Cuando salió a la venta el último álbum de Miley Cyrus, recuerdo que Lena Dunham explicó vía twitter que se lo había comprado, que para ella había funcionado toda la controversia. Puede que algunos acusaran a la cantante de provocar por provocar, pero ella disfrutaba su música y tiene sentido que sea así. De la misma forma que hay quienes opinan que Miley es una guarra en busca de atención, los hay que creen que Dunham también lo es. Y ‘Wrecking Ball’ y ‘We Can’t Stop’ son dos temazos inmensos, al igual que ‘Girls’ fue una de las series más interesantes de 2012, de 2013 y, según parece, también lo será de 2014.
En el fondo, no hay nada como un desnudo para alterar la sangre a la gente. Puede que los de Miley sean innecesarios (y punto), puede que esté pensando en tener hijos y quiera que todo el mundo recuerde qué tipo tenía antes de quedarse embarazada. Pero los de Lena Dunham, que se mencionan una y otra vez, tienen lógica. ¿Que podría no haber jugado a ping pong en pelotas? Claro. ¿Pero ese instante podría sucederle a una chica liberada de veintitantos años? Sí. Su sentido de la sexualidad es importante para comprender su obra, de aquí que se muestre tan a menudo y a otros del reparto, como ese polvo de Adam con su novia de la segunda temporada interpretada por Shiri Appleby. Para Lena Dunham el sexo es incómodo, a ratos sórdido (y humillante) y toda esa incomodidad que pudimos sentir como espectadores ante ese denigrante orgasmo tuvo su consecuencia en el estreno de la tercera temporada.
Sólo presenciando ese instante podemos entender esa tremenda reprimenda de la víctima, cuando se encuentra con Hannah y él en una cafetería. Una manera magistral de comenzar temporada, por cierto, con un personaje expresando de forma justificada lo que todos podemos pensar de esos dos como pareja estable. Es algo así como la antítesis de una relación sana (por sus personalidades absolutamente explosivas) y aún así quieren reescribir el cuento del príncipe azul (que es lo que fue Adam cuando llevó a Hannah en brazos).
Por lo demás, ‘Girls’ está donde siempre. Aquellos que la odiasen porque sus personajes son a menudo detestables e insoportables, seguirán en las mismas. Pero otros podrán apreciarla como la obra honesta que es. Jessa es francamente imbécil pero su borde cinismo representa muy bien ese sentir post-adolescente, el creer que se está de vuelta de todo porque coleccionas un par de anécdotas interesantes. De hecho, cuando acusa a una compañera de rehabilitación de no responsabilizarse de sus actos bajo la excusa de que un familiar la había tocado, en realidad podría aplicarse el cuento a ella misma. Por haber tenido unos padres lamentables que no te pusieron en tu sitio, no tienes el derecho de despreciar el resto del mundo, ni eres una mujer divorciada por haber estado casada en una broma orquestada por ti misma. Pero, por más que den ganas de abofetearla, hay algo sincero en su retrato, algo representativo de cualquier post-adolescente que se cree de vuelta de todo y Jemima Kirke, al igual que las demás amigas de Lena, está fantástica en el papel.
La otra que despierta mi curiosidad es Marnie, que parece haber recibido una lección de vida desde que Charlie la dejó, algo incomprensible si tenemos en cuenta que ella le trataba como un plan B que siempre estaba allí. No solamente es interesante ver cómo capea el temporal Lena Dunham, que no tuvo otra opción porque el actor Christopher Abbot y ella no se entendían, también es el personaje más cercano a pesar de su engreimiento. Y el parecido de Allison Williams y Rita Wilson, que interpreta a su madre, es muy creíble. Hace que cualquier escena que compartan sea dinamita, por nimia que sea. ¿La única crítica, entonces? Que el primer episodio estuviese escrito por Lena Dunham y fuese mucho más orgánico que el segundo, escrito por la showrunner Jenni Konner. ¿Casualidad? No creo.
1 comentario:
A mí me encanta la serie Girls, actualmente estoy viendo la tercera temporada y me ha gustado mucho, incluso más que las dos anteriores, se las recomiendo mucho.
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