Algunos dicen que no suelo reír demasiado y, si soy sincero, pocas series me provocan carcajadas. Otra cosa es que tenga un sentido del humor y sepa apreciar algunas de las comedias actualmente en televisión. Por mi reacción, sin embargo, empiezo a plantearme si he cambiado o si simplemente algunas series están peor que antaño porque algunas de esas series que tanto apreciaba me están irritando sobremanera y todas ellas casualmente comparten un humor parecido.
Pongamos por ejemplo a 30 Rock. Llegué a escribir un texto titulado ‘La Diosa de la comedia’ refiriéndome a Tina Fey, fue indiscutiblemente mi comedia favorita cada una de sus primeras temporadas y ni se me pasaba por la cabeza que otra serie se llevara el galardón a mejor serie en los Emmy. Hasta me gustaba que Tina Fey ganara a Mejor Actriz, a pesar de que podríamos poner en duda su talento como intérprete (todas sus actuaciones son muy meta, como las de Courteney Cox). Pero desde la cuarta temporada que estoy constantemente decepcionado. Primero porque episodios redondos los había pocos. Después porque simplemente ya no entro en ese submundo ambientado en la NBC.
¿Se absurdizó demasiado? De repente gags que a otros les entusiasmaban a mí me dejaban frío, como el novio drag-queen de Jenna. ¿Puede que se hiciera repetitiva? De repente, Kenneth directamente me resultaba antipático, cada chiste de la sala de guionistas me dejaba con la sensación de déjà vu y todo lo que tuviera que ver con el instinto maternal de Liz Lemon me aborrecía. ¿O el porcentaje de gags solvente disminuyó? El gran problema de una serie tan absurda es que, si un gag no funciona, no hay por donde coger esa escena. ¿O simplemente cambié yo? Opto por pensar que no porque tengo Bossypants y Fey allí sí me resulta interesante, y veo por enésima vez MILF Island y me hunde la nostalgia.
Algo parecido me ocurre con Happy Endings. En su cortísima primera temporada le vi potencial en sus primeros episodios. En unos cuantos episodios se desprendieron de la premisa inicial y desarrollaron una inercia de grupo bastante curiosa y hasta diría que furiosa. Todos sus personajes eran bastante límites pero a la vez conseguían tener cierto encanto. La mayoría de ellos tenía redención y no eran absolutamente despreciables. Su segunda temporada, en cambio, empezó por todo lo alto (los gags le funcionaban, la curiosa amistad también) y se fue desviando, extremando aún más su sentido del humor. O por lo menos esa fue mi impresión. Como me dijo Lara Castro por twitter, “han cruzado la línea que separa las series divertidas de las histriónicas”. Y la sensación no me abandona. De aquí que pequeños arcos como los sentimientos de Penny por Dave importen cero. No puede esperar conmovernos una serie que siente la necesidad de abrumarnos con bromas tan pasadas de rosca que simplemente no son graciosas. Todo en ella está muy pasado.
Y, puestos a criticar, creo que este riesgo es el mismo que corre Don’t Trust the Bitch in Apartment 23. Es una serie muy absurda y referencial que, como no tiene un corazón que la mantenga unida, está a punto de fallar estrepitosamente en cada episodio. Todo es cuestión de que funcionen la mayoría de los gags, lo que es muy complicado cuando se opta por personajes tan despreciables. ¿Se puede saber porqué todas las series con este sentido del humor se acaban pasando de largo por listas? ¿O, como dicen algunos, soy yo que estoy cambiando y busco otras virtudes en las comedias? Porque, si os soy sincero, admiro mucho más Modern Family, a la que se acusa muy a menudo de convencional. Por lo menos, cuando falla el chiste siempre me quedan unos personajes achuchables con los que pasar ese rato. Si exceptuamos a Manny y Cameron, claro.
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