Cuando Peter Bishop se desvaneció en el aire, como espectadores supimos que las supuestas nuevas líneas temporales, las ámbares, en verdad seguían siendo la azul y la roja de toda la vida. Aunque nos quisieran hacer dudar como al propio Peter, no podía ser de otra forma porque lo habíamos visto con nuestros propios ojos. Las grandes tramas, entonces, tenían estar conformadas ‘sólo’ por cómo se resolvería la no-existencia del hijo pródigo y cómo unirían a Peter y Olivia. Un conflicto que, a resumidas cuentas, ya habíamos visto.
En la tercera temporada, Peter había convivido con una doppleganger de Olivia y había caído en su engaño, mientras ella resolvía casos en el otro universo sin saber su propia identidad. Este arco argumental, que fue la culminación creativa y narrativa de Fringe, nos reveló que estos dos amantes funcionan mucho mejor cuando hay obstáculos aunque diría que es más una cuestión de guión que de química.
Los escritores de la serie jamás han dado la impresión de esforzarse demasiado en desarrollarlos como pareja. Posiblemente siempre han considerado que en un clima tan frío como Fringe, no tenían demasiada cabida las estampas cotidianas y cariñosas de esta pareja, sobre todo cuando ellos son a todas luces una pareja aburridamente bien avenida en la intimidad. Por esto seguramente han racionalizado en exceso esta química y a día de hoy aún cuesta imaginarles teniendo una conversación que no tenga que ver con traumas infantiles y monstruos de la semana y, de hecho, ese momento “he pedido comida” era tan sorprendente para Peter (porque Olivia recordaba la vida pasada con él) como para los espectadores (porque nunca la habíamos visto con semejante complicidad). Por suerte, cuando les tienen separados son mucho más estimulantes.
Las circunstancias de la primera separación, cuando Peter y Olivia habían entendido que su amor tenía mucho más de destino que de casualidad, le había creado algunas cicatrices a la agente del FBI y él no estaba dispuesto a hacerle más daño. De aquí que decidiera mantener las distancias con Ambivia, convencido de que no podía ser su Olivia. Pero quizá porque el verdadero conflicto entre ellos dos no se inauguró hasta pasada gran parte de esta cuarta temporada, no tuvo el mismo efecto. No había excesivas barreras (hubiera sido mucho más interesante si Ambivia hubiera estado en una relación con Lincoln) y el alzheimer de ella, muy dramático, duró relativamente poco. Y, mientras que es obvio que cualquier separación siempre va a ser temporal y que su encuentro por la calle fue precioso, no fue absolutamente épico.
La cocción había sido tan y tan lenta que el plato estrella nos llegó a la mesa algo tibio y de cara a la season finale, que puede ser una series finale a tenor de las audiencias (aunque también lo pronostiqué el año pasado y el tiro me salió por la culata), cuesta imaginar un clímax aún más intenso. Bueno, todavía tienen que practicarles una catarsis a todos los demás personajes y aún planea por el horizonte esa amenaza del Observador de que Olivia tiene que morir, pero diría que emocionalmente ya hemos llegado a nuestro destino. Algo que no sería tan extraño teniendo en cuenta que casi ni me acuerdo de qué ocurrió en la tercera temporada después de que Olivia regresara a su hogar.
2 comentarios:
Si de verdad esta va a ser la última temporada, solo espero que le den un final digno y cerrado. Nada de dejar cosas en el aire, o en un total "Continuará" esperando una temporada que no llegará nunca.
Por cierto, los demás personajes (sobre todo Walter), ¿no deberían tener también aunque sea flashbacks de lo que vivieron con Peter?
Tienes toda la razón. La segunda parte de la temporada 3 es totalmente olvidable. Además, qué mal cerraron la trama del de los bolos, por favor!
Esta 4a temporada me está gustando bastante. Los últimos 2 capítulos (el del monstruo y el del shapeshifter) son excelentes.
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