Debra Messing lo tenía difícil. Después de ocho años interpretando el mismo personaje en Will & Grace, esta neoyorquina se tuvo que enfrentar al complicado reto de sobrevivir a la diseñadora de interiores Grace Adler. Y qué rápidamente lo consiguió. Con el estreno este año de la mini-serie Divorcio en Hollywood (The Starter Wife), Messing ha logrado erigirse como actriz superando la pasada etapa. Sin tener que cambiar de registro (la Molly que interpreta no se encuentra lejos de la Grace de antaño), Messing ha demostrado que el carisma, la energía y su capacidad de llenar la pequeña pantalla no se quedaron atrás. No obstante, su presencia no va acorde con tan superficial e irregular mini-serie de mediocre factura, directa heredera de las brillantes Mujeres Desesperadas a las que tanto se intenta parecer.
Molly tenía una vida made in Hollywood. Casada con un importante productor cinematográfico, su mundo giraba alrededor del negocio de su marido, de su hija, de sus impecables amigos y sus clases de yoga. Pero cuando su marido la deja por una estrella del pop que podría ser su hija, Molly se ve a si misma repudiada del mundo que tanto adoraba: su tarjeta en el spa se cancela, no sabe qué hacer con su vida y ni tan siquiera la dejan ayudar en las fiestas benéficas. Suerte de su amiga Joan que le deja su casa en Malibú, donde Molly intentará reencontrarse a si misma mientras redescubre el concepto de la amistad y conoce a un atractivo y enigmático hombre.
Basada en la novela de tintes biográficos de Gigi Levangie Grazer, exmujer del importante productor Brian Grazer, esta mini-serie no consigue despegar por más que apunte maneras desde un principio. Con un reparto que podría haber dado mucho más de si (Miranda Otto, Judy Davis y Chris Diamantopoulus son los mejores amigos de la protagonista), Divorcio en Hollywood rápidamente se echa a perder con unos personajes tan elaborados como un garabato. Desaparecidos a conveniencia del guión, son un cúmulo de estereotipos vistos mil veces antes en pantalla y con mucha más gracia: el amigo gay no pasa de comprar feísimas sillas clásicas y Judy Davis se recrea en su desagradable interpretación de la amiga cínica, alcohólica y de peinado pecaminoso. En lo que a los amores de Debra Messing se refiere, la cosa no pasa de un exmarido plano que hace replantearse la inteligencia de la protagonista por casarse con él, de un hombre extremadamente atractivo pero de nulas dotes interpretativas (Stephen Moyer) y de un Joe Mantegna en un papel sin sentido.
Molly tenía una vida made in Hollywood. Casada con un importante productor cinematográfico, su mundo giraba alrededor del negocio de su marido, de su hija, de sus impecables amigos y sus clases de yoga. Pero cuando su marido la deja por una estrella del pop que podría ser su hija, Molly se ve a si misma repudiada del mundo que tanto adoraba: su tarjeta en el spa se cancela, no sabe qué hacer con su vida y ni tan siquiera la dejan ayudar en las fiestas benéficas. Suerte de su amiga Joan que le deja su casa en Malibú, donde Molly intentará reencontrarse a si misma mientras redescubre el concepto de la amistad y conoce a un atractivo y enigmático hombre.
Basada en la novela de tintes biográficos de Gigi Levangie Grazer, exmujer del importante productor Brian Grazer, esta mini-serie no consigue despegar por más que apunte maneras desde un principio. Con un reparto que podría haber dado mucho más de si (Miranda Otto, Judy Davis y Chris Diamantopoulus son los mejores amigos de la protagonista), Divorcio en Hollywood rápidamente se echa a perder con unos personajes tan elaborados como un garabato. Desaparecidos a conveniencia del guión, son un cúmulo de estereotipos vistos mil veces antes en pantalla y con mucha más gracia: el amigo gay no pasa de comprar feísimas sillas clásicas y Judy Davis se recrea en su desagradable interpretación de la amiga cínica, alcohólica y de peinado pecaminoso. En lo que a los amores de Debra Messing se refiere, la cosa no pasa de un exmarido plano que hace replantearse la inteligencia de la protagonista por casarse con él, de un hombre extremadamente atractivo pero de nulas dotes interpretativas (Stephen Moyer) y de un Joe Mantegna en un papel sin sentido.
Además, Divorcio en Hollywood también falla a la hora de transmitir el mensaje que parece haber detrás del producto. Mientras que por un lado la protagonista se hace amiga de un sin techo y acoge a una joven guardia de seguridad en casa, por el otro intenta comer en los más elitistas restaurantes y acepta volver al spa del que con tanto descaro la echaron. De esta manera se queda en medio de dos discursos, con el de quien descubre que al final (¡Oh, sorpresa!) lo que más importa no es el dinero mientras vive su exclusivísima vida. Total, moralejas express para una mini-serie que casi sobrevive gracias a Debra Messing.
Divorcio en Hollywood está pendiente de emitirse en La Primera (TV1) y, aunque en principio era una mini-serie, la cadena USA Network ya está trabajando en una segunda temporada. Mientras, ya se ha emitido en el canal de pago Cosmopolitan.
1 comentario:
Ufff, que poco apetecible, no? Debra Messing es una actriz que me gusta bastante (magistral en su ya mítico papel de Grace) pero no creo que la actuación de una sola persona logre salvar un producto tan...manido? No se, no me gusta que me den clases de conducta mientras veo la tele. Por eso dejé de leer a Coelho.
Un saludo
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