Las series de cable tienen la cansina costumbre de ser falocéntricas. Viven bajo la idea que no existe mayor conflicto que el protagonizado por un hombre, sobre todo cuando se tratan cuestiones morales. Miremos ‘Breaking Bad’, ‘Boardwalk Empire’, remontémonos a ‘The Wire’, ‘Deadwood’ y ‘Los Soprano’. Hasta ‘House of Cards’ de Netflix se podría meter dentro de este saco porque el peso de Kevin Spacey es mucho más significativo que el de la espléndida Robin Wright. Y ‘Mad Men’, si bien tiene unos cuantos personajes femeninos, habla de un mundo dominado por hombres, la protagonizan un grupo de machistas y todas ellas se definen en comparación con ellos. Por esto de repente llega ‘Masters of Sex’ y sorprende. Para bien, muy bien.
Sigue el esquema Showtime desde el punto de vista que trata la moralidad y el sexo con una libertad que sólo puede permitir el cable de pago. En ningún otro lugar podría verse un estudio del sexo en los años cincuenta con los desnudos incluidos (que podrían ser más, que conste). Y, si bien es cierto que Martin Sheen es el maestro de ceremonias con el personaje de William Masters, el médico que desarrolló el estudio, no se trata de un protagonismo absolutista. Lizzy Caplan tiene tratamiento de co-protagonista como Virginia Johnson, la secretaria convertida en asistente personal y con tanta influencia en los avances del proyecto que bien debería constar como coautora.
Este balance entre las dos personalidades es uno de los puntos fuertes de ‘Masters of Sex’. La diferencia de las demás y permite que no sea la enésima obra alrededor de un hombre defectuoso y su tiranía hacia sus seres queridos. No olvidemos que William Masters, según nos cuentan, es un científico egoísta que a efectos prácticos desprecia a aquellos que le rodean. Pero la presencia de Caplan con su Virginia dota la serie de mucha más humanidad. No es un vehículo frío y distante, conceptualmente interesante pero poco agradecido para el espectador emocional, sino que no disimula a la hora de hacer hincapié en las relaciones humanas.
Esta forma de abordar el relato cobra sentido cuando se lee que Michelle Ashford es la responsable de trasladar el estudio de Masters & Johnson a la televisión. Puede que haya un hombre en el centro pero hay un toque intrínsecamente femenino en su vulnerabilidad y en el trazo de todos los demás personajes. Sólo hace falta mirar, por ejemplo, el cariño con el que está escrita Jane, una de las primeras participantes en el estudio, o el tacto de Margaret Scully, la mujer frustrada interpretada por Allison Janney y que roba todos los episodios en los que aparece. Jane no existe en comparación a nadie ni a la condición masculina en general, de la misma forma que Margaret se ve afectada por la homosexualidad de su marido pero el conflicto es suyo. También destacan la doctora Lillian DePaul, que procura distanciarse tanto como puede del modelo de mujer de la época, y finalmente esa mujer desesperada llamada Libby. Ella sí que es el daño colateral de la cultura machista de la época.
Este toque femenino, además, también se nota en los hombres secundarios. El doctor Haas pierde el norte cuando descubre una mujer capaz de satisfacerlo sexualmente como ninguna otra y desde entonces da tumbos mientras procura entender quién es en comparación con las mujeres. Y el doctor Langham también aporta otra óptica relacionada. Puede que quiera a las mujeres únicamente para acostarse con ellas pero no las trata como objetos. Le fascinan.
Este enfoque demuestra que ‘Masters of Sex’ no puede tener menos que ver con ‘Mad Men’, con la que la habían comparado por su ambientación, y debería servir a las cadenas de cable y las plataformas de contenido para encargar más proyectos a mujeres. No es casualidad que Michelle Ashford sea su guionista, al igual que Jenji Kohan lo es de ‘Orange is the new black’, y el público responde favorablemente cuando se opta por un ángulo emotivo más visible, o llamémoslo femenino. Chapeau.
1 comentario:
Lo que estás alabando es el peor defecto de la serie.
En Mad Men hay machismo y misoginia porque está ambientada en los años 50. En Masters of Sex ni lo intentan. Todas las mujeres de MOS son mujeres liberadas del siglo XXI vestidas a la moda vintage. ¡La madre de Masters ni siquiera se sorprende un poco cuando su hijo le cuenta en qué anda! En este momento la suspensión de incredulidad ya no aguanta más. No estamos viendo una serie histórica, sino una fantasía que ocurre en un mundo paralelo.
Publicar un comentario