Balzac o se bajan Pink Floyd), se debe entender como un pasatiempo más, de la misma forma que se ve Anatomía de Grey. Y es que, independientemente de donde quede el listón de cada producto, tienen bastantes similitudes en lo que a ritmo y pasillos se refiere.

TU CARA ME SUENA
Como sucede con cualquier serie de hace unos años, siempre es divertido encontrarse con caras conocidas antes de despegar. Así, uno puede encontrarse al comandante Adama de Battlestar Galactica (Edward James Olmos) como candidato al Tribunal Supremo, a Sara de CSI (Jorja Fox) ejerciendo de guardaespaldas de la hija del presidente (Elisabeth Moss), que a su vez es la secretaria de Don Draper en Mad Men. Pero de estas apariciones, más que estelares, caseras, resalta la de Lisa Edelstein: de prostituta de lujo a jefa de House. ¿Cómo es que se llenan tantas líneas hablando del atractivo de esta mujer? Ni es atractiva ahora, ni lo era antes cuando pagaban cantidades exorbitantes de dinero por sus servicios.

13 comentarios:

Vanessa dijo...

Yo no pude con The Wire, así que no debo de ser nada intelectual ni cool. Y eso que le di tres oportunidades.

En cambio, El Ala Oeste, me ha atrapado. Estoy a punto de acabar la 2a temporada y me estoy ventilando los episodios en tiempo récord.

Adoro a Josh Lyman. Y a CJ, pese a que la califiques de prescindible, a mi me parece un personaje magnífico. Y es muy cierto que el papel del Presidente es el menos creíble, o al menos así me lo parece a mí. Y como comentario referente a su esposa, diré que para mí fue una muy grata sorpresa encontrar a 'Rizzo' de Grease como Primera Dama.

AG dijo...

Yo acabo de verme dos temporadas de la serie y mi opinión es calcada a la tuya. Sorkin me parece un enorme comunicador y lo único que le pierde a la serie por momentos es lo idílico de los personajes. Por lo demás, genial.

OsKar108 dijo...

Que ganas tengo de ponerme, cuando pueda, con esta serie.

Sunne dijo...

no paro de escuchar cosas de esta serie.aish... si tendré q verla y todo.

Crítico en Serie dijo...

Van Hessa, la relaciones públicas Moira Kelly es Mandy, la ex de Lyman. CJ, al contrario, es completamente necesaria (y diría que su cargo es más bien el de "jefa de prensa" del gabinete).

Anónimo dijo...

Bastante de acuerdo con el tono general del post, pero comparar El Ala Oeste con Anatomia de Grey es un sacrilegio.

En cuanto a otras dos series que mencionas:
The Wire: lo mejor que puedo decir de ellas es que "me gusta, pero me cuesta". Por momentos se me hace cansina.
Mad Men: no logré pasar del segundo capitulo del sopor que me entraba viendola y la verdad es que no entiendo a que viene tanto bombo.

Crítico en Serie dijo...

Rubenaku, la comparación entre AdG y El ala oeste también es para provocar un poquito. Y, por más que haya visto diálogos meticulosamente trabajados en El ala oeste, debo reconocer que con AdG me lo puedo llegar a pasar mejor (también depende de su temporada, claro).

Y con respecto a "las" series, The Wire de mientras me resulta un poco repetitiva y como bien indicas "cuesta". Mad Men, mientras que en el primer episodio pensé "menudo bodrio", reconozco que quedé enganchado a ese mundo. Supongo que es cuestión de congeniar con la mentalidad de algún personaje. Yo personalmente creo que hay demasiado bombo con Don Draper. Las mejores, de largo, son su mujer Betty y la secretaria Peggy.

Anónimo dijo...

Quien diga que The Wire es cansina... lo siento por él, no sabe lo que se pierde. Da igual el ritmo, puede ser una obra maestra siendo una serie lenta que una serie endemoniadamente rápida. Cada historia tiene su tempo, su maduración, su desarrollo.

De todas formas, por bueno buena que sea The Wire, The West Wing, incluso alguna temporada en manos de John Wells (la séptima es magnífica), jugaba en una liga a parte reservada a pocas series más (Carnivale, ER, Babylon 5 y Firefly).

Saludetes.

El Devorador dijo...

Yo estoy a punto de acabar la 7ª temporada del Ala Oeste y a mi me enganchó por la tele y después me pasé directamente al DVD. Y aunque coincido con el artículo de Crítico, tengo que decir que el título no es adecuado del todo. ¿Acaso no recordaís lo que sucede con los fundamentalistas religiosos del primer capítulo? Hay mala leche de sobra, pero hay que saber cuando sacarla y lo comprobaréis al final de la 2ª temporada (por ejemplo). El que quiera saber más que se vea la serie.

Crítico en Serie dijo...

El Devorador, falta mala leche en el sentido que todo es demasiado idílico. Luchan mucho por todo lo que es correcto y, cuando no pueden hacerlo, los excusan de mil maneras (como con la no defensa de los derechos de los homosexuales, que casi te da lástima por CJ). Pero bueno, estoy abierto a que esto cambíe. Al fin y al cabo, esto es una crítica de la primera temporada y quedan muchas por ver. Esta semana empezaré la segunda.

Álex dijo...

Juas, me parto contigo, poniendo en la misma línea a AdeG con el Ala Oeste.

Lo mejor de esta serie es que te puedes esperar un programa muy aburrido y te sorprende por la velocidad, agilidad y claridad de sus tramas.

Y respecto a los clásicos, tienes razón, uno los empieza con miedo de que no te vayan a gustar. Es lo que me sucedió con Los Soprano, que no me convencieron.

Nahum dijo...

El idealismo de "The West Wing" va teniendo su reverso conforme avanza la serie.

Y creo que es mucho más rápida que "The Wire", otra serie magnífica, imprescindible. Los diálogos son rápidos y la cámara está moviéndose constantemente, tanto que hasta parece que los pasillos son el verdadero lugar de reuniones, con esos travellings tan, tan largos.

Como decís, yo creo que la clave de Sorkin es lo excelente dialoguista que es. En "Studio 60" lo vuelve a demostrar, desde una visión más amarga esta vez.

Ah, de la primera temporada de "El ala oeste" no dejaré nunca de emocionarme con dos capítulos: el de la pena de muerte con las hamletianas dudas del presidente Bartlett (creo que es el 11 ó 12); y otro en el que el presidente deja una cena de gala para escuchar por radiofrecuencia al cabo de un buque a la deriva: "Ey, chico, tranquilo, estaré aquí escuchándote todo el tiempo". Sublime.

Crítico en Serie dijo...

Nahum, curiosamente quizá el de las dudas hamletianas es uno de los episodios que menos me gustó. Por más que sea realista, ver cómo la religión empaña tanto al presidente y su alrededor, es algo que me aterra. Siempre suelo preferir los momentos en los que no sale el presidente. Cualquier arrebato de Lyman sirve.