Si tuviera que describir la quinta y última temporada de ‘Fringe’ con pocas palabras, la calificaría de “experimento fallido”. Constituye probablemente la mejor idea peor llevada a cabo que haya visto en mucho tiempo. Los productores sabían que era la última, podían dar rienda suelta a su visión porque ya no importaban las audiencias y pensaron algo estimulante: trasladó a los protagonistas a un futuro desolador donde debían evitar la extinción de la raza humana. Pero, en lugar de ser un epílogo melancólico, excitante y emotivo, quedó algo frío y directamente aburrido. ¿Su único responsable? J.H. Wyman, que ejerció de showrunner en solitario.
Esta introducción no es una puñalada gratuita al universo de ‘Fringe’, que aportó grandes momentos a la televisión, sino que viene a colación del estreno de ‘Almost Human’, la gran apuesta de FOX para esta temporada y cuyo creador es precisamente Wyman. Una serie de ciencia ficción ambientada a mediados del siglo XXI donde los agentes de policía trabajan en compañía de androides más racionales que ellos para controlar las operaciones, para evitar la corrupción y procurar que se cumpla la ley. Y, tras ver cómo se las apañó este guionista con los últimos días de Olivia Dunham, imaginé que sería mucho menos entretenida de lo aparentaba. Estaba en lo cierto.
No es una cuestión de que deteste las series de casos ya que, como defendí el otro día, es un género que se merece mucho más respeto del que recibe. El problema es que, si lo importante es la investigación y no averiguar cuál de los sospechosos es el responsable (algo con lo que juegan ‘CSI’ o la mítica ‘Se ha escrito un crimen’), debe cuidarse muy bien el universo donde se enmarca la acción, el tono y los personajes. Sí, esto es elemental en cualquier serie pero no siempre se consigue y ‘Almost Human’ precisamente tiene el deber de sentar las bases de un universo. A partir de los primeros episodios, no obstante, se percibe más una estética (muy cuidada, eso sí) que un mundo, algo para lo que hay margen de mejora porque no todas las series despegan a la primera de cambio. El problema, en realidad, es que su pareja protagonista pierde todo el potencial ya en su primera escena.
El planteamiento es que John Kennex (Karl Urban), después de una operación fallida y dos años alejado del cuerpo, desprecia la idea de trabajar con androides. Por esto le buscan un robot especial, un modelo descatalogado por asemejarse demasiado a los humanos. ¿Y qué pasa cuando lo conectan? Que desde el primer instante siente, entiende la ironía y es capaz de pasar por alto ciertas irregularidades por el bien de las misiones. La pregunta, por lo tanto, es qué aporta: nada. Se han visto agentes menos humanos de carne y hueso (Bones, sin ir más lejos) que este androide. En el segundo episodio se exploran mejor los debates internos del híbrido, pero no quita que a primeras se quite interés al mayor aliciente de la ficción. Es tan y tan humano que su rasgo diferencial desaparece de forma instantánea y así queda una serie de policías absolutamente vulgar, no una serie de ciencia ficción a tener en cuenta. Otro proyecto con mucho potencial que Wyman destruye con su torpeza, por lo menos en su arranque. ¿Puede mejorar? Sí, pero tiene muchos más puntos de convertirse en una serie prescindible.
2 comentarios:
Qué pinta más mala. Vamos, que lo mismo podría ser un robot que el vecino del quinto.
No es por hecharle mas leña al fuego, pero esta serie nunca fue santo de mi devoción, lo poco que duró refuerza esta opinión.
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