Ya he finiquitado ‘The L.A. Complex’. Ha sido una obsesión de una semana, de aquellas series que de vez en cuando me pillan desprevenido y devoro en modo maratón porque soy incapaz de pararme los pies. Hacía tiempo que no me encontraba con una de estas. Intrascendente, olvidada un año después de su emisión y, no obstante, muy recomendable.
Su mayor virtud es que resulta muy simpática. Todos sus personajes están bien perfilados desde el primer minuto y, lejos de parecer estereotipos, desarrollan rasgos que les hacen entrañables. Me quedo con esa casi-estrella venida a menos llamada Raquel a la que le ofrecen películas de coste irrisorio del canal SyFy (‘Cactabear’, olé) y hasta aparecer en un amañadísimo docurreality para superar un alcoholismo que no sufre. También con Abby y su mala suerte tanto a la hora de pasar pruebas de cásting como conociendo hombres. Y, sobre todo, con Kaldrick King, ese rey del hip hop torturado porque se ve obligado a esconder su homosexualidad.
Puede que la televisión vaya a fingir que nunca existió, pues pasó sin pena ni gloria por el canal CW y también por su país de origen, Canadá, pero creo que aguantará bien el paso del tiempo dentro de la memoria de aquellos que sí la vean. Sobre todo sus personajes, reconocibles y muy diferenciables, lo cual no es muy común en el mundo de las ficciones de cariz joven (o de jóvenes adultos, como quiera llamarse al público de entre 18 y 34 años).
Ojalá más series de televisión tuvieran el temple de ‘The L.A. Complex’ a la hora de contar las historias corales, ya sean episódicas o de varias semanas, porque nunca perdió un ápice de ritmo ni dio la impresión que estaban anclados en recursos que les funcionaban. Era superficial a la hora de entrar y salir de los temas pero, como tenía cogido el tranquillo a los protagonistas, uno ni se daba cuenta y resultaba muy entretenida.
Por ligera que fuese en el aspecto narrativo, tenía la ambición de ofrecer un retrato de Hollywood (por cierto, ¿a qué canadiense en su sano juicio se le pasó por la cabeza hacer una ficción más americana que el Tío Sam?). Los procesos de selección de algunos trabajos podían resultar demasiado fáciles, pero otras veces demostraban lo cruel de una industria que tan rápido te adora como te escupe. El agujero del conejo en el que se metía Alicia, por ejemplo, era una dosis de realidad bastante contundente en una serie tan accesible y buen-rollista como esta.
Y todavía es más recomendable para aquellos que saben disfrutar de las ficciones ligeras y que valoran las historias de amor protagonizadas por gays. Parece una tontería que a día de hoy tenga que ser un selling-point pero no sobran en televisión y ‘The L.A. Complex’ tuvo las agallas de abordarla con cierta seriedad y no a base de tópicos.
1 comentario:
quiero comenzar a verla pero no se si logro tener un final medianamente cerrado ?
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