miércoles, 3 de agosto de 2011

Enamorarse en el paraíso

Hay algo en común en todos los rituales de emparejamiento (un tanto románticos): siempre hay algún punto en el que ambos pierden la noción de la realidad. Ellos se encuentran con una química que les atrae y que les impide ver algunos defectos del otro o que les ayuda a tenerlos en cuenta como pormenores, algo entrañable o hasta una virtud. El tiempo, por supuesto, pone a cada uno en su lugar y sólo entonces saben si están hechos el uno para el otro, si se pueden aguantar mutuamente y si hay chispa más allá de la novedad. Me pregunto cuál acabará siendo el futuro de Brandi y Ben.


Ellos dos, como tantos otros, son concursantes de Love in the Wild, un reality para encontrar pareja a la vez que haces pruebas por Costa Rica y cuya mejor manera de definirlo es a partir de tres titanes de la telerrealidad americana, pues es el retoño salido de una incestuosa relación entre The Bachelor, The Amazing Race y Survivor.


Del primero coge su premisa de chicos y chicas monas que buscan pareja (vamos, gorilas y fibrados que buscan el amor en buenorras con bikini y maquilladas como si cada día fuera sábado noche). De The Amazing Race copia sus pruebas, excursiones donde cada pareja va por su lado y donde lo importante es llegar el primero (la pareja que gana se pasa la noche en una suite con jacuzzi mientras que los demás simplemente duermen en bungalows). Y del último imitan el componente estratégico: compiten por parejas pero en el ritual final (donde imitan la estética Survivor) cada uno elige libremente si quiere seguir con su compañero o no; en caso de que te dejen, lo mejor es haber sido algo pícaro con otros concursantes para que te acepten.


Ahora, por fin, creo que puedo hablar de Brandi y Ben. Ellos empezaron la aventura con unos compañeros con quienes no congeniaron. Él porque hace unos chistes terriblemente sudados que ofendían a su compañera (lo que le impulsaba a superarse) y encima tiene una cara de perturbado considerable. Ella... porque supongo que no todo el mundo está dispuesto a sentirse atraído por la pureza, la buena actitud y una sonrisa contagiosa. Pero lo mejor es que después de su primera excursión charlaron un rato, ella comprendió que él era un bicho raro y aún así decidió que valía la pena darle una oportunidad. Desde entonces sólo roban escenas.


No es que él sea un príncipe azul (¡al contrario!), pero ellos dos tienen química, ni que sea porque sus interacciones contienen esa ceguera romántica y sólo ellos dos se pueden comprender a sí mismos. Ella dice con una sonrisa que Ben es insoportable durante las pruebas, él se esfuerza para dar a entender que le gusta a pesar de todas sus bromas de mal gusto y la audiencia aplaude porque, aunque parezca imposible, algo verdadero parece haber surgido en este Frankenstein de la telerrealidad. Y otra cosa que me ayuda a creer que allí ha surgido algo real es que se toman las cosas con calma. No se dedican a ducharse juntos a la primera de cambio. Es una historia de amor de las de verdad, no un calentón tras una prueba donde estaban obligados refregarse todo el rato y después de tomarse tres cócteles en el jacuzzi (que tampoco pasaría nada si al final sucediera, que ya han tenido las citas de rigor). Bueno, o una amistad mal entendida, que nunca se sabe.


Los otros casos, en cambio, sí que parecen más fruto de un calentón que de otra cosa. De gente que busca algo fácil y que debe pensar que les ayudará a prosperar en la vida haber metido la lengua hasta la campanilla a alguien en televisión (y demostrar que eres tan fácil que hasta te revuelcas con alguien delante de las cámaras). O bueno, también están Sam y Mike, que también parecen ser de los de verdad... aunque al final da la impresión que sólo es así porque los astros se alinearon en su primera cita. Miedo me da que, tras acabar el programa, a Mike se le caerá la venda de los ojos y entenderá porqué Sam está soltera a pesar de ser tan guapa que quita el aliento (eh, que quizá ella tiene razón y sencillamente es que su carrera como wedding planner le ha ocupado todo el tiempo). O también podría ser que fuera otro tipo de amor: ese que surge cuando el reloj biológico empieza a sonar y te ves camino a los treinta sin posibilidades de vivir ese momento culminante que es pasar la cegadora de césped un sábado por la mañana mientras tus hijos juegan con el perro en el porche y tu pareja te saluda desde la ventana de la cocina. Quizá es esto, no sé yo quién les niegue el amor.

1 comentario:

Un telespectador más dijo...

Ambas parejas son las unicas que creo pueden llegar a algo, aunque la última elección tuvo lo suyo...(no diré más por si aun no lo has visto).

Tambien tegno curiosidad por ver como le va a Miles y su pareja, que parece que poco a pcoo van conectando más...el problema que le veo al programa es que a estas alturas ya estám las parejas tan definidas que la unica emoción será ver quien llega de ultima :s

Saludos!