viernes, 18 de mayo de 2012

El final del cuento

La trayectoria de los creadores de Once Upon a Time, Edward Kitsis y Adam Horowitz, permitió que abarcara probablemente un público más amplio del que a primeras podría haber estado interesado, ni que fuera por ese pequeño nicho obsesionado con las series, que tuvo su romance con Perdidos (y que acabaron desengañados o no) y que está muy presente en las redes sociales. Sea como sea, se esperó bastante de la primera temporada por los parecidos formales con el drama de J.J. Abrams y porque había una misión de fondo de la que se pedían respuestas. Por eso era normal que hubiera expectativas con respecto al final de temporada. Tocaba ver si se habían desvelado dichas respuestas o no. O, más que respuestas, si habían avanzado lo suficiente en la trama.
Primero quiero aclarar que, desde mi punto de vista, Once no dependía tanto de la quema de trama como de hacernos disfrutar por el camino. Había que entender que nos exponían un mundo lleno de cromas (defendibles, por cierto), con un niño como secundario (y de vital importancia) y que el tono era bastante infantil, y creo que su mayor reto era hacernos disfrutar con las historias de toda la vida. Sólo hace falta ver cómo los mejores episodios son aquellos que nos han contado tergiversaciones de los cuentos, aunque aparentemente no aportaran tanto a la trama horizontal. La vuelta de tuerca a la Bella y la Bestia o la historia de Caperucita, que pide a gritos más presencia en el segundo año, son los ejemplos más obvios. En este aspecto, Kitsis y Horowitz han cumplido.
Esto no significa, sin embargo, que la continuidad no tenga importancia en una serie de estas características. Si estas historias han funcionado también es porque nos desvelaban aspectos interesantes de algunos personajes y, definiéndoles, también ayudaban a que la historia avanzara, ni que fuera lentamente. De hecho, alguno de los giros más importantes de la temporada fue también uno de sus puntos más débiles, ni que fuera porque cierto encarcelamiento costaba mucho que se tomara en serio, por su barata producción y debilidad narrativa. Era el problema de intentar tener un equilibrio entre lo infantil y lo adulto, el aroma a algodón de azúcar y el sadismo implícito en los cuentos. Y otras veces, en cambio, les salió a la perfección, como cuando presentaron de forma engañosa al Sombrerero Loco como a un psicópata (el momento más inquietante con diferencia).
Pero, si en algo han demostrado algo de experiencia los responsables, ha sido también en su final. Sí, puede que el conflicto de Emma Swan se resolviera de forma bastante precipitada, pues ese arco podría haber durado tres capítulos perfectamente, pero también es lógico. Once, como he dicho, tiene más que ver con el camino que con los golpes de efecto y, por lo tanto, un final lleno de contenido relevante también es coherente, ni que sea para impedir que la serie sea demasiado serializada y los espectadores se puedan perder (el público actual de las networks no es tan fiel y constante como el de 2004). Y fue grandilocuente, de cuento, emotivo, clásico y original, resolutivo y también enigmático, y por esta razón ha conseguido ser una obra muy apreciable cuando pocos confiaban en ella antes de estrenarse. Eso sí, hay que entender su naturaleza.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Me sorprende mucho que haya quien no viera venir lo del beso de Emma. yo pensaba que todos nos sabíamos el cuento de Blancanieves :)

Anónimo dijo...

Para mí uno de los problemas de la serie es que no desarrollan bien los personajes en el mundo real, con contadas excepciones como Mr. Gold, el Sombrerero Loco (de lejos, mi capítulo preferido es el protagonizado por él).

Crítico en Serie dijo...

MacGuffin, era OBVIO. Algún otro superpoder debía tener aparte de descifrar la verdad. Por cierto, que últimamente le cuesta ver quién le miente y quién no.

Asminhasleis, el más claro ejemplo es Caperucita Roja y su abuela. En los flashes molan y en el mundo real son simples extras de un pueblo deprimido.

herb_b dijo...

A mi ese capitulo final, me parecio bastante torpe, en parte por precipitado, en parte por que se les fue el tono totalmente, costaba creerse que ese dragon estuviera bajo la ciudad, y no en uno de las partes de la historia que suceden en los cuentos, es demasiado para introducirlo asi, de repente, y los cromas y que Emma de por si no quede muy creible con una espada en la mano (aunque si mas que Snow) pues no ayudan...

Dicho esto, aclarar que es algo que se lo puedo perdonar perfectamente: es una serie de la que no esperaba nada, y de hecho si no fuera por los buenos comentarios no la hubiera seguido mas halla de unos pocos episodios... y la verdad es que ha resultado un entretenimiento mas que digno, que veia con creciente gusto segun avanzaba semana tras semana, mientras otras muchas supuestamente mas serias y ambiciosas, acumulaban episodios no vistos en mi disco duro.

A mi me vale, aunque luego los episodios de final de temporada resulten no ser de los mejores.

Miguel Ángel dijo...

Debo de haber entendido "la naturaleza" de esta serie, como dices, porque yo me lo he pasado pipa, independientemente de que tenga sus puntos flacos evidentes (¿cuál no los tiene? ¿no los tuvo Lost? ¿no los tiene ahora Juego de Tronos?), he ido viéndola como un niño pequeño se traga los cuentos de hadas queriendo más. Almibarada y poco adulta, pero cómo me ha gustado esta serie...