Las comedias pueden llegar a ganarse fama de cansinas sobre todo porque la mayoría de las veces se niegan a evolucionar durante largos intervalos de tiempo. Viven en un esquema bastante cerrado donde cada personaje tiene un papel muy definido dentro de ella y siempre cabe la posibilidad de que parte del público sienta que se ha agotado. Difícilmente se consiguen anécdotas infinitas cuando el universo está tan limitado y, por ejemplo, dejé 30 Rock porque me parecía una repetición en bucle de chistes pasados (y mejores). En cambio, también las hay que poquito a poquito van adaptando sus personajes a las circunstancias y, aún siguiendo el esquema de siempre y con los mismos caracteres, van explorando nuevos terrenos como ha demostrado Modern Family.
La comedia de Steve Levitan y Christopher Lloyd, que actualmente parece no tener rival de cara a los premios, ha concluido la tercera temporada con la misma creatividad que el primer día. Nunca ha querido ser transgresora y siempre ha sabido que debía divertir con unos personajes que, mientras están muy definidos, tienen margen para encariñar y hasta emocionar. No juega a tener estereotipos y buscar las carcajadas. Su dimensión familiar y algo moralista permite que les conozcamos algunos matices y que, poco a poco, también nos vayan sorprendiendo.
En este último año esto se ha notado, sobre todo, en el tratamiento de algunos personajes y esto queda en evidencia cuando pensamos en quienes han robado más escenas. Ha sido interesante como, gracias a la solidez de los Dunphy como familia, los responsables han decidido explotar a todos los hijos de Phil y Claire. Vieron que Nolan Gould podía aguantar más peso y aprovecharon que Luke había crecido para escribirle más escenas (nadie puede ser más tonto que él para algunas cosas, ni más listo a la hora de ser travieso) y comprobaron que Haylie funcionaba tan bien en tándem con Alex como aguantando gags ella sola. Sarah Hyland, como hemos comentado alguna vez en el podcast de Yo Disparé a J.R., podría salir muy beneficiada del salto de categoría de Julie Bowen en los Emmys.
Mientras que su esquema es muy tradicional (Modern Family hasta podría funcionar como sitcom con público en directo), las reflexiones del final de los capítulos también le han dado mucho corazón. Hemos conocido mejor la relación entre Jay y Gloria y, aunque a veces pueda resultar algo obvio, ciertas confesiones y concesiones también han intentado reflexionar sobre el sentido y la función de la familia. En este aspecto, por ejemplo, Jay es el que más se ha lucido (también porque es el que menos expresa sus sentimientos en público) y esta inversión emocional tan sutil (y hasta impropia de una comedia) permiten que nos sorprendan con el monólogo final de Gloria. No porque nos hable de un avance, sino por su dulzura.
Por esta razón, también, Cameron y Manny han perdido fuerza porque, a diferencia de sus compañeros, sus personalidades tan excéntricas (y que tanto gustaron de forma automática) les han impedido salirse del molde y explorar un poquito más la dimensión humana de ellos. Pero este pequeño defecto no puede eclipsar el hecho de que Modern Family es la comedia más redonda que hay actualmente en la televisión. No solamente es muy divertida (Lilly ‘The Revelation’ Tucker-Pritchett con los interruptores, Lilly y los zapatos de tacón) y tiene unos guiones inmaculados, sino que encima la vemos crecer con el tiempo. Y con su estricto y logrado balance entre humor y ternura, también ofrece mucho más de lo que se le podría pedir.
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