lunes, 5 de agosto de 2013

Las lecciones de 'The O.C.'

Cuando a menudo cuento que ‘Mujeres Desesperadas’ fue la primera serie que me abrió las puertas a un nuevo mundo, el de la versión original y el seguimiento de ficción al mismo ritmo que Estados Unidos, a menudo paso por alto que no fue la única. Por entonces tenía diecinueve años, un vecino sin contraseña en su banda ancha de internet y una obsesión: ‘The O.C.’.

Siempre he adorado el concepto de culebrón de primetime. Más todavía si se trata de adolescentes, que sienten más a flor de piel todos los sucesos que viven. Y, si encima la protagonista es una alcohólica de quince años como Marissa Cooper, mejor que mejor. Ella y su vodka, ella y su necesidad de amistarse con balas perdidas, ella y su complicada situación familiar. Normal que acabase mal y que Mischa Barton tomase semejantes hábitos cuando las cosas dejaron de irle bien e ingresase en un psiquiátrico.

‘The O.C.’ me enseñó que un personaje muy dramático siempre vive bajo la ley de Murphy. Ellos partirán con la idea de que los astros se alinearán por ellos y sí lo harán, pero en sentido contrario. Si algo puede salir mal, les saldrá peor. Ellos siempre tomarán también la decisión más inadecuada en el momento más inoportuno. ¿Por ejemplo? Se saltarán un test de admisión del instituto para ir a ayudar a una amiga, como si dos horas después no pudieran hacer exactamente lo mismo. Porque su mentalidad consiste en vivir como si no hubiera un mañana. Ellos siempre se esforzarán por resolver todos los conflictos ese mismo día, dando igual las consecuencias. Y al despertar a la mañana siguiente no entenderán que ese día tampoco es el último de sus vidas y que, por lo tanto, pueden relajarse un poquito. No, jamás.

También me enseñó que un buen cásting no siempre es cuestión de encontrar a los mejores actores sino a los más adecuados para el papel. Me refiero, por supuesto, a Mischa Barton, mala actriz donde las haya y perfecta como la insegura e inestable Marissa, la reina del baile, la cleptómana oficial de Newport Beach, lesbiana en sus ratos libres y la borracha que no puede faltar en ninguna fiesta. Y que, si todos los personajes funcionan, te puedes permitir tener a un actor protagonista todavía peor. Ben McKenzie, si bien estuvo fantástico en ‘Southland’, ni colaba como chico del ghetto, ni tenía un atisbo de expresión facial. Suerte que tenía a Sandy, a Kirsten y a Seth Cohen, cuyos intérpretes tenían carisma de sobras y nos hacían creer que efectivamente Ryan Atwood tenía algo especial.

‘The O.C.’ me demostró que existe una canción para cada momento. En esta entrada que he escrito en ¡Vaya Tele! pongo unos cuantos ejemplos y aquí pondré uno de los descartes de la entrada. No será la mejor selección musical pero sí tiene el último momento entrañable de los fantastic four (Ryan, Marissa, Seth y Summer).



Y el tiempo me enseñó la triste realidad de que no siempre hay en antena un drama teen de calidad que explore el sentir adolescente. ‘Gossip Girl’ no lo era, ‘90210’ todavía menos y ‘Glee’ tampoco. Y ‘The Vampire Diaries’, que sí tiene muy buenas temporadas, va por otro camino. Trama, trama, trama y muy poco desarrollo de personajes. Porque ‘The O.C.’ podía tener giros de manual pero jamás perdió de vista a sus personajes principales, que podíamos conocer y comprender, si bien siempre tomaban las decisiones equivocadas. Puede que dieran vueltas sobre sí mismos, pero siempre fueron fantásticos, y hoy que cumplen diez años es un buen momento para recordarles.

1 comentario:

Inma dijo...

Qué gran verano el de su emisión en TVE! Aquí otra fan!