miércoles, 29 de junio de 2011

El bañador del emperador

El canal de cable TNT es de esos que no sabes nunca por dónde te pueden salir. Su filosofía desde principios de la década pasada es ‘We know drama’ y lo que en principio se refería a las repeticiones de las series de casos que habían adquirido (Ley y Orden, Bones, Supernatural, Angel) acabó refiriéndose también a las suyas de cosecha propia. Pero a diferencia de otras cadenas, la etiqueta de TNT es un tanto borrosa y el público pocas veces ha sabido qué podía esperar de sus ficciones. Bueno, saben que se encontrarán con algo más o menos autoconclusivo con un factor humano muy evidente. La cuestión es si se tratará de algo a la altura de The Closer y Southland o perteneciente a la categoría de las series olvidables. Y Franklin & Bash vendría a ser al género legal lo mismo que Hawthorne al médico y Memphis Beat al policial: un cero a la izquierda.


Franklin y Bash son dos tipos que, si me hubiera fumado un porro, quizá me parecerían despreocupados y simpáticos. Ellos echan mano de recursos muy poco ortodoxos para ganar los casos en los que trabajan y así hacen a su manera el bien. Pero la única droga que corre por mi cuerpo es la cafeína y, así sereno y con una visión menos relativista de la realidad, estos dos abogados me parecen unos capullos consentidos que aún no han superado sus borracheras universitarias.


De acuerdo, está claro que son dos personajes definidos, pero dejarlos en dos seres infantiles y repelentes, que creen que pueden tomar el sol en bañador en el trabajo, es un poco demasiado para mí. Si no puedo encontrar una brecha en esa coraza de imbecilidad, difícilmente podré apreciarlos, y pocas veces me puedo sobreponer a personajes que me resultan antipáticos. No ayuda que los casos no susciten el más mínimo interés y que no intenten dar esa capa más de contenido, como sí hacía Ally McBeal. Quizá en la serie de David E. Kelley (de la que bebe bastante F&B) se pasaban con las reflexiones que motivaban los excéntricos casos, pero por lo menos intentaban dotar al relato de algo más, algo que fuera más allá de lo guays que eran los protagonistas.


Todo esto es, por supuesto (y como siempre que escribo en este blog), una opinión personal. Si nos pusiéramos a analizar el producto en sí, hasta podríamos encontrarle ventajas. Franklin & Bash quiere ofrecer dos personajes caraduras que resuelvan un caso en los juzgados cada semana. Y lo ofrece, sí. Pero todos sabemos que la televisión, hasta cuando decide ser únicamente entretenimiento y pasar de ser arte, puede ser algo más que un par de cazurros diciendo ‘señoría’ y ‘protesto’. Haciendo mías unas palabras que he leído en USA Today, me pregunto cuando pasó a confundirse la esencia veraniega de las series (frescura, ligereza) por estupidez.


Pero si alguien aún se plantea si ver esta serie, que calibre antes cuánta importancia le otorga a la anatomía de Mark-Paul Gosselaar y, si tiene cierto interés, que vea el primer episodio y espere a verle salir del jacuzzi con el bañador del emperador. Si entonces la serie aún no ha picado su curiosidad (más allá de las vistas) que se plantee que no merece la pena. En el segundo episodio el hombre empieza sin camiseta y tomando el sol, pero no es lo mismo y yo hasta nuevo aviso de buenas vistas no decidiré pasar por tan odioso bufete de abogados.

2 comentarios:

Fon dijo...

Pues a mí, para ser una serie de la que no esperaba absolutamente nada, me está gustando. Vale que tienes completamente la razón al decir que son 2 capullos que no han superado las borracheras universitarias, pero precisamente por eso me caen simpáticos. Los casos se dejan ver con facilidad, y la serie me parece entretenida. Y que Natalie Zea se haya pasado por la función le da un plus.

Crítico en Serie dijo...

Zea siempre es un puntazo. Me encanta su faceta de chica caprichosa pero humana, tanto en Sexy Money como en Justified (y hasta en Hung, aunque la seguí poco). Pero un episodio... no es suficiente ;)