La crítica la amó desde el principio. The Wire, con sus intrincadas historias sobre el narcotráfico, sedujo a los especialistas acostumbrados a las perlas de la HBO. Los premios, sin embargo, la ignoraron, seguramente porque los niggers (como se denominan ellos) de los bajos fondos de Baltimore no gozaban del mito de los clanes mafiosos italianos como el de Tony Soprano y el público mayoritario tampoco la echaría de menos. Sobrevivió cinco temporadas a la sombra de Los Soprano y con unas audiencias finales que se intuyeron por los suelos (las cadenas de pago, con sus reposiciones, tv-on-demand y demás, saben camuflar algunos resultados y confundir al espectador).
Con la muerte del producto y después de un par de años en que los medios españoles han hecho énfasis en su calidad, The Wire de David Simon estrenó su primera temporada en DVD (seguida de la segunda y a la espera de una tercera que se hace la remilgona). Y con la calma del sofá y la tranquilidad que da tener todos los episodios de la primera temporada de antemano, disfrutar ahora de ella no es tanto un placer televisivo como literario. Y de altísimos vuelos.
La división de la narración en episodios responde mucho más a la estructura por capítulos de una novela que al concepto televisivo. Se aleja de los arcos aislados a favor de una historia progresiva y de ardua introducción que abarca la temporada entera. Y, una vez superada la barrera de los camellos de estética rapera y los yonquis que apestan a través de la pantalla, es cocaína sin cortar. Dura y adictiva (pero sin palmarla a la primera raya).
Tampoco teme al factor humano, frágil a la hora de captar información en el medio audiovisual. Se sobreponen las historias y se construye un caso con nombres, apellidos y motes. Y si no se logra relacionar la cara con el mote a la primera, pues ningún problema: hay trece episodios para ir jugando al quién es quién. Pero a diferencia del juego de mesa, en The Wire la descripción no termina con el color de ojos o si lleva gafas o bigote.
Hay blancos, negros y claroscuros, y ninguno de los peones (que es lo que son, como se expone a partir de una partida de ajedrez) se queda sin su nota de color, casi nunca evidente y siempre con matices (a menos que sea el hijo de puta del comandante Rawles). Y si bien al principio es mucho más digerible el bando policial, pues es mil veces conocido, a mitad del relato uno queda prendado de la pirámide criminal, formada en su mayoría por gente maleducada e inculta (que no sabe resolver problemas de matemáticas a no ser que ponga bolsitas de cocaína de ejemplo), pero con una organización que ni planeada por un empresario con un MBA.
La única pega que se le puede recriminar a la serie es que obliga a coincidir con la crítica más pedante, esa que pone en un altar diferenciado todo aquello que produce la HBO (aunque tengan sus razones, a diferencia de los showtimistas) y que tienen colocada The Wire justo por delante de Los Soprano, A Dos Metros Bajo Tierra y El Ala Oeste (que puede no ser de la cadena, pero que también es de esas que debes adorar, pese a que yo le tengo tirria).
Pero, como ellos, la recomiendo encarecidamente pues, además de ser una gran serie, es una obra maestra que traspasa la pequeña pantalla para erigirse simplemente en una de las mejores muestras de arte en su género y temática.
Con la muerte del producto y después de un par de años en que los medios españoles han hecho énfasis en su calidad, The Wire de David Simon estrenó su primera temporada en DVD (seguida de la segunda y a la espera de una tercera que se hace la remilgona). Y con la calma del sofá y la tranquilidad que da tener todos los episodios de la primera temporada de antemano, disfrutar ahora de ella no es tanto un placer televisivo como literario. Y de altísimos vuelos.
La división de la narración en episodios responde mucho más a la estructura por capítulos de una novela que al concepto televisivo. Se aleja de los arcos aislados a favor de una historia progresiva y de ardua introducción que abarca la temporada entera. Y, una vez superada la barrera de los camellos de estética rapera y los yonquis que apestan a través de la pantalla, es cocaína sin cortar. Dura y adictiva (pero sin palmarla a la primera raya).
