Cualquier intento de explicar el argumento de Friday Night Lights parece simplificar lo que realmente es. FNL es una serie sobre un equipo de fútbol. Trata del entrenador que llega con su mujer y su hija a un pueblo perdido en Texas. Del quarterback que en el primer partido de la temporada se lesiona, quedándose paralítico. De su novia, la carismática cheerleader, que ve como el futuro que tenía planeado para ella y para su príncipe azul se resquebraja en un abrir y cerrar de ojos. También trata del quarterback suplente, un don nadie que se encuentra a sí mismo supliendo al ídolo local, trabajando y cuidando de su abuela mientras su padre está en Iraq. Y de Tyra, la bala perdida que tontea con la mitad de la plantilla de los Panthers. Y de unos cuantos más jugadores, familiares, amigos o seguidores que intuyen que para ellos no existe un final de película. Por eso centran sus esperanzas en el equipo del instituto. Porque, cuando los Dillon Panthers salen al campo esplendorosos bajo su rugido, los focos iluminan algo más que el campo de fútbol: una pequeña brecha donde se esconde la ilusión y la esperanza de un futuro mejor.
Actoralmente, el reparto es inmejorable. De hecho, los responsables de cásting de Friday Night Lights han sido galardonados con un Emmy recientemente. Con caras apenas conocidas (Connie Britton de Spin City o 24, y Kyle Chandler, el experto en explosivos de Anatomía de Grey, son sus rostros más famosos), todos los actores cumplen admirablemente con sus papeles. Además, gozan de unos guionistas competentes que han logrado crear unos personajes claramente complejos, tarea difícil cuando se trata de adolescentes. Incluso el pendón del instituto (Adrianne Palicki) tiene complejidad emocional y consigue conectar con el espectador, porque se la trata como persona, no como adolescente. La crearon como algo más que un estereotipo, al igual que al quarterback perfecto (Scott Porter), al alcohólico problemático (Taylor Kitsch) o el humilde suplente (Zach Gilford). Y además han equilibrado la balanza entre los personajes, de donde sobresale Lyla, la novia del paralítico, y no precisamente por estar más tiempo en pantalla. De voz enternecedora, belleza natural y talento incuestionable, Minka Kelly hace de Lyla una auténtica luchadora y la convierte en la auténtica cheerleader de la parrilla estadounidense.
En el aspecto técnico se debe apreciar la arriesgada propuesta de los realizadores que parecen escudriñar el alma de los personajes y las situaciones en cada momento. La cámara se tambalea (seguramente no hay ni un solo plano hecho con un trípode en los 22 episodios) y los planos son cortos y a menudos se trata de planos de detalle, enfatizadores de cada pequeño matiz de los actores. Un montaje meticulosamente planificado con muchas escenas dignas de recordar, como la de Lyla abriéndose paso por un pasillo en el décimo episodio, con un buen uso de la luz y de la música. Porque si algo diferencía Friday Night Lights de las demás series con adolescentes es la estética, fría y deprimente, y su música. No hay canciones de grupos poperos o rockeros sino una composición adecuada de W.G. Snuffy Walden que retrata la decadencia de Dillon con más que solvencia.
Actoralmente, el reparto es inmejorable. De hecho, los responsables de cásting de Friday Night Lights han sido galardonados con un Emmy recientemente. Con caras apenas conocidas (Connie Britton de Spin City o 24, y Kyle Chandler, el experto en explosivos de Anatomía de Grey, son sus rostros más famosos), todos los actores cumplen admirablemente con sus papeles. Además, gozan de unos guionistas competentes que han logrado crear unos personajes claramente complejos, tarea difícil cuando se trata de adolescentes. Incluso el pendón del instituto (Adrianne Palicki) tiene complejidad emocional y consigue conectar con el espectador, porque se la trata como persona, no como adolescente. La crearon como algo más que un estereotipo, al igual que al quarterback perfecto (Scott Porter), al alcohólico problemático (Taylor Kitsch) o el humilde suplente (Zach Gilford). Y además han equilibrado la balanza entre los personajes, de donde sobresale Lyla, la novia del paralítico, y no precisamente por estar más tiempo en pantalla. De voz enternecedora, belleza natural y talento incuestionable, Minka Kelly hace de Lyla una auténtica luchadora y la convierte en la auténtica cheerleader de la parrilla estadounidense.
En el aspecto técnico se debe apreciar la arriesgada propuesta de los realizadores que parecen escudriñar el alma de los personajes y las situaciones en cada momento. La cámara se tambalea (seguramente no hay ni un solo plano hecho con un trípode en los 22 episodios) y los planos son cortos y a menudos se trata de planos de detalle, enfatizadores de cada pequeño matiz de los actores. Un montaje meticulosamente planificado con muchas escenas dignas de recordar, como la de Lyla abriéndose paso por un pasillo en el décimo episodio, con un buen uso de la luz y de la música. Porque si algo diferencía Friday Night Lights de las demás series con adolescentes es la estética, fría y deprimente, y su música. No hay canciones de grupos poperos o rockeros sino una composición adecuada de W.G. Snuffy Walden que retrata la decadencia de Dillon con más que solvencia.
Pero no se dejen engañar por la edad de sus protagonistas: Friday Night Lights no es una serie sólo para adolescentes sino que es una joya adulta, una obra maestra televisiva. Es una propuesta madura para paladares sofisticados que sepan apreciar una serie que ha aspirado a más de lo que se ofrece en televisión y que ha logrado su propósito. Ha conseguido radiografiar la sociedad de un pueblo, ficticio pero simbólico, de la América profunda, a través de un equipo de fútbol que no es más que un mecanismo de alienación del deprimente conformismo presente.
Friday Night Lights se emite por el canal digital TNT.
4 comentarios:
Esta serie actualmente la pasan por el canal del digital TNT.
Siento llegar tan tarde a este post, pero como tu bien comentaste en el mio, crítico, me he enganchado a FNL sin remedio. Es alucinante como te absorbe toda esa atmosfera de optimismo y pesimismo contínuo, como gritas con el público, como abucheas cuando alguien hace algo mal, como discutes (si la ves con alguien) sobre si está bien o mal que Lyla le ponga los cuernos a Street... (perdon por el spoiler).
Ayer me ví 7 capitulos seguidos sin pestañear, y a lo largo de esta semana, o como mucho la que viene, me puliré la temporada entera. Una joya, si señor.
Yo me he visto la primera temporada y me ha gustado mucho; el guión es admirable y cada uno de los caracteres está ciertamente currado.
La recomiendo!!
¡Hola!
Te he descubierto hace poco, y me he hecho adicta a tu blog. Ya ves que he caído hasta el fondo de él ;)
Esta serie me está encantando (estoy en la quinta temporada ya...), así que gracias por descubrírmela.
Hoy la nombro en una entrada en mi blog y te he citado, ¡por si te interesa saberlo!
¡Saludos!
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