La flecha, los agentes y los vampiros

Las despedidas de algunas series permiten ponerse al día con algunas que, por la razón que sea, se quedaron por el camino. ‘Arrow’, por ejemplo, no quería abandonarla pero los episodios se fueron acumulando hasta llegar a un punto insostenible, sobre todo si no quería comerme algún detalle relevante de la trama, algo que puede suceder en cualquier momento. Y la puesta al día está siendo satisfactoria y también predecible. ‘Arrow’ es esa serie que siempre está a punto de ser mucho mejor pero que tiene que conformarse con ser correcta.

Sólo hace falta ver esos instantes de Oliver Queen en la isla misteriosa donde se formó como justiciero: tienen su función (y más desde que las consecuencias afectan tan directamente su vida en Sterling City), pero no son tan entretenidas como deberían. No sé si es una cuestión de que deberían reservarse para episodios concretos en lugar de dedicarles minutos cada semana, pero siempre los percibo como relleno. Pero la planificación de la serie me compensa. Admiro que quiera tener tantos personajes, que opte por escribir tantas relaciones y que se tome en serio, a pesar de los momentos pecho-pollo y lo buenos que están todos (sobre todo el gremio de abogados). Sin embargo el click, ese instante donde todo encaja a la perfección, no llega.

Mucho menos seria, en cambio, es la serie con el nombre más irritante de la televisión americana, ‘Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D.’. Pero las adaptaciones audiovisuales de DC Comics y Marvel ya suelen ser así, los primeros van de intensos y los Vengadores son más ligeros, pero este duelo en realidad no puede importarme menos. Lo interesante es ver cada obra por separado, ver qué puede ofrecerme y en el caso de ‘S.H.I.E.L.D.’ hasta he llegado a entretenerme con los agentes especiales. El reparto es lamentable y el sentido del humor no deja de ser infantil, pero tiene cierto encanto de serie B. Es hasta divertido ver como se las ingenian ante un presupuesto mucho menor que el de las películas de ‘Iron Man’, ‘Capitán América’ y ‘Thor’ y me recuerdan el sentido de aventuras de series que veía de pequeño como ‘Xena la princesa guerrera’, ni que sea por lo inofensiva que es la propuesta. Pueden estar desarrollando una trama horizontal transversal con las películas, pero el nivel de complejidad es cero.

Y, finalmente, ‘The Vampire Diaries’ es otra que pasó en un segundo plano de mi vida televisiva. La que antes consideraba una de las joyas más entretenidas de la semana pasó a provocarme una indiferencia absoluta. La llevo todavía con retraso pero esta operación ponerse-al-día no está sirviendo para redescubrir sus virtudes. Sé que las tuvo, que fueron muchas y siempre agradeceré a Kevin Williamson adaptar las insípidas novelas de L.J. Smith y convertirlas en algo tan apasionante. Pero los personajes están agotados y ahora los guionistas son incapaces de darle trascendencia a las tramas, ni que sea con Katherine liándola gorda como siempre.

Supongo que es la obsesión por priorizar la trama y los giros a los propios personajes. Me gustó la idea del arranque de temporada de explorar la vida universitaria, de dejar divertirse un poquito a los personajes antes de meterles de lleno en algún profecía apocalíptica donde todos pondrían sus vidas en peligro. Pero duró demasiado poco, volvieron otra vez al concepto de trama-trama-trama y los personajes están demasiado agotados para que puedan importarme. ¿Cuántas más vueltas de tuerca pueden dar al triángulo de Stefan, Elena y Damon? ¿Por qué no pasamos a otra cosa? ¿Y cómo se han traicionado tanto, que hasta Elena reconoce que le da igual si Damon mata a 100 inocentes o a ninguno? Ay, ‘The Vampire Diaries’, quien te ha visto y quien te ve. Pero cuando llevas cinco temporadas de una serie, ya puestos te la quedas hasta el fin de los días.