Cromas y limitaciones

Sarah Michelle Gellar crea una expectación desmesurada. Cada vez que abre la boca y algún periodista le obliga a decir la palabra “Buffy”, corren ríos de tinta sobre la nueva, última y definitiva valoración sobre la serie que la convirtió en icono televisivo. Pero que la gente se relaje (y todos los whedonistas americanos que ahora trabajan en revistas especializadas). Hasta que no se confirme una película, SMG es SMG y no La Cazavampiros porque una cosa es que alguien esté interesado en ver sus nuevos proyectos y la otra es que justifiquen bodrios como Ringer.

Recuerdo, por ejemplo, cuando hace un par de años apareció la nueva V (sí, parece que no tenga nada que ver pero sí lo tiene). Los detractores se metieron con el aspecto de los efectos especiales y sobre todo de los cutre-cromas del interior de la nave espacial de los invasores. En ese momento yo los defendí porque creí que se trataba de una elección que quería abaratar costes y darle un look retro. Podía tener alguna finalidad, aunque fuera fallida. Pero que alguien me explique cómo se puede excusar a Ringer por tener los cromas más patéticos de la televisión estadounidense. ¡Que alguien me lo explique!

La serie, para los que no lo sepan, sigue a Bridget, una ex stripper que suplanta la identidad de su forrada hermana Siobhan cuando esta desaparece (entre cromas) en una escapada marítima (donde la robaescenas es la lancha que bota y bota en el plató mientras los ventiladores marchan a todo trapo). A Bridget le conviene porque nadie sabe de su existencia y encima un macarra la quiere pelar. Pero lo que ella no sabe es que alguien también quiere liquidar a su gemela y que su vida correrá el mismo peligro en esa preciosa casa (con cromas en lugar de ventanas).

Hacerse pasar por Siobhan, no obstante, no es tan fácil: Sarah Michelle Gellar lo demuestra cuando intenta que la creamos como la ricachona Siobhan en sus incómodos diálogos con ese maromo de peluca mal puesta que debía correr por el plató haciendo de Bridget (y a la inversa). Pobre del que diga que SMG hace un espléndido trabajo como Bridget haciendo de Siobhan. A esto se le llama no saber hacer de pija estirada (y poco más). En comparación, podría decirse que las conversaciones entre Elena y Katherine en The Vampire Diaries son un recital técnico e interpretativo (Nina Dobrev es Meryl Streep al lado de Gellar).

Quien quiera colarnos que este subproducto trash fue rodado para la CBS, miente como un bellaco. La CBS nunca hubiera producido un piloto para su primetime con cuatro perras, a menos que quisiera mandarlo directamente a The CW y necesitara del engaño para que Sarah Michelle Gellar aceptara el trabajo. Tampoco hubiera encargado una serie tan poco acorde con la filosofía del canal, con un grado tan alto de serialización y ese toque de culebrón de segunda. Me gustaría haber visto la cara de la actriz cuando se enteró de su destino tan involutivo.

Pero suerte tiene de que sus acérrimos fans son capaces de dar la vuelta a cualquier situación. Ahora, después de haber visto lo malo que era el piloto, ya argumentan que será un gran placer culpable. Y tienen razón, aunque no estoy totalmente de acuerdo con ellos. Ringer nunca será “tan mala que es buena”, como avanzan. Para que esto ocurra debería haber una conjunción en armonía de todos sus defectos. De momento no la hay. Hay tanto plano casposo, tanto pseudolujo y SMG es tan limitada, que como máximo Ringer servirá para reírnos de ella. Si SMG no fuera la protagonista, estoy seguro que sería la broma de toda la blogosfera, los medios de comunicación y la industria de Hollywood. Pero, aunque a día de hoy aún no lo entienda, a la Gellar no se la toca.