jueves, 9 de enero de 2014

Peter Russo y Claire Underwood

Frank Underwood habla a cámara. Frank Underwood habla a cámara. Frank Underwood habla a cámara...

Tuve que repetirme esta idea unas cuantas veces antes de asimilar que ‘House of Cards’ era así, que tenía un protagonista al que le gustaba romper la cuarta pared. Esto no significa que me guste, pues creo que le quita sutileza y que es un recurso que funciona mucho mejor en comedias que en dramas, donde siempre me chirría. Pero llegué a disfrutar de la serie, aunque fuera muchos meses después de su estreno, y ahora estoy listo para enfrentarme a la segunda temporada.

De la primera puedo confirmar, desarrollar y cambiar de opinión en unas cuantas cosas. Por ejemplo, ‘House of Cards’ es una serie encantada de conocerse, lo pareció en su piloto y mantuve esa impresión hasta el final. Forma parte de ese grupo de ficciones que no se propone ser una buena serie, sino que quiere ser una gran serie de cable. Ese género donde siempre entran las series de HBO, muchas de Showtime y algunas de FX y AMC, esas series que procuran marcar todas las casillas de la televisión de calidad. Y, si soy sincero, siempre me parece una lástima. Le quita naturalidad a la propuesta y la dirección de David Fincher, muy racional, no ayudó.

Otra cosa es que a medida que avanzaron los episodios le pillé el gusto. Me quité de la cabeza mis prejuicios, superé aquello que consideré defectos (su encantamiento consigo misma) y la aprecié como obra por sí misma y no por ser la abanderada de Netflix. ‘House of Cards’ está bien, es una serie notable y arranca a medida que avanzan los episodios. La ventaja en parte de seguir el formulario del cable: no tiene prisa porque asume que el espectador entenderá que se cueza a fuego lento.

Gran parte de este cambio de opinión se debe a los secundarios y su sentido moral, que me tienen muy fascinado. Por un lado, Peter Russo representaba muy bien la bondad torcida, una persona que tenía buen fondo y que se dejaba perder por las malas influencias (el alcohol, los chantajes). Se entiende que Corey Stoll aparezca en las candidaturas de los premios y encima demuestra que el público quiere personajes positivos a quien apoyar. Y la mujer de Frank probablemente tiene uno de los perfiles más curiosos que he visto en televisión: mientras que no cabe ninguna duda de que es un ser despreciable, tiene la obsesión de llevar a cabo buenos actos. Una dualidad moral que incluso mantiene cuando está sola, lo cual la convierte en una paradoja andante, y que me tiene fascinado por la elegante y bellísima frialdad de Robin Wright, deliciosa.

La gran incógnita, sin embargo, será comprobar como aguanta este balance ahora que la serie se inclinó hacia la turbiedad moral. ¿Se convertirá Zoey (quien me despierta interés ni que sea por su vertiente periodística) en una heroína que compense la desmedida ambición de Frank Underwood? No hay que descartarlo. Lo que sí tendremos que pedirle seguro será que empiece a lo bestia. Me dejaron profundamente insatisfecho cuando se despidieron dejando lo mejor a medias (prefiero que las temporadas den cierta sensación de cierre), así que espero que arranque con carrerilla.

1 comentario:

herb_b dijo...

A mi me gusto desde el principio, no me molesta que una serie este tan encantada de conocerse cuando realmente tiene calidad que respalde eso, y en este casi creo que la tenia de sobra. Mi personaje preferido, y tambien la interpretacion que mas me gusto, la de Robin Wright, sin duda: se sale totalmente de todos los moldes a los que normalmente se suelen adaptar las esposas de personajes como Frank, y ella esta magnifica.