Los Cohen y los Cooper, las dos familias más pijas de la costa oeste americana, se despidieron el 22 de febrero después de cosechar unos índices de audiencia pésimos en su cuarta y última temporada. Pero si la crítica ha tardado en llegar no es por el poco interés que pueda suscitar O.C. a un servidor, sino porque resulta difícil decir adiós a una de las mejores series que han pasado por la televisión. Presuntamente superficial e indiscretamente previsible. Y aún así, entrañable.
La serie que empieza con la adopción del conflictivo Ryan Attwood por parte de una de las familias más ricas de Newport Beach, los Cohen, no es sólo el retrato de la integración de un adolescente en territorio desconocido. Ni el contraste entre dos mundos tan teóricamente opuestos como su marginal barrio de Chino con el elitismo de Newport Beach. Tampoco es solamente las andanzas amorosas de éste y de los que le rodean, como sus vecinos los Cooper. Es también una crítica a esa sociedad esnob y superficial (pero secretamente fascinante), que a la vez puede resultar admirable en algunos personajes como la familia protagonista que no olvida su humanidad sin dejar de seguir las reglas del juego.
Argumentalmente la serie quizás no es el nova más. Su planteamiento es funcional, y cada giro resulta tópico además de previsible. Pero su poca vergüenza en retorcer las cosas a un ritmo vertiginoso hacen de O.C. una serie juvenil diferente. Es la culminación de un género, que además ha intentado introducir a espectadores más adultos en su audiencia al otorgar igual importancia a los padres de los protagonistas. Y no solamente se aprovecha al máximo cada hilo argumental sin ningún pudor, sino que se exprime el potencial de todos los personajes lo más posible, convirtiéndolos en reales. Sin buenos ni malos (con perdón del abuelo), y creando alguno que pasará a los anales de la televisión, como es el caso de la inestable Marissa Cooper, que sobrevivió a una actuación por parte de Mischa Barton que deja bastante que desear. No obstante, no todos han corrido la misma suerte, y mientras que se han sabido introducir de nuevos con buenos resultados (véase a Anna o Taylor), también ha habido grandes errores como Che en la cuarta temporada o Lindsay en la segunda que se introdujo de manera poco natural sin la inercia que debería acompañar la aparición de un nuevo personaje.
El reparto de O.C., desde un punto de vista interpretativo, quizás es uno de sus puntos más flojos. La inexpresividad facial de Ben McKenzie (Ryan Attwood) es pasmosa y gracias a sus parpadeos podemos deducir que su personaje sigue vivo. Aún así su gran inaptitud pasa un poco desapercibida debido al hecho que su personaje es ya de por si apático y soso. Y de Mischa Barton se puede decir lo mismo: su lastre interpretativo (su cara de “qué-hago-yo-aquí”) concuerda con su personalidad desequilibrada. Pero no todos los actores jóvenes padecen de una falta de registros: Adam Brody (Seth Cohen) o Rachel Bilson (Summer Roberts) han sabido dar verosimilitud a unos personajes que aunque tendieron a ser más secundarios que los de McKenzie o Barton, han acabado siendo más queridos por el público. Este es el caso sobretodo de Bilson, que en un principio debía ser temporal, y consiguió hacerse un hueco en el reparto enamorando a la audiencia. Respecto a los padres Cohen, tanto Peter Gallagher como Kelly Rowan cumplen perfectamente con su cometido, aunque deben agradecer mucho sus papeles a los guionistas que les dibujaron unas personalidades adorables. En cambio, la familia Cooper es un poco desigual con un limitado Tate Donovan (Jimmy Cooper) padeciendo de los mismos defectos que su hija en la ficción, con su tendencia a la cara de circunstancias, y Melinda Clarke (Julie) que consiguió encarnar a la guapísima villana con un descaro admirable. Autumn Reeser (Taylor Townsend) y Samaire Armstrong (Anna) también merecen una especial mención por la espléndida encarnación de sus papeles pasajeros o de tardía aparición.
La serie que empieza con la adopción del conflictivo Ryan Attwood por parte de una de las familias más ricas de Newport Beach, los Cohen, no es sólo el retrato de la integración de un adolescente en territorio desconocido. Ni el contraste entre dos mundos tan teóricamente opuestos como su marginal barrio de Chino con el elitismo de Newport Beach. Tampoco es solamente las andanzas amorosas de éste y de los que le rodean, como sus vecinos los Cooper. Es también una crítica a esa sociedad esnob y superficial (pero secretamente fascinante), que a la vez puede resultar admirable en algunos personajes como la familia protagonista que no olvida su humanidad sin dejar de seguir las reglas del juego.
