El canal BBC America hacía algún tiempo que tanteaba el mercado estadounidense. La ventaja de las series que podía exportar era que, a diferencia de las demás producciones europeas, compartían el vínculo lingüístico y había cierta predisposición por parte del público, como demostró la aceptación de Merlin tanto en NBC como en SyFy. Esto les motivó a abrirse paso entre el público con la exportación del clásico por antonomasia del canal británico, Doctor Who. Situaron al protagonista en Utah al inicio de la sexta temporada y el actor Matt Smith se recorrió el territorio con la esperanza de meterse en el bolsillo a los amantes de la ciencia ficción. Son una audiencia relativamente minoritaria en televisión, pero muy agradecida, entregada y que suele dar bastante visibilidad a las obras con las que se obsesiona. Shonda Rhimes y Dan Harmon, por ejemplo, homenajearon al Doctor en Anatomía de Grey y Community. Y, con las últimas temporadas de Sherlock y Luther, directamente fueron a por todas. Se gastaron algún dinerillo en promoción, enamoraron a la crítica y encima la operación se saldó con unas cuantas nominaciones a los Emmy.
Por entonces las intenciones de BBC America ya eran obvias. La afortunada historia de AMC, que pasó del anonimato al estrellato de la noche a la mañana gracias a Mad Men, permitían creer que era posible triunfar en el competitivo mundo del cable. Claro que ellos fueron paso a paso, se tomaron su tiempo, esperando a que la ficción británica tuviera suficiente visibilidad en la industria televisiva (y el éxito de Downton Abbey, rival de BBC en el Reino Unido, también ayudó), y finalmente estrenaron Copper este domingo, su primera ficción original producida por Barry Levinson y que sigue a Kevin Corcoran, un policía irlandés que resuelve crímenes en la Nueva York de 1860.
Lo curioso de esta operación es que, mientras BBC America lleva años abriendo camino a las series británicas (ni que sean las más populares mencionadas arriba), Copper no puede intentar parecer más americana. Se sitúa en la ciudad más popular, se impregna de la historia del país (las condiciones sociales de los negros, por ejemplo, no tienen equivalente) y sigue dos pautas muy claras: por un lado aplica el esquema procedimental norteamericano y resuelve un asesinato en cuarenta minutos, y por otro utiliza una dureza propia del cable más duro y arriesgado de EEUU. Pero no se trata del realismo desencantado de los británicos (Scott and Bailey, sin ir más lejos, resuelve crímenes y tiene toques crudos muy de vez en cuanto), sino de uno mucho más consciente de si mismo. Saben en qué país están y qué elementos pueden considerarse transgresores y generar impacto. No es ninguna casualidad que en la primera escena una niña de diez años se insinúe al protagonista y que el corazón de la serie vaya a ser una prostituta interpretada por Franka Potente.
Esta visible falta de naturalidad sorprende. Sus creadores, Tom Fontana (Oz) y Will Rokos (Southland), habían demostrado anteriormente que podían escribir grandes dramas humanos y, en cambio, en Copper sólo se ven las piezas del engranaje. Están el imperfecto héroe torturado, el despreciable villano, la puta del corazón de oro, alguna lectura social demasiado obvia y una dirección artística muy saturada. Se nota en exceso la desesperación para hacer de Copper una serie de culto (como le ocurrió a AMC con Hell on Wheels) y, en cambio, se echa de menos el savoir faire de la BBC británica. Lo cual es irónico, pues justo creía que este era su selling point y lo que podría diferenciar este drama policial del superpoblado cable americano.
1 comentario:
Pues mira me daba pereza pero se me han quitado las ganas... (mira que es dificil atinar con los 'demuestra que no eres un robot' jajaja)...
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