The Wire fue un relato sobre cómo funcionaba el negocio de la droga en los bajos fondos de Baltimore y cómo afectaba a aquellos que la sufrían por sus calles, los que la distribuían y los que la perseguían. Pero, a partir de su segunda temporada, también vimos cómo de difícil era la batalla cuando los políticos tenían en su cabeza demasiada ambición y pocas ganas de combatirlo de manera fehaciente. Y es esta dimensión política la que me impide ver Boss como una propuesta genuina. Lo que veo, además de un Kelsey Grammer con muchas ansias de llevarse un Emmy en la categoría de drama, es la serie que intenta ser la nueva The Wire.
Desde que la hija pródiga de David Simon desapareció de la televisión, hay una corriente bastante generalizada de que podría haber sido la mejor serie que haya existido jamás (afirmación que nunca me atrevería y tampoco me gustaría hacer). Ese lento, rutinario y realista paseo por una de las ciudades más deprimidas de los Estados Unidos tenía una manera de ver la vida, por así decirlo. La intención de Simon era ir tejiendo una especie de colcha de patchwork con pedazos de realidad que, al terminar la serie, nos daban una visión bastante global de la problemática de una ciudad que siempre le interesó (Homicio y The Corner son la prueba de ello). Y, ya que la HBO parece darse por satisfecha con mantener Treme en su programación, que también es de Simon pero es menos oscura, Starz busca el hueco dejado por The Wire de forma totalmente directa y descubierta.
En Boss, Grammer interpreta a un alcalde de Chicago, Tom Kane, que tiene los días contados como político desde que su médico le diagnostica una enfermedad neurodegenerativa que le borrará de la primera línea en menos de cinco años. Pero él ni planea hacerlo público ni quiere dejar de mover los hilos. Su intención es agarrarse al poder mientras le quede tiempo, no dejar de lado su sucia forma de hacer política y cobijar de una manera un tanto sospechosa al tesorero de Ilinois, Ben Zajac (Jeff Hephner), a quien quiere avalar para Gobernador del estado. Por lo tanto, Boss cambia Baltimore por Chicago, parcialmente su temática y también la coralidad por algo más egocéntrico, pues aquí el mundo gira entorno a Grammer, pero los objetivos son los mismos: hacer un retrato muy crudo de una ciudad.
Esto no significa, sin embargo, que me haya causado una mala impresión. Boss tiene un arranque tan lento como brutal y visceral y, desde el primer minuto y con Gus Van Sant detrás de las cámaras, quiere impactar con escenas muy potentes que se nos queden grabadas y penetren en los caparazones de los académicos de los Emmy. También tiene a un Grammer muy convincente, con un registro al que no estamos acostumbrados y que hace olvidar al instante que supuestamente se trata de un actor cómico (con tendencia a casarse con strippers). Y hasta despierta el interés de ver algo más y testimoniar cómo se van destapando las distintas capas de la vida del alcalde, incluyendo una esfera familiar que cuenta con Connie Nielsen como su esposa y una trama que me intriga bastante (hay esa hija que parece mudarse de vez en cuando a The Wire...).
Pero también es tanta la ambición del proyecto (y demasiado comparativa), que me siento obligado a tomármela con precauciones. No es que desconfíe de su responsable, Farhad Safinia (guionista de Apocalypto), pero su tono es tan solemne que temo que acabe agotándome. Esa era la ventaja de The Wire, que te hacía sentirte parte de las calles y te lo mostraba con naturalidad y sin excesos, en lugar de dejarte claro con cada plano que todo es muy, muy serio.
P.D.Podcastero: Sobre esta serie y otras discuto con Marina Such en el último programa del podcast Yo Disparé a J.R. que podéis encontrar también en la barra lateral del blog. Aquí tenéis la guía para el episodio:
- 0’: Boss.
- 16’: Grimm.
- 22’: La nueva etapa de Cómo Conocí a Vuestra Madre.
- 36’: The Vampire Diaries.
- 50’: The Secret Circle.
- 1h 2’: Ronda de respuestas con comentario sobre Downton Abbey.
4 comentarios:
¿No comentas la edición actual de Survivor ?
Ostrás, gracias. No sabía lo que me escamaba tanto de esta serie, pero has dado con la respuesta: es demasiado "solemne". No tiene ni un momento de humor o, siquiera, respiro. No digo que deba tener chistes, pero un momento más ligero no estaría mal. Sólo he visto 2 episodios y me gusta, pero no me veo capaz de hacer maratones, porque me agotaría moralmente.
PS: Por cierto, sé que Pan Am será tema del próximo podcast (¡que emoción!), pero... ¿soy la única que cree que después de los flojos episodios 4 y 5, la serie ha vuelto a remontar el vuelo?
Pablo, quizá algún día caerá un artículo antes de la final, pero no hay nada claro. Dos temporadas de La Otra Tribu hicieron que perdiera un poco la perspectiva de disfrutarla por disfrutarla. Creo que necesitaba un 'break' de hablar de Survivor.
Josh-oi-squirol, Pan Am es una postal preciosa. Hasta ni vi el bajón en el cuarto y quinto episodio (eché de menos a Collette, por supuesto, pero no me parecieron malos episodios). Eso sí, a ver si me pongo al día y descubro si hay más episodios como el de Berlín, una preciosidad.
La serie requiere de paciencia pero capi a capi la serie te va recompensando hasta llegar al CAPITULO que explota todo. Me ha gustado.
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