Argumentalmente la serie quizás no es el nova más. Su planteamiento es funcional, y cada giro resulta tópico además de previsible. Pero su poca vergüenza en retorcer las cosas a un ritmo vertiginoso hacen de O.C. una serie juvenil diferente. Es la culminación de un género, que además ha intentado introducir a espectadores más adultos en su audiencia al otorgar igual importancia a los padres de los protagonistas. Y no solamente se aprovecha al máximo cada hilo argumental sin ningún pudor, sino que se exprime el potencial de todos los personajes lo más posible, convirtiéndolos en reales. Sin buenos ni malos (con perdón del abuelo), y creando alguno que pasará a los anales de la televisión, como es el caso de la inestable Marissa Cooper, que sobrevivió a una actuación por parte de Mischa Barton que deja bastante que desear. No obstante, no todos han corrido la misma suerte, y mientras que se han sabido introducir de nuevos con buenos resultados (véase a Anna o Taylor), también ha habido grandes errores como Che en la cuarta temporada o Lindsay en la segunda que se introdujo de manera poco natural sin la inercia que debería acompañar la aparición de un nuevo personaje.
El reparto de O.C., desde un punto de vista interpretativo, quizás es uno de sus puntos más flojos. La inexpresividad facial de Ben McKenzie (Ryan Attwood) es pasmosa y gracias a sus parpadeos podemos deducir que su personaje sigue vivo. Aún así su gran inaptitud pasa un poco desapercibida debido al hecho que su personaje es ya de por si apático y soso. Y de Mischa Barton se puede decir lo mismo: su lastre interpretativo (su cara de “qué-hago-yo-aquí”) concuerda con su personalidad desequilibrada. Pero no todos los actores jóvenes padecen de una falta de registros: Adam Brody (Seth Cohen) o Rachel Bilson (Summer Roberts) han sabido dar verosimilitud a unos personajes que aunque tendieron a ser más secundarios que los de McKenzie o Barton, han acabado siendo más queridos por el público. Este es el caso sobretodo de Bilson, que en un principio debía ser temporal, y consiguió hacerse un hueco en el reparto enamorando a la audiencia. Respecto a los padres Cohen, tanto Peter Gallagher como Kelly Rowan cumplen perfectamente con su cometido, aunque deben agradecer mucho sus papeles a los guionistas que les dibujaron unas personalidades adorables. En cambio, la familia Cooper es un poco desigual con un limitado Tate Donovan (Jimmy Cooper) padeciendo de los mismos defectos que su hija en la ficción, con su tendencia a la cara de circunstancias, y Melinda Clarke (Julie) que consiguió encarnar a la guapísima villana con un descaro admirable. Autumn Reeser (Taylor Townsend) y Samaire Armstrong (Anna) también merecen una especial mención por la espléndida encarnación de sus papeles pasajeros o de tardía aparición.
Volviendo al argumento, cabe reconocer que OC ha padecido un gran desgaste a medida que avanzaba, y temporada a temporada ha ido perdiendo parte de su esencia. Después de una explosiva y novedosa primera temporada, la segunda tuvo un aire artificioso en la ejecución de alguna de sus tramas pero consiguiendo mantener su frescura característica, la cual se perdió completamente con la tercera. Y es que esta penúltima temporada resultó ser un refrito de todo lo anterior, sin incorporar ningún elemento nuevo de modo acertado, pero que aún así se puede ver con buenos ojos gracias al cariño que se tiene a los personajes, su impecable factura y la siempre bien elegida banda sonora. Y en la última, después de un inicio muy frío y dramático, O.C. se intentó reformular mediante saltos temporales y montajes discontinuos, incluso poniendo algún toque irreal en la serie. De esta manera acabó adoptando un tono desenfadado que no cuajó pero que permitió un final feliz que se merecía, distinguiéndose así de los otros finales de temporada de tintes definitivamente más sorprendentes y dramáticos (e incluso trágicos).
