miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sherlock y el misterio del apagón

Los estrenos televisivos más esperados se estrenan a partir de finales de septiembre, pero siempre hay alguno que se cuela antes de lo esperado en forma de filtración, porque se colgó en iTunes o en la web de algún canal. El objetivo es abrir boca de cara al estreno y, cuando tienes un blog de TV, es todo un alivio poder adelantar trabajo. De momento, ya conté que me quedaría con The Mindy Project y el jurado (o sea, yo) aún está deliberando acerca de The New Normal, cuya crítica está al caer. Lo que cuesta más de entender, sin embargo, es cómo algunas series como Elementary y Revolution tienen pre-estrenos cuando sólo pueden traer desilusión. Y lo peor es que, por más que estuviera avisado por mi subconsciente, esperaba algo de ellas.


La adaptación muy libre del personaje de Arthur Conan Doyle tenía todos los ingredientes para ser la clásica serie del canal CBS: un procedimental mediocre y de consumo fácil. Pero, como The Good Wife también está en la parrilla del canal, tenía la esperanza que fuera una revelación, una ficción adulta y el equivalente de Alicia Florrick en el género policíaco. No es el caso.

En Elementary, Sherlock Holmes es un ex-alcohólico que trabaja como free-lance para el departamento de policía de Nueva York y Watson es su ‘sober companion’, una mujer que contrata su padre para que no recaiga en la adicción. No es un remake de Sherlock de la BBC (por lo que se la ha criticado injustamente) sino que intenta ser otra cosa. Esto es una serie de asesinatos que recuerda más a El Mentalista que al clásico de la literatura inglesa y cuyo protagonista es francamente insufrible. El Sherlock de Johnny Lee Miller es más histriónico que ingenioso y resulta más estúpido que asocial, mientras que Lucy Liu (con la que me reconcilié tras verla en Southland) intenta sobrevivir al lado de tanta sobreactuación. Y encima el caso es muy forzado, la presentación de personajes es cansina (porque no atraen) y, para colmo, el piloto es aburrido. Y en la CBS no tiene perdón.



De Revolution, en cambio, qué se puede decir que no se pudiera intuir. Se supone que es el enésimo “drama-evento”, esa serie que nos venden que no podemos perdernos si queremos formar parte de la sociedad. En este caso, sobre un mundo en el que dejan de funcionar las máquinas y debe reinventarse, organizándose en pequeñas comunidades, reconciliándose con la naturaleza y con una primitiva lucha por el poder. El problema es que, como hemos visto The Event, Falling Skies, FlashForward, Terra Nova y Person of Interest, hay algunos elementos que ya no se pueden colar al público y que se identifican a primera vista.

El sello de J.J. Abrams, por ejemplo, hace ya varios años que no significa nada. Los misterios a largo plazo que siembran y a los que acaban dando demasiado protagonismo demuestran que, como siempre, se da más importancia a la trama que a los personajes. De aquí que en el piloto no haya un solo perfil interesante. E intenta acercar el salvajismo de The Walking Dead a todos los públicos, lo que sólo hace de Revolution una propuesta muy light y más cercana a Terra Nova, con la que también tiene en común la figura del adolescente insoportable. Que la protagonista, Charlie, se olvide de la muerte de su padre cuando ve un tío bueno, es uno de los highlights del episodio.

¿Y se puede saber, entonces, por qué esperaba algo de ella? Pues porque su responsable era Eric Kripke, creador y responsable de las primeras cinco temporadas de Supernatural. Una serie que, por cierto, tardó en arrancar, razón por la cual seguiré de cerca Revolution. Para ver si Kripke se adueña de ella y porque el piloto tiene una ambientación muy atractiva que quiero volver a ver. Luce.

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