jueves, 21 de febrero de 2013

Los deprimentes lunes de David E. Kelley

Tiene que ser muy duro reinar en la televisión de los noventa y, quince años después, ser un Don Nadie. David E. Kelley se casó con Michelle Pfeiffer en el 93, tuvo tres series de éxito emitiéndose a la vez del 97 al 2000 (Chicago Hope, El Abogado y Ally McBeal) y fue el productor mejor pagado del medio durante varios años. Tenía un contrato de 40 millones de dólares anuales con 20th Century Fox que les daba derecho a ser los primeros en poder comprar sus proyectos. Pero llegaron los 2000 y su mojo fue cuesta abajo, culminando con el fracaso de Harry’s Law, que debía volverle la gloria en el género legal, y ese piloto fallido que jamás debió ver la luz y que se filtró por internet, la adaptación de Wonder Woman.

Por esto, cuando Monday Mornings se estrenó hace dos semanas en el canal de cable TNT, su nombre, sigla y apellido ya no vinieron acompañados de la garantía de éxito de antaño. Aquello que en su momento era sinónimo de calidad y modernidad, ahora tiene un aire viejuno y caducado, como cada escena de Kathy Bates en los juzgados. Y este drama médico no se diferencia en absoluto de su última aventura frustrada. Bueno, tienen un tono y temática distintas, pero recuerdan a tiempos pasados y peores de lo que eran sus clásicos.

Curiosamente, Kelley sí tuvo en cuenta que un requisito importante para ganarte un hueco en la televisión es tener un elemento diferenciador de la competencia o de las series que juegan en el mismo terreno. En el caso de Monday Mornings, es una filosofía pesimista. La ficción habla de los cirujanos de un hospital de Portland y, cada vez que cometen un error o toman una decisión con resultados desafortunados, deben enfrentarse  a una reunión para aprender de ellos y que en realidad parece más una sesión de humillación pública delante de sus compañeros.

Estas reuniones implican que hay por regla general más de una decisión discutible que causa alguna muerte y este toque mórbido planea por cada escena. Más que cirujanos haciendo sus trabajos por voluntad propia, al final parecen mártires de una profesión que les tiene amargados, sobre todo por lo incisivo que es el jefe de cirugía interpretado por Alfred Molina, cuyas pajaritas son un despropósito. Y este toque distintivo también hace que su visionado no sea muy gratificante. No es cuestión es que como espectador necesite historias con final feliz pero tampoco algo tan lúgubre.

La fotografía es fría y casi anestesiante, las reuniones parecen pesadillas y todos andan por el hospital con el peso del mundo a sus espaldas. Y los casos no funcionan, con muchas escenas especialmente tediosas. Y los personajes no atrapan, aunque por allí corra Jamie Bamber, un fan-favorite desde que salió en Battlestar Galactica. Y parece lo que es, una serie de segunda sin ningún tipo de inspiración durante su proceso de creación. Así, David E. Kelley, no se hace un comeback.

3 comentarios:

Rionda Logan dijo...

Hace ya mucho que las series de Kelley me dan mucha pereza (la última que seguí fue El Abogado, en mi vida pre-internet). Pero supongo que veré Monday Mornings cuando alguna televisión española despistada la compre creyendo que va a ser un pelotazo :P

Ahora bien, in my opinion: que nadie espere que David E.Kelley haga un comeback nunca. Tuvo su época gloriosa a finales de los 80 -él era parte importante en La Ley de Los Ángeles-, todos los 90 y la mitad de los dosmiles, y se ha ganado su sitio en la historia de la televisión, pero... su momento pasó hace ya mucho. Se le acabó el mojo. O no es que se le acabara exactamente, es que lo que le hizo único en su día -los temas polémicos, el hiperdramatismo, los personajes extravagantes, los giros de guión impactantes y/o demenciales- hoy ya lo hace todo el mundo. Más o menos. Porque el asesino en serie travestido de monja de El Abogado y las vacas vientres de alquiler de bebés humanos de Picket Fences son locuras que hoy sólo puede superar las series concebidas como una puta locura, como American Horror Story.

Sólo habría una manera de que Kelley regresara a la primera división y sería reinventándose; y, vistas sus últimas series, está claro que no está por la labor: parecen llegadas de finales de los 90. Se ha convertido en un dinosaurio.

Crítico en Serie dijo...

¿Vacas vientres de alquiler? Rionda, gracias por la aportación y abrirme las puertas a un nuevo mundo. No sabía que no conocía la mejor idea de David E. Kelley.

Rionda Logan dijo...

Es que es muy fuerte! Y la intrahistoria del capítulo es casi lo más divertido, te cuento brevemente: a Kelley un día se le ocurrió hacer un crossover con la serie revelación del momento, que no era otra que...¡Expediente X! El plan era hacer un capítulo en cada serie, con una trama común, y "prestarse" personajes. Sorprendentemente, el proyecto avanzó -había hasta fechas de rodaje-, hasta que CBS tuvo un ataque de sentido común y se plantó: ni de broma le iba a hacer publicidad a una serie de la competencia. Después, tanto Kelley como Chris Carter reescribieron sus guiones, y los incluyeron en sus series. Así, el episodio de Expediente X se quedó en el típico capítulo de conspiración del gobierno para drogar a la población a través de la carne de vaca, vete a saber para qué, y Picket Fences se quedó... con la parte de las vacas que paren bebés. Lo mejor, es que al final el capítulo realmente paranormal acaba siendo el del drama legal, y no el de la serie de misterio.