El mundo perdido

Estemos atentos al futuro de Terra Nova porque tiene todos los puntos para convertirse en el Pearl Harbor de las series. Esto significa que, a partir de ahora, cada vez que se hable de una ficción muy ambiciosa y cara que tenga muchas posibilidades de fracasar la compararemos con ella, que ha obtenido unas cifras muy mediocres en su estreno. Otra cosa muy distinta será que haya consenso general a la hora de dictaminar el porqué del fracaso. Normalmente hay varias razones y ninguna en concreto.

Terra Nova, así a resumidas cuentas, cuenta la vida de la familia Shannon en una nueva tierra, después de que en un futuro próximo el planeta esté tan moribundo que se ven obligados a trasladarse a un pasado prehistórico a través de una brecha en el espacio-tiempo. Allí deberán aprender a vivir en un campamento de dominio militar racionalista, donde una facción rebelde amenaza la tranquilidad del lugar y donde salir del recinto significa cruzarse con dinosaurios.

La complejidad de recrear este paraíso y dar vida a estos dinosaurios fue lo que provocó que el camino hacia el estreno no fuera un camino de rosas. La ambición de la propuesta impidió que se estrenara en primavera porque los productores no estaban satisfechos con los efectos especiales; después tuvieron que retrasar el pre-estreno programado para mayo porque aún no estaban convencidos con el piloto; y finalmente ha llegado esta semana con una temporada recortada de trece episodios, pues a los productores les daba miedo no poder cumplir sus compromisos con la Fox. La post-producción sigue siendo un proceso demasiado largo para poder producir veinte episodios al año.

Al acercarse septiembre, además, llegaron las dudas acerca del contenido. Era una serie que debía ir programada a las ocho de la noche, lo que significaba que tampoco podía adentrarse en ciertas temáticas y violencia, pero encima los productores avisaron que querían introducir retoques para suavizar aún más la trama. Querían remarcar el aspecto familiar, algo que auguraba lo peor después de que Steven Spielberg, el padrino del proyecto, ofreciera Falling Skies en verano, una serie muy light, moralista y aburrida sobre una invasión alienígena. He aquí el problema de confundir el público familiar con el simplemente estúpido (algo sobre lo que MacGuffin reflexionó hace nada) o, también podría ser, de no conocer las propias limitaciones a tiempo.

Lo que diría que al final le ha ocurrido a Terra Nova es que los dinosaurios no estaban a la altura (es televisión, por más presupuesto que tenga) y tampoco podían rodar algo con más suspense, claroscuros y el miedo a lo que no podemos ver, así que quisieron hacer énfasis en la parte familiar. Algo que, visto el resultado, no era necesario, pues los momentos “la familia unida jamás será vencida” y el hijo mayor, que podría darse de comer a algún monstruo, son lo más flojo junto con los dinosaurios (que saldrían muy beneficiados, como han dicho en la Entertainment Weekly, de un tratamiento más Tiburón: lo que más inquieta es que ni somos capaces de ver a nuestro enemigo).

Por estos defectos es complicado recomendar o alertar sobre un piloto que encima era doble. Como espectadores aún no sabemos qué estructura seguirán los episodios de la serie, pues de momento esto ha sido una presentación donde no todo ha sido malo. Por ejemplo, los primeros 17 minutos son muy estimulantes (algo que tampoco es muy alentador teniendo en cuenta que es la introducción antes de llegar a Terra Nova) y Shelley Conn es una atractiva actriz de mucha solvencia. Pero entre el hijo, los dinosaurios de segunda y el restrictivo espíritu familiar (y las audiencias), es inevitable esperar lo peor de ella.