Si se le empiezan a resbalar los balones de los dedos a uno de los mejores jugadores de fútbol americano del momento, es que tiene un problema. Podría ser que antes hubiera tenido chiripa y que en realidad no valiera un duro y que su mojo se hubiera desvanecido, o podría ser que tuviera algún trauma en el subconsciente que no le permitiera concentrarse. Pues la labor de la psicóloga Dani Santino es averiguar qué le pasa y ponerle un remedio. Unas cuantas sesiones, un poquito de hipnosis, una visita a la lápida de su madre y ya lo tienes al jugador como nuevo. ¡Voilà!
Con planteamientos como este, el de Necessary Roughness, se hace difícil firmar el contrato de ficción. No sé si el término correcto es éste, pero me refiero a cuando tenemos que aceptar algunas premisas poco realistas para poder entrar en el trapo, pues son una parte esencial de ese mundo y contribuyen al resultado final. ¿Algún ejemplo? Para seguir CSI debes asumir que esas máquinas y procedimientos existen; para ver Alias o Chuck tienes que aceptar que allí ni Dios muere aunque los masacren con bombas y metralletas; que en Charming no hay un sólo policía que pueda meter entre rejas a Samcro; y a Doctor Who le tienes que seguir el rollo aunque los juegos temporales sean eso, un juego. Lo curioso es que todo esto, por inverosímil que parezca desde fuera, lo paso. A Necessary Roughness, en cambio, no le compro su psicología exprés.
No es que sea incapaz de asumir que los conflictos subconscientes se pueden resolver en cuestión de días (que por algo es ficción). Sencillamente no lo acepto en el mundo que han creado para exponer esta premisa. La serie no está lo suficientemente chiflada (como sí lo estaba la surrealista Ally McBeal y me la creía a pies juntillas) y tiene un tono tan insípido e ideal-realista que impide que me trague algo tan increíble (y me viene a la cabeza Psico Express, una divertida dramedia cómica catalana sobre psicólogos online de la que siempre he querido un remake). Lo que casi siempre me ocurre con las series de USA Network: se mojan tan poco y son tan genéricas en sus formas y diálogos, que siempre las aborrezco al cabo de dos episodios.
No ayuda, por supuesto, que la psicóloga Santino parezca haber nacido tras la estela de Leigh-Anne, el personaje por el que Sandra Bullock ganó un Oscar, y que encima Callie Thorne aún esté más pasada de rosca como una divorciada que confunde ser una mujer hecha y derecha con comportarse como una histérica y una ordinaria. Que encima cualquier persona de su alrededor sea igual de odiosa (la hija, el hijo, los pacientes), de unidimensional (el sujeto romántico) y pseudo-carismática (la mejor amiga, el técnico de seguridad), y que Santino se dedique a mencionar todas sus titulaciones cada vez que alguien pone en duda sus credenciales hacen que Necessary Roughness sea una tortura. Con mucha paciencia y autocontrol pude ver el piloto, pero para continuar con la serie ya necesitaría hacer terapia, pero de las de verdad.
1 comentario:
Estaba claro que la serie funcionaría si los métodos de la psicóloga se vendían bien, y ni las conversaciones con los pacientes, ni los trucos de salón para curar fobias y demás resultan convincentes.
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