domingo, 13 de enero de 2013

La casa encantada, no. El manicomio, sí.

Diría que nunca ha existido una campaña de promoción televisiva más cuantiosa e insistente que la de American Horror Story: Asylum. Durante todo el año tuvimos que soportar que apareciera más y más material en los medios, desde teasers, pósters, anuncios de fichajes y una bestialidad de imágenes que saturaron y que, en realidad, no aumentaron la expectación sino que cansaron antes de tiempo.

Querían asegurarse de informar a su público que verían una historia distinta a la de su primera temporada, aún más loca, y también comunicar que sería un fenómeno, algo que por sus audiencias se consiguió a medias (esta entrega no ha perdido público, que era un riesgo, pero tampoco lo ha ganado). Sea como sea, tanta publicidad no solamente no me convenció sino que, teniendo manía al señor Ryan Murphy por un estilo excesivo que muchas veces deja de funcionar al cabo de unos episodios, me predispuso a alejarme aún más de ella. Claro que en mi caso no era muy difícil: había detestado la desdicha que sufrió Connie Britton en la casa encantada del primer año.

Las listas que escribieron los medios norteamericanos, sin embargo, me despertaron el gusanillo cuando incluyeron este tormento de psiquiátrico entre las mejores obras del año, sobre todo porque las entrevistas a su co-creador más famoso me divertían sin tan siquiera verla (por escrito su argumento es aún más ridículo). Y, debo reconocerlo, claudicar ha sido todo un acierto. Finalmente le concedí cuarenta minutos y todo aquello que temía resultó ser cierto. Pero en el buen sentido.

En Asylum hay monjas crueles, científicos locos, amputaciones, posesiones, nazis, alienígenas y un psicópata en concreto que pondría los pelos de punta a cualquiera de los anteriores. Y su fotografía es decadente y opresiva, sus decorados descorazonadores, el montaje es psicotrópico y literalmente los guiones se van de madre en cualquier momento. Nada ni nadie es intocable y lo recalcan muy bien cuando llega al manicomio una señora que asegura ser Anna Frank. Pero, curiosamente, todo funciona. Desde el primer minuto. ¿La clave? Que Lana y Kid, los dos pacientes-reclusos protagonistas, injustamente encarcelados en un psiquiátrico donde nadie sale vivo y la tortura está al orden del día (ella por ser lesbiana, él por unos crímenes que no cometió), calan automáticamente. Ya sea porque Sarah Paulson transmite humanidad, Evan Peters inocencia o porque los responsables se toman la molestia de retratarlos como los seres enjaulados con los que hay que sufrir.

Gracias a esto, todas las piezas van encajando. El absurdo, el delirio, el terror y las ganas de ver triunfar el bien, algo que jamás ocurrió con la familia Harmon encabezada por Connie Britton y Dylan McDermott. Y eso que Asylum es mucho más enferma, debería ser mucho peor y es todo lo contrario.

(A Jessica Lange ni la menciono. Como todo lo demás (y todos los miembros del reparto que repiten de una temporada a la otra), funciona. Y suficiente se ha hablado de ella. Todo cierto, por otra parte. Ah, y la imagen la he sacado de aquí. Menuda maravillas se curran.)

3 comentarios:

Eloi Bigas dijo...

Totalmente cierto. Le da mil vueltas a la primera temporada, que a partir del capítulo 6 era una mierda pinchada en un palo.

Anónimo dijo...

También totalmente de acuerdo. Sobretodo en que te identificas con los dos protagonistas desde el primer instante (impagable Sarah Paulson en esta temporada) y además podemos ver algo de luz al final del tunel y, aunque hay muertes, hay pequeñas victorias de los buenos. La casa de la primera temporada y sus fantasmas se les quedó pequeña enseguida y lo estrambótico no terminaba de cuajar como lo hace aquí, que da igual que hagan aparecer extraterrestres, demonios o mutantes, todo tiene su hueco y su sentido. Se nota que han aprendido de sus errores y seguro que nos espera una tercera temporada igual o mejor. Y si es con Dylan McDermott al frente de nuevo mejor.

Crítico en Serie dijo...

Eloi, y la saturación no funcionaba de la misma forma.

Elultimogoonie, lo importante de Dylan McDermott es que le den escenas con o sin toalla. Se echó de menos en esta temporada. Lleva muy bien sus cincuenta tacos.