Lees un guión, encargas un piloto, lo ves, haces un pedido de unos cuantos episodios y al final decides quemarlos al final de la primavera, cuando los espectadores ya no están tan pendientes de la televisión. No tiene sentido para a los ojos del público pero es una práctica bien habitual en la televisión americana. ¿Por qué no iban a confiar en ellas, si les veían potencial? ¿O quién fue el estúpido que pidió una temporada sin darse cuenta que eran bazofia?
‘The Goodwin Games’, por ejemplo, no era basura pero tampoco era un pelotazo. La FOX debió comprarla, diría, influenciados por la idea de que estaba creada por Craig Thomas y Carter Bays. Todo el mundo quería una serie escrita por estos dos, que tienen la serie de éxito menos rutilante de la televisión. Y con esto quiero decir que sufrió para renovar alguna temporada y ahora lleva varios años en la cresta de la ola. Todo gracias al mundo de la sindicación y las reposiciones en otros canales. Y ahora la CBS no imagina una programación sin ellos, aunque está desesperadamente buscándoles un sustituto para empezar la noche de los lunes.
El nuevo proyecto, sin embargo, no tenía el mismo gancho. Se podía permitir las triquiñuelas temporales y absurdas que tanto les gusta a sus responsables, pero no le tenía el pulso cogido al humor. Tres hermanos que están obligados a competir en unos juegos diseñados por su padre si quieren recibir su millonaria herencia. Becki Newton y Scott Foley son parte del reparto. Y el piloto no es gracioso, ni deja entrever potencial, ni tiene unos personajes atractivos. Sobre todo por T. J. Miller, el tercero en discordia y que tiene el momento más lacrimógeno y innecesario del piloto. ¿Es un drama o una comedia? ¿Hace falta? No. Ni una escena tierna con una niña, ni la serie en sí.
Y ‘Save Me’ es el otro caso de juzgado de guardia. En los upfronts del año pasado la anunciaron en NBC como una de las grandes apuestas y... ¿dónde fue a parar? Pues en el contenedor de los cacharros inútiles. La estrenaron deprisa y corriendo hace tres semanas al igual que hicieron con ‘Bent’ la temporada anterior, emitiendo los episodios de dos en dos, no vaya a ser que moleste en la programación más tiempo del necesario. ¿Por qué? Pues todavía no lo sé.
Esta serie de Anne Heche, sobre una borrachuza madre de familia que casi muere, ve la luz y pasa a escuchar la palabra de Dios, tiene sus defectos pero también es entrañable. Y lo más importante: es mejor que ‘1600 Penn’, ‘The New Normal’, ‘Go On’ y ‘Guys With Kids’, las comedias que el canal sí decidió estrenar en fechas apetecibles. Anne Heche la lleva con soltura, demuestra que tiene un don para la comedia y, si bien tiende a la sobre-actuación, carga toda la ficción a sus espaldas.
Una serie modesta, que conste. Una serie que a ratos parece que se equivocó de formato, como si le faltasen veinte minutos más para darle más profundidad a los secundarios y convertirse en una comedia dramática como otra serie de su Heche, ‘Men in Trees’, o ‘Bunheads’ de ABC Family, un género que se prodiga poco en televisión y cuyo último ejemplo de éxito debe ser ‘Las chicas Gilmore’, fuera de antena desde 2007. Pero su protagonista hace que valga la pena como la química de Amanda Peet y David Walton hacía que ‘Bent’ fuese una grata sorpresa. Lástima que también desaparecerá porque alguien decidió que no valía la pena promocionarla y procurar que alguien la viese. Así que, por favor, alguien le busque otro proyecto a Heche.
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