Pocas semanas antes de anunciarse las candidaturas a los Emmy, los especialistas contemplaron la posibilidad de que Boardwalk Empire perdiera su puesto en la categoría de mejor serie dramática. La HBO la había diseñado para que defenestrara Mad Men de su trono y, teniéndolo todo de cara, fracasó. De hecho, las victorias de Friday Night Lights en las categorías de guión y actor demostraron que ni tan siquiera había estado cerca, y la percepción que acabó predominando fue que nunca había gustado tanto como se había creído.
Por suerte para ella, los pronósticos no se cumplieron y Boardwalk Empire vuelve a optar al premio gordo. La diferencia con respecto al año pasado, no obstante, es que ahora nadie se la toma como una verdadera candidata. Da la impresión que está más por respeto al canal que por méritos propios, o simplemente porque les daba vergüenza despreciarla después de intentar encumbrarla. Sólo hace falta ver cómo se ha ignorado a Kelly McDonald como actriz de reparto, a pesar de ser prácticamente protagonista, encarnar simbólicamente el corazón de la serie y tener escenas para enmarcar. Señal que su vehículo, por más que predomine en categorías técnicas, ya no interesa.
Su primera temporada se caracterizó por construir muy lentamente el sistema corrupto de Atlantic City y asentar los personajes en sus posiciones para poder construir después un relato dramático. Sobre todo a Margaret Schroeder, la pobre viuda encandilada por Nucky Thompson y la única mirada sensible en este pozo de ambición. Pocas series han tenido menos alma en sus primeros episodios (por las visibles pretensiones y esa ambientación tan bonita como aséptica), de la misma forma que su tramo final fue muy estimulante. La presentación permitió que cada movimiento estuviera explicado y justificado y que tuviera sus consecuencias.
Después de semejante introducción, en mi opinión, era de esperar que la segunda entrega arrancara con el motor en caliente. No era The Wire, donde presentaban nuevos escenarios y actores en cada temporada. Aquí los personajes seguían siendo los mismos y solamente tocaba proseguir con el relato, desviándolo hacia las nuevas motivaciones de Jimmy Darmody, que quería abandonar su puesto de mano derecha ejecutora para pasar a ser el dueño de la ciudad. Pero, otra vez, Terence Winter optó por planear a largo plazo y consiguió, otra vez, hacer un primer tramo tan bien producido como aburrido (curiosamente, nunca se habla de Winter al hablar de la serie), y tan inteligente como frío y excesivamente calculado.
Lo que vino a continuación, como también era de suponer, fue un clímax dilatado, consecuente y conceptualmente trepidante. Por fin las piezas encajaron y el hielo se derritió para dejar paso a la sangre, con escenas sorprendentemente gore. Los últimos episodios se convirtieron en una tragedia griega y brindaron escenas memorables, sobre todo en cuanto al arco de Jimmy (Michael Pitt, por cierto, es tan mediocre como acertado en el papel). Destacaría los finales de los capítulos diez y once, los flashbacks tan repulsivos como brillantes (de remover el estómago) y el montaje de la season finale con la fiscal ensayando su caso. Impecable.
El problema, sin embargo, es hacer balance y decidir si un tramo final brutal justifica la falta de garra durante toda la preparación. Si tres personajes intrigantes (Margaret, Jimmy y la madre de este, porque Nucky es bastante previsible) compensan una galería de secundarios funcionales pero sin potencial humano. Y si cuatro episodios legitiman el tedio de los ocho anteriores, correctos pero desalmados. Según parece, a los Emmy no les compensa. En mi caso, el jurado aún está deliberando con la esperanza de que la tercera temporada arranque con la genialidad con la que se despidieron. Un deseo que, siendo realistas, es bastante improbable.
2 comentarios:
Lo siento, pero no estoy nada de acuerdo, pese a que sea de ritmo lento no me parece que sea tan fría como comentas (ni muchísimo menos) y me gusta muchísimo.
¡Saludos!
El lado débil y oculto de Nucky tiene un nombre Margaret Thompson, este personaje simplemente me encanta, porque hace ver al personaje de Steve Buscemi un tanto más humano.
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