martes, 14 de junio de 2011

Las esposas del ejército

La prueba del algodón para saber si te encuentras ante un drama de los de verdad (o no) es fácil. Coge a uno de sus protagonistas y di en voz alta y aceleradamente todo lo destacable que le haya ocurrido durante la serie. Si te queda algo estrambótico, excesivo y un tanto pasado de rosca, es que estás ante un buen culebrón (en el sentido no estricto de la palabra). Y buen culebrón no significa necesariamente buena serie. Sólo quiere decir que da la prometido. Algo que Army Wives da con creces y con un extra de lágrimas y patriotismo on the side.


Army Wives es una de esas series que aquí llegó con muy poca fuerza porque es demasiado consciente de su condición de tercera regional y encima su premisa era muy poco exportable. El cable, además de joyas que van más allá, tiene una gran oferta de productos light y de otros que, como este culebrón, tienen una producción más acorde con las ficciones de la sobremesa que con un contenido de primetime. Se nota en la calidad de sus actores, los paupérrimos invitados y la dirección muy limitada (por cierto, el padre Gyllenhaal dirige un buen puñado de episodios).


No hay dinero, no hay tiempo, pero sí que hay materia para explotar. Estamos hablando de las esposas del ejército, de todas esas mujeres que se pasan el día apoyándose la una a la otra y que viven con el temor de que sus maridos no regresen de su última misión o que vuelvan con cicatrices de guerra, visibles e invisibles. Es el colmo de la hipersensibilidad y a la vez un panfleto patriótico a favor de las tropas. Vamos, que te entran ganas de tener una casa sólo para poder colgar la bandera americana en el porche.


Ni Al Qaeda podría atentar contra la unidad de sus familias (ya sea aquí o en el cielo) y la amistad entre Claudia Joy (¡bendito nombre!), Denise, Roxie, Pamela y Roland, que todos viven en la base militar de Fort Marshall, también es inquebrantable. Aquí el drama proviene de la filosofía del ejército. Y cada vez que pasa el coche negro con los cristales ahumados aguantan el aliento por miedo a que les comuniquen que algún familiar ha fallecido. Es todo tan ‘a flor de piel’ para ellas y a la vez tan ridículo (por las formas, por el panfleto) que es inevitable soltar una carcajada de vez en cuando, sobre todo cuando pasa el coche/guadaña. Y para que se pueda entender lo absurda que es la serie, hasta la mujer del vicepresidente de EEUU, Jill Biden, aparece para dar su apoyo a las tropas y se une a una preciosa merienda para recordar a las mujeres la fantástica labor que hacen aguantando el tipo y la cordura mientras sus maridos se juegan la vida.


Army Wives es mala. Muy mala. Diría que hasta peor. Es tan mala que uno podría quedarse ciego de tanto poner los ojos en blanco cada vez que sueltan un discurso sobre la libertad, la patria y la importancia de los valores y la unidad. Es una serie sobre la guerra con una fotografía muy pastel, los actores sólo podrían actuar peor si miraran a cámara e intuyes sin margen de error qué ocurrirá en cada episodio. Pero que sea tan mala no es casual. Es su objetivo y todo ello contribuye a crear una atmósfera tan chunga que ni puedo apartar la mirada de tan maravillado que me tienen las cámaras lentas, las músicas emotivas y demás efectismos. Será mala, malérrima, pero también muy profesional, con mucho oficio.


Quiere ser tan y tan ñoña que hasta la respeto por ello, al igual que respeto a Claudia Joy por tener un nombre tan acorde con las circunstancias. Y una serie mala se debe descartar, pero una tan bien mal hecha como esta se tiene que guardar en el baúl de los placeres culpables y sacarla de vez en cuando para echarte unas risas, suspirar de indignación y soltar una lagrimita.

1 comentario:

Perse dijo...

La he visto algunas veces y tienes mucha razón, es un pestiño...xDDDD