Samantha ¿qué?: Ni con tetas hay paraíso

Los pechos de Christina Applegate no eran unos cualquiera. La película La cosa más dulce casi los mitificó, con esos hipotéticos implantes y el consecuente toqueteo por parte de muchas mujeres. Eran unas tetas a seguir y, lo que es más, lo siguen siendo. El cáncer de pecho que tuvo que superar recientemente Applegate no ha afectado a sus senos: el primer episodio de la segunda temporada de Samantha ¿qué? (Samantha Who) alimenta el pensamiento que siguen en buena forma (sin mostrarlos, obviamente), de la misma manera que ella. Lástima que tan buena noticia no vaya en consonancia con la serie. Antes era floja, pero en los episodios que se han podido ver de esta segunda temporada, el listón tristemente se ha rebajado aún más.

La obsesión de Applegate por expresar cualquier cosa con gestos sin tener que hacer mucho uso de las palabras, tramas extraordinariamente light (una cosa es saber aprovechar pequeñas anécdotas y la otra es tirar a la basura algunas que podrían triunfar) y unos secundarios visiblemente más acertados que la protagonista son las principales razones que obstaculizan que la serie funcione. ¡Venga! Es hora que aprendan a sacar jugo de Samantha. Al mirar los nuevos episodios (así como los viejos), es inevitable tener la sensación de mirar una comedia de Disney para seguidoras de Hannah Montana. Se le debe exigir más. Y sino que los guionistas se miren el episodio de Padre de Familia en el que el matrimonio Griffin se presenta a un concurso fumados hasta las cejas: la diferencia entre cómo actuaban ellos y como se imaginaban que lo hacían no tiene color con el concurso de baile de los Newly. En el primer caso se trata de uno de los mejores momentos de la serie y en Samantha Who es un muy mediocre gag para cerrar el episodio.

La relación entre Samantha y Tod, asimismo, empieza a ser cansina. Esto no será nunca un amor de película al estilo de Rachel y Ross en Friends.. Así que mejor los juntan de una vez y se dejan estar un poquito con este rollo de quiero-y-no-puedo. Las mentes pensantes están muy equivocadas si creen que por juntarlos definitivamente la cosa se iría al traste y que desperdiciarían muchas posibles historias. La vida en pareja da para muchas más. Y para contar las historias que por el momento están contando... es difícil que la cosa vaya a peor.