Silencios, tensiones ocultas, frases que se dan por entendidas, rencores, conflictos irresolubles, sentimientos frustrados... Cualquier relación social está truncada por estos elementos. Lo llamamos vivir cuando se trata de dejarse llevar. Al menos la mayoría, no los Walker. Ellos son melodramáticos y discuten, se gritan, ríen, se dicen “te quiero” por cualquier cosa y se retiran la palabra a la mañana siguiente. Cinco Hermanos (Brothers & Sisters) es light, sí. Cada problema explota y salpica a los hermanos, tíos, padres o quienquiera que esté en el salón ese día y parece que la familia se vaya a desintegrar para siempre. Pero no: al final del episodio pueden comer juntos en la misma mesa para bromear o volver a discutir ni que sea por culpa de la cubertería. Porque para ellos vivir es actuar, sentir a flor de piel y no dejar nada para la imaginación del otro. De este modo sus mayores defectos (el dramatismo y la ligereza que parecen convertirlo todo en insustancial y en consecuencia en light) se convierten en su mayor virtud: permiten ver unas relaciones familiares ajenas a los convencionalismos invisibles pero latentes.
Aún así, los Walker siguen siendo una familia muy “americana” en el sentido más típico de la palabra: sin saber cómo, tienen tendencia a reflexionar sobre el matrimonio y también consiguen pronunciar, de pasada, el concepto “familia” cada pocos segundos. Otro aspecto a tener en cuenta es la politización de la serie desde la aparición de Rob Lowe. Si esta temática siempre había estado presente, incorporar un Senador al elenco no favoreció la adaptación transatlántica puesto que ni los republicanos son como los populares, ni los demócratas como los socialistas, y menos el perfil de sus votantes, ya que si los demócratas fueran el equivalente a los socialistas, entonces los Alcántara de Cuéntame serían los Walker. Y, sin parar mucha atención a sus respectivos hogares, diría que la diferencia es abismal.
El carácter regional de Cinco Hermanos, no obstante, es más anecdótico que