Las muñecas rotas son probablemente uno de los souvenires más típicos de Hollywood. Adoptan niños y niñas cuando aún están en la infancia, aprovechan su gracia para las series de televisión y películas, y cuando son mayores, si el físico o el talento no acompañan, acaban excluidos del selecto club del entretenimiento. Posiblemente volviendo a la vida normal, la de los humanos no-famosos, o intentando regresar a la luz de los flashes de los paparazzis. Puede que ahora pensemos en el desaparecidísimo Haley Joel Osment, que fue promesa hasta que pasó la adolescencia; Mischa Barton, que cuando la industria y el público la ignoraron fue ingresada en un psiquiátrico por riesgo a infligirse daño a sí misma; Lindsay Lohan, de niña prodigio a drogata oficial; o Macaulay Culkin, cuyos padres le estafaron el dinero ganado con Solo en Casa.
Estos fueron casos que pudimos seguir por los titulares que inspiraban o justamente por todo lo contrario, por su sistemática desaparición de los medios (como ocurrió con Osment). Pero la muchas veces odiosa y otras maravillosa telerrealidad americana está permitiendo que ahora mismo veamos todo el recorrido de estos niños prodigio, mostrándonos el antes y después del éxito. No es que haya ningún programa de viejas estrellas (aunque Celebrity Rehab a veces lo parezca), pero a través de varios realities se puede contemplar y casi estudiar el proceso, desde el voraz hambre de la industria a qué queda de las estrellas infantiles que no saben adaptarse al mundo adulto.
En el polémico docurreality sobre concursos de belleza infantiles Toddlers and Tiaras y su spin-off Honey Boo Boo, por ejemplo, se puede ver el aberrante concepto del éxito que tienen algunos padres. Gente que tiene metido en la cabeza que sus hijos deben lograr la excelencia y un hueco en la industria del entretenimiento. Al igual que ocurre en Dance Moms, donde un grupo de mujeres fuerzan a sus hijas a ser bailarinas profesionales, obligándolas a dar cinco horas de entreno todos los días de la semana con un monstruo como profesora, que les inculca que ser normales significa ser vulgares y que competir sólo tiene sentido si logran el éxito absoluto. Y, si bien las reinas de belleza sueñan con ser famosas y forrarse con cuatro o seis años (maquilladas como pequeñas prostitutas para gustar a unos jueces adultos), a las bailarinas les enseñan que no ser las primeras significa ser prácticamente inútiles. Una formación que de bien seguro no dista mucho de la que dio Dina Lohan a su hija Lindsay, o la señora Spears a Britney y Zoey.
Pero diría que aún es más interesante ver la cara negativa con perspectiva, de la boca de aquellas pequeñas estrellas que como adultas no encontraron un hueco en la profesión. Hace dos temporadas que de forma involuntaria Kim Richards (hermana de Kathy Hilton, por cierto) nos enseña en The Real Housewives of Beverly Hills qué le puede ocurrir a una niña si se queda sin infancia. Actuó con seis años y durante tres temporadas en la serie de televisión Nanny and the Professor, después se convirtió en la niña de los ojos de la factoría Disney, protagonizando varias películas incluyendo Escape to Witch Mountain, y ahora es una madre divorciada que busca constantemente la aprobación de su hermana menor y que tiene problemas para relacionarse con otras mujeres, dejando entrever que una infancia tan poco convencional le impidió desarrollar ciertas conductas sociales. A ratos parece que nunca haya dejado de ser una niña cuando a los dieciocho años ya conducía un Ferrari.
No todos los prodigios, sin embargo, tienen que acabar en rehabilitación y siendo unas maleducadas como Richards y ahora tenemos a Lisa Welchel en mi concurso favorito, Survivor. En su caso, se trata de una antigua mouseketeer del Mickey Mouse Club de Disney en los años setenta que acabó co-protagonizando una sitcom a finales de los setenta y que duró nueve temporadas, The Facts of Life. Y, si bien una educación estrictamente cristiana impidió que cayera en ciertos vicios (sólo hace falta ver a Britney Spears, mosquetera en los noventa), las anécdotas y la visión que tiene de su carrera es muy reflexiva.
Nunca sobrevivió a ese éxito, se convirtió prematuramente en una vieja gloria y ella misma reconoce una y otra vez que perdió una parte muy importante de su vida intentando ser un modelo a seguir, queriendo contentar a su público. De aquí que se plantee continuamente cómo jugar el juego, si ser fiel a si misma o ser fiel a la imagen que algunos aún conservan de ella. Y sus constantes confesionarios, donde expone sus dilemas, son muy enriquecedores. Ayudan a entender la presión en la que viven todas muñecas del sistema de Hollywood. Pero lo más triste es que, mientras ella habla, hay muchas madres que planean la llegada de sus hijas a Los Angeles y muchas otras perdiendo su niñez por un futuro incierto donde quizá descubrirán que la fama no lo era todo (o se pasarán toda su vida persiguiéndola). Aunque, juicios aparte, este relato que fluye a partir de varios programas está siendo muy estimulante, sobre todo si se quiere conocer una de las caras más oscuras de Hollywood.
2 comentarios:
Al comenzar a leer la entrada, sabía que acabarías hablando de Lisa de Survivor xD
Fue ella quien me inspiró la entrada. Sus disertaciones sobre su infancia me parecen muy interesantes. :)
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