La expiación de Smash, por lo que parece, será uno de los temas más comentables de esta temporada. Como ya he comentado varias veces, Josh Safran es quien ahora lleva las riendas de la serie durante la segunda temporada para salvar la obra y su objetivo es muy claro: reconducirla porque, tras el piloto más alabado de los últimos años, fue destruida tanto por la crítica como el público. Y lo más divertido es que cada capítulo deja alguna anécdota y demuestra por qué camino quiere ir el showrunner.
Primero, despachó rápidamente en un episodio a todos los personajes que no acababan de cuajar y reconoció que los guiones no habían estado a la altura de las expectativas cuando Julia, la letrista del ficticio musical de Bombshell, también fue acusada de haber escrito un cuaderno ridículo. Pero en el segundo episodio, emitido la semana pasada, aún hubo más alusiones a las reformas que está aplicando Safran. El número musical que improvisaron en una gala de Broadway fue un recordatorio de “qué nos perderíamos sin el musical de Marilyn Monroe”, que dijo el personaje de Anjelica Huston y que se podría relacionar perfectamente con Smash en sí, si no le hubieran querido dar una segunda oportunidad. Y hasta podríamos
La anécdota más divertida, sin embargo, se la llevó ese dúo formado por los compositores cuando Tom le aconsejó a Julia que dejara de lado las bufandas y los pañuelos porque no la favorecían. Y es que no había hate-watcher que no se recreara con los estilismos de Debra Messing, ciertamente de payasa. En Vulture, por ejemplo, metieron el dedo en la llaga cuando escribieron este artículo sobre los errores de vestuario del personaje.
Aparte de los metacomentarios, Smash también demostró en su segunda entrega que quería tener un tono más desenfadado pero con unas tramas más sólidas. Nada de dramas innecesarios que no tengan nada que ver con el musical de Marilyn, que fue uno de los elementos más criticados. Julia y Tom viven su spin-off ahora que son compañeros de piso y deben trabajar para tener un guión mejor, Eileen hace lo posible porque su proyecto siga adelante a pesar de los obstáculos, Ivy intenta redimirse tras ser una zorra y Karen y Jack configuran un peculiar dueto, desarrollando el trabajo de la vedette y fijándose en el talento de dos barmans de Manhattan que creen que tienen algo que aportar al mundillo de Broadway.
De momento, que conste, aún dudo de si este será el camino adecuado porque han optado por un tono muy ligero y no le sentaría mal un poquito más de dramatismo. Pero, por lo menos, se nota en cada minuto que hay otra persona encargada. Es muy curioso, además, leer este artículo que enlazó mi compañera Marina Such donde varios trabajadores de Smash explican desde el anonimato porqué la serie fracasó creativamente en su primera temporada. Durante los meses posteriores a su despido, Theresa Rebeck había acusado a los mandamases de meterse demasiado en la toma de decisiones creativas de la ficción, erigiéndose en mártir, y ahora salen a la luz declaraciones de compañeros que la describen como una controladora desconfiada que nunca aceptó ninguna sugerencia. Según esas fuentes, ella consideraba que Julia era una versión de sí misma y todo lo que le sucedía al personaje le encantaba, y creía que todos los guionistas que le proponía el canal estaban allí para destruir su visión. Una visión que todas las fuentes culpabilizan del fracaso de Smash.
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