jueves, 4 de noviembre de 2010

Golpe de Estado en la pasarela

Esta entrada contiene spoilers de la octava edición de Project Runway que ya terminó, pero sobre todo es una reflexión sobre el enfrentamiento entre los jueces del último episodio a partir de la clara oposición entre sus finalistas.


Gretchen y Mondo no podían haber tenido visiones más distintas de la moda y elegir entre ellos merecía un debate mucho más extenso y profundo que el de qué colección era mejor. Su oposición conceptual, más el probado talento de ambos, lo que ofrecía era un dilema sobre qué dictaminaba el éxito de un diseñador. ¿Tocaba premiar al personaje que sabía diseñar estridentes prendas para el aquí y el ahora? ¿O debían elegir en función de quien sería capaz de ver hacia donde avanzaría la moda y evolucionar con ella?


Según Heidi Klum, debía prevalecer la capacidad de asaltar a la vista con los bloques de color y todo aquello que le permitiera destacar en uno de sus paseos por la alfombra roja. Se trataba de saciar con un golpe de efecto las ansias del consumidor. Pero el exitoso diseñador estadounidense Michael Kors no podía estar más en desacuerdo. Quizá arrepentido por premiar a Seth Aaron la temporada anterior, un diseñador muy moderno y probablemente igual de pasajero, defendió la visión de Gretchen, una chica que sabía impregnar la moda presente con su estilo y encima con un ojo puesto en las futuras tendencias. Y ante este razonamiento la editora del Marie Claire, Nina Garcia, se dejó de medias tintas y se subió al carro de Kors, dejando a un lado el respeto por la presentadora. ¿Cuántas veces habían despreciado a las modelos que defendían las creaciones de los concursantes? Pues quizá era el momento de poner a Heidi en su lugar.


No era una cuestión de si los argumentos de Heidi eran válidos, pues lo eran y también muy razonables. El problema estaba en que la modelo tiene y ha tenido siempre criterios de consumidora. Ella puede valorar si un vestido ha sido diseñado y cosido con talento, pero no es capaz de dilucidar qué caminos va a tomar la moda y su gusto muchas veces se ha puesto en duda, por su sempiterna obsesión por aparecer en las revistas. Pero la mujer actual no vive de alfombras rojas ni de galas benéficas, sino que necesita una moda adecuada a su día a día. Y Gretchen es lo que ofrecía, con unos pantalones que veo creando tendencia entre las pijas de Barcelona. Y es que la audiencia puede decir misa con el colorido de Mondo, pero a la hora de la verdad comprarían los pantalones de Gretchen o alguna de sus blusas en lugar de la estética circense de Mondo.


También quiero reconocer que no soy un especialista en moda, pero como espectador y ante el dilema y los criterios que nos presentaron, compro la óptica de Nina Garcia (líder de opinión en este campo) y Michael Kors (que si no viera más allá ya habría fracasado), y también la victoria de Gretchen, que para empezar nunca fue la bitch que nos intentaron vender, sino una chica segura de si misma pero un tanto repelente. También por todos es sabido que Heidi no la tragaba, de aquí que pidiera apoyo a Tim Gunn para combatir a los demás jueces (como si no supiéramos que Gunn también la odiaba, con su cruzada contra la pobre chica).


Pero si para algo nos habrá servido este choque frontal en el si del jurado es para comprender quién corta el bacalao en Project Runway y qué opinión les merece la presentadora a Nina y Michael. Con la frase de “Heidi, ¿a ti qué clase de cocina te gusta?” se me cayó la mandíbula al suelo. No les hizo falta recriminarle su obsesión por enseñar carne o la atroz colección deportiva que supuestamente ha diseñado. Una sola pregunta y a todos nos quedó claro que su sitio es el de presentar, el de dar ritmo en las deliberaciones y el de fingir que es algo más que una cara bonita, pero su opinión es lo de menos.

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