No obstante, por más desgaste que haya tenido, O.C. es la mejor serie de adolescentes que se haya hecho jamás. Y es insuperable porque ha llevado al máximo todos los clichés del género con un ritmo ágil y vibrante, consiguiendo crear un mundo quizás muy fantasma pero con el que la audiencia ha simpatizado y ha conseguido soñar. Ha logrado vivir amores y desamores propios de tragedias griegas, el significado de la amistad, los sueños de los protagonistas, y sus numerosas decepciones y frustraciones. Todo esto debajo de esa aureola de perfección que hay en Newport Beach, donde todo parece posible, aunque las trabas no sean pocas. Donde cada coche, cada casa, cada modelito, peinado y fiesta le dejan a uno con la boca abierta. Donde se puede volver a empezar y reinventarse a si mismo sin olvidar de donde se viene.
Pero después de cuatro años de soñar con vidas ajenas es hora de despertar. Y aunque los sueños se desvanezcan tan pronto se abren los ojos, O.C. habrá dejado una pequeña huella reivindicando con cada episodio ese eterno adolescente que se lleva dentro y que tanto cuesta abandonar.
No obstante, por más desgaste que haya tenido, O.C. es la mejor serie de adolescentes que se haya hecho jamás. Y es insuperable porque ha llevado al máximo todos los clichés del género con un ritmo ágil y vibrante, consiguiendo crear un mundo quizás muy fantasma pero con el que la audiencia ha simpatizado y ha conseguido soñar. Ha logrado vivir amores y desamores propios de tragedias griegas, el significado de la amistad, los sueños de los protagonistas, y sus numerosas decepciones y frustraciones. Todo esto debajo de esa aureola de perfección que hay en Newport Beach, donde todo parece posible, aunque las trabas no sean pocas. Donde cada coche, cada casa, cada modelito, peinado y fiesta le dejan a uno con la boca abierta. Donde se puede volver a empezar y reinventarse a si mismo sin olvidar de donde se viene.
Pero después de cuatro años de soñar con vidas ajenas es hora de despertar. Y aunque los sueños se desvanezcan tan pronto se abren los ojos, O.C. habrá dejado una pequeña huella reivindicando con cada episodio ese eterno adolescente que se lleva dentro y que tanto cuesta abandonar.
O.C. se puede ver en La 2 (TV2) y también por la Fox.
6 comentarios:
La sèrie esta força bé, però tant com per dir que és la millor “telenovel•la” d’adolescents que s’ ha fet mai...nu sé, una miqueta exagerat. El rollo de nen conflictiu que el posem en un ambient que no és el seu, doncs esta una miqueta vist. Potser el que passa és que la trama és a una zona supermegaguay del Paraguai i van amb cotxarros i els personatges doncs son “atractius”. (ja voldria jo tenir una mare com la de la Julie). En quan a les histories, doncs “aix que m’he he bebido la neverita de mi madre sin querer”, o “me enamoro de la xunga porque yo soy xungo”.
OC= Dawson Crece + Beverly Hills 90210
PD: A veure quan fas la de Heroes :)
Creo realmente que esta crítica esta totalmente acertada con la realidad de la série. Empezó super interesante pero como ya dices tú, poco a poco fue perdiendo su emoción, llegandola a convertir en algo pesada. eso si, no hay día en el que no quiera asistir a una de esas macrofiestas que se montan capítulo si capítulo también, jeje.
Genial!
Creo realmente que esta crítica esta totalmente acertada con la realidad de la série. Empezó super interesante pero como ya dices tú, poco a poco fue perdiendo su emoción, llegandola a convertir en algo pesada. eso si, no hay día en el que no quiera asistir a una de esas macrofiestas que se montan capítulo si capítulo también, jeje.
Genial!
Tens raó que en el fons tots somiem en formar part d'aquest petit reducte del mapa de California que és Newport Beach. Però al contrari que tu, jo encara no he despertat i no he obert els ulls després de deixar-me enlluernar per aquest món adolescent on ningú treballava ni tenia majors problemes que escollir el modelet per a la següent festa(perquè em diràs tu que entre tanta festa realment ningú feia res més!!). Tot i així, t'he de confessar, que per a mi, el millor de la sèrie era la piscina que surtia al principi amb la cançó, que rebossava aigua i conectava amb l'aigua del mar...
Jo aquesta sèrie la trobava una mica irreal ¬¬'
tampoco he visto esta serie, parece que tengo la fortuna de no coincidir nunca con este tipo de series.
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