Tampoco teme al factor humano, frágil a la hora de captar información en el medio audiovisual. Se sobreponen las historias y se construye un caso con nombres, apellidos y motes. Y si no se logra relacionar la cara con el mote a la primera, pues ningún problema: hay trece episodios para ir jugando al quién es quién. Pero a diferencia del juego de mesa, en The Wire la descripción no termina con el color de ojos o si lleva gafas o bigote.
Hay blancos, negros y claroscuros, y ninguno de los peones (que es lo que son, como se expone a partir de una partida de ajedrez) se queda sin su nota de color, casi nunca evidente y siempre con matices (a menos que sea el hijo de puta del comandante Rawles). Y si bien al principio es mucho más digerible el bando policial, pues es mil veces conocido, a mitad del relato uno queda prendado de la pirámide criminal, formada en su mayoría por gente maleducada e inculta (que no sabe resolver problemas de matemáticas a no ser que ponga bolsitas de cocaína de ejemplo), pero con una organización que ni planeada por un empresario con un MBA.
La única pega que se le puede recriminar a la serie es que obliga a coincidir con la crítica más pedante, esa que pone en un altar diferenciado todo aquello que produce la HBO (aunque tengan sus razones, a diferencia de los showtimistas) y que tienen colocada The Wire justo por delante de Los Soprano, A Dos Metros Bajo Tierra y El Ala Oeste (que puede no ser de la cadena, pero que también es de esas que debes adorar, pese a que yo le tengo tirria).
Pero, como ellos, la recomiendo encarecidamente pues, además de ser una gran serie, es una obra maestra que traspasa la pequeña pantalla para erigirse simplemente en una de las mejores muestras de arte en su género y temática.
11 comentarios:
A mi me la recomendó una amiga que estaba haciendo un Master en Comnicación Audiovisual en Londres. Un profesor no dejaba de recomendarla en sus clases. Devoré las cinco temporadas. Es impresionante com la serie hace que cojas cariño a personajes como Bunk o Bubbles.
De esta temporada, la única que he visto a la espera de comprar mañana la 2ª, yo me quedo con DiAngelo. No es que le tuviera infinito cariño, pero como personaje me pareció completísimo, resumiendo gran parte de la filosofía de la serie.
Me alegro de que te haya gustado. Es una de las grandes y creo que la descripción que haces es muy acertada. Yo siempre digo que es como un relato de Dickens (una novela-río) ambientada en la ciudad estadounidense. Baltimore, pese al realismo de la serie, pasa por ser una metonimia de EEUU.
Y la ambigüedad moral tan definitoria del cine negro, el tono anticlimático en la narración, el punto de vista global (no olvidemos personajes como el inolvidable Bubbles, un caballo entre los dos mundos...).
Y lo que hemos hablado por Twitter: sigo sin entender por qué tiene que ser una pega coincidir. ¡Que tampoco estamos hablando de películas iraníes! (hasta donde yo sabía, antonomasia del gafapastismo...). Que la televisión es, por su propia definición, un producto cultural masivo.
Por cierto, ¿quién es esa "crítica tan pedante" que tanto sarpullido te produce? ¿Española o extranjera? A Obama, por cierto, le gusta mucho The Wire...
Me alegra que te esté gustando. Sus cinco temporadas y el gran mural que dibuja con calma son impresionantes. Soy una gran fan de la serie
Pero como ya te dije una vez, el complejo de gafapastismo es una chorrada y lo único que consigues con él es retrasar buenos momentos como éste. Tienes que liberarte de los prejuicios, a veces el que muchas personas coincidan en defender la calidad de ciertas producciones quiere decir precisamente eso, que son buenas, nada más ;)
Es lo que tienen los clásicos, que siempre dan pereza empezarlos y además está el miedo de que no cumplan las altas expectativas que se tiene de ellos.
The Wire es estupenda, pero también reconozco que me la voy viendo poco a poco, una temporada cada cinco o seis meses, no quiero terminarla de golpe. Sus personajes, sus tramas y su visión tan pesimista me encanta, pero hay que reconocer que siempre se tarda un poco en entrar en cada nueva temporada, hasta que uno se habitúa a los nuevos personajes y situaciones.
Y lo que dices de The Wire a mi me pasa con Mad Men, todo el mundo dirá que es maravillosa y arrasa en los premios, pero pocas me dan taaaanta pereza.
Nahum, da rabia coincidir con los idolatradores de HBO porque, mientras que yo puedo valorar esas series (la mayoría me gustan, menos casos como 6 Feet Under que me parece sobrevalorada y un coñazo), esa gente es incapaz de disfrutar y hablar bien de cualquier otra serie que sea entretenida y sin ritmo pausado.
Y con esto me refiero a las Mujeres Desesperadas, cuya primera temporada fue una revelación; a Anatomía de Grey, grande cuando no patina.
Además, esa parte de la crítica (y aficionados) también se niega a entender el concepto de buen entretenimiento que no persigue ser arte y que, por ello, no debe ser recriminada sino al contrario. No sé si me has entendido.
Thursnext, lo dicho a Nahum acerca de los gafapastas. Pero sí, tienes razón con que la mayoría de veces es peor para uno mismo, pues se pierde grandes producciones.
ALX, con la segunda temporada de The Wire ya me fijaré si tardo igual de tiempo en introducirme en las tramas. En esta tardé como 3 episodios (pensaba "uffff" y acabé bailando la sintonía al principio de cada episodio). Y a Mad Men dale una oportunidad. Realmente es tan maravillosa, aunque dé un poco de rabia de tan perfecta que es. Podrá estar en aMC, pero es HBO en vena.
Es maravilloso como hacen la crónica de una ciudad, a través de numerosos personajes y escenarios, donde se ve que la burocracia y las drogas no van a dejar jamás que las cosas mejoren, desde los altos cargos a los bajos fondos, Way down to the Hole.
The Wire es estupenda, pero como dice ALX, es una de esas series que dan una pereza terrible. Yo vi la primera temporada las pasadas navidades y pese a que quedé encantado, todavía no he seguido con ella. Prefiero el encanto de Mary Shannon o las historias pesimistas de Torchwood, por ejemplo, antes que la narración pausada de The Wire. Pero tarde o temprano caerá.
Por cierto, no sabes lo de acuerdo con estoy contigo en este párrafo: "da rabia coincidir con los idolatradores de HBO porque, mientras que yo puedo valorar esas series (la mayoría me gustan, menos casos como 6 Feet Under que me parece sobrevalorada y un coñazo), esa gente es incapaz de disfrutar y hablar bien de cualquier otra serie que sea entretenida y sin ritmo pausado." Pienso exactamente lo mismo. Lo que me molesta de la gente que adora la HBO y Showtime por encima de todas las cosas, es que luego no son capaces de disfrutar con series que igual no son grandes producciones, pero que proporcionan entretenimiento a raudales (que es de lo que se trata la televisión).
Jejejeje, has puesto la foto del momentazo "fuck" xDD
Qué decir. Perfectísima.
Hay tantas cosas fascinantes en The Wire... Y la obsesión de Stringer Bell por aplicar las reglas del mercado al narcotráfico es sólo una de ellas. Muy grande ;)
Satrian, hay un pesimismo que ningún juzgado podrá mitigar. Porque la conclusión es, básicamente, que si no trafican unos pues serán otros.
ánade, y lo que me sorprende de este verano es que me he convertido en un gran consumidor de HBO. Big Love me está cambiando la vida. Pero, aunque esté con The Wire, Deadwood y Generation Kill, necesito mi dosis de Anatomía de Grey, mi reina de corazones. Y te digo algo: más rabia dan los admiradores de Showtime porque, para empezar, ni tan siquiera ofrecen grandes series (Nurse Jackie, la primera).
Warren Keffer, ¿ha sido nunca un diálogo tan pobre en palabras?
MacGuffin, ver a Stringer Bell levantando la mano en clase de macroeconomía provoca casi escalofríos. Que el malo malísimo sea un retrasado sin educación alguna es una cosa, pero que lo sea un guapito de cara, amable e inteligente... preocupa.
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