La televisión española es un marrón, sobre todo si estás acostumbrado a escribir sobre series y programas de telerrealidad norteamericanos. En parte porque los lectores de esta página pasan olímpicamente de ella (a menos que sean productos de marca tróspida) y también porque me cuesta una barbaridad analizarla. ¿Lo hacemos con la misma regla que las demás, como las que provienen de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o, como está de moda, Dinamarca? ¿O rebajamos el listón para dejarla mejor por ese plus de proximidad?
La excusa, por supuesto, es Familia, la serie con la que Telecinco pretende abrirse camino en la ficción, ahora que el público sólo la busca en la competencia, ya sea Antena 3 o La 1. Un comedia que, como indica su nombre, es de temática familiar y que se centra en los Oquenda, una familia de clase media donde todos buscan continuamente la ayuda de Carlota, la hija mediana y madre soltera cuyo hijo adolescente es el menor de sus problemas.
Para empezar, mejor ventilo rápidamente aquellos defectos que bien podrían evitarse y que parece que hay que pasar por alto porque estamos ante una serie española. El sonido, por ejemplo, fue un horror. Los besos y tacones se escucharon mejor que los diálogos en varias ocasiones y, de por sí, la realización era propia del daytime. Que sea una comedia no significa que tenga que descuidarse técnicamente. Y, como ocurre muy a menudo (en Gran Hotel pasa igual), varios actores parecían estar actuando en una serie completamente distinta. Especialmente Santiago Ramos, el patriarca, que seguía con el registro casposo de Aquí No Hay Quien Viva. Un error de cásting de esos que chirrían tanto como un gato arañando una pizarra.
Pero, como es una serie familiar, hay otros aspectos que tener en cuenta y donde Familia sí brilló. El guión, por ejemplo, retrata desde el primer minuto la mayor parte de los personajes y comprende bastante bien la filosofía de dos series americanas del mismo género. Por un lado, intenta hablar de la familia como un núcleo íntimo interdependiente, con sus dosis de cal y arena, como hace Parenthood (es imposible no comparar la trama de Juana Acosta con la de Julia Braverman). Y, en cambio, hereda de Brothers and Sisters la locura de algunas de sus relaciones, un toque más cómico y unas escenas corales que quieren ser chispeantes. Cuando Carlota coge el teléfono para hablar con varios de los miembros de su clan, los Oquenda recuerdan inevitablemente a los Walker.
Nada de esto funcionaría, sin embargo, sin la naturalidad de Alexandra Jimenez, el ancla en todos los aspectos, tanto porque su Carlota es la protagonista de esta serie coral y también porque logra tener química con todo el reparto, incluso cuando Santiago Ramos y Maribel Rivera pierden los papeles. Y, si bien es muy fácil criticar Familia por sus fallos (el brindis futbolero es bochornoso, la madre está loca, a Nausicaa Bonnin se la ve forzada como la impulsiva hermana menor), el balance es positivo. En una serie de estas características lo más importante es tener una dinámica coral interesante y entretenida y, de momento, los Oquenda son lo suficientemente creíbles y genuinos. Ni que sea porque Alexandra lo hace posible.
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