Domingo, 2 de septiembre de 2012
“La serie de Mindy Kaling tiene clara su identidad desde el minuto uno. Es una comedia romántica de veinte minutos (...).”
Cuatro meses después, nada queda de esa opinión inicial. The Mindy Project es exactamente todo lo contrario. Desde ese episodio piloto que se filtró por adelantado, maravilloso, la serie ha estado continuamente en obras. Kaling descartó a Stephen Tobolowsky como secundario, fichó a Ike Barinholtz para el segundo episodio y se lo quedó; y, de la comedia romántica que tanto esperaba, no queda absolutamente nada.
De hecho, si no he hablado antes de la serie es porque me tiene descolocado. No entiendo qué quiere hacer la creadora con ella. Intuyo que quiere hacer la comedia femenina y urbana en la que FOX tenía tantas esperanzas y también supongo que su intención es tener un humor con sello propio, pero de verdad que no lo pillo. Los episodios tienen un tratamiento más propio de los dramas televisivos pero en cápsulas de la mitad de tiempo. Tiene un elenco coral pero prácticamente en ningún episodio se aprovecha más de un secundario. Y su humor no es incómodo, no es simpático, no es happy place, ni tiene slapstick. Está en tierra de nadie y no sé si es malísima, si es un intento de algo superlativo que no logra o si simplemente no lo entiendo.
En el fondo, me recuerda un poquito a New Girl el año pasado, una serie que jamás creí que fuera la mitad de graciosa de lo que pensaban algunos y que encima estaba encantada de conocerse. Oigo la voz de Mindy, sé que es suya, pero no pillo qué quiere decirme o dónde está exactamente el humor. Y la crítica americana me tiene igual de confundido. Leo reseñas donde se alaba cómo un episodio está por encima de la media (el de las comadronas, el especial de Navidad) y, cuando finalmente lo veo, me quedo a medias.
Esos dos ejemplos puede que estuvieran más centrados pero no creo que funcionaran como debían, sobre todo el descalabro de fiesta de la protagonista. Se buscaba la excusa, se celebraba la Navidad en su casa y, cuando pasó el punto álgido, no fui capaz de discernir qué buscaba Mindy. Probablemente, que fuera cómico, que fuera dramático, que fuera ridículo y que encima nos dejara con un buen sabor de boca con la idea de que son una familia. Pero ese clímax no llegó a ningún pico y, cuando acabó el episodio, me quedé igual que estaba. Entiendo el ejercicio pero no opino que fuera un éxito ni nada parecido.
Y, lo más frustrante de todo esto, es que el piloto nos engañó. Era prometedor y confiaba en que la guionista y actriz nos trajera la rom-com al formato de veinte minutos (como hizo durante seis episodios Bent la primavera pasada). Al cabo de nada, sin embargo, nos dijo que eso era un caso aislado y que no era su voluntad homenajear constantemente el género. Entonces, ¿por qué le dedicaste el piloto, Mindy? De verdad, chica, que no te entiendo y ya no sé si vale la pena seguir intentándolo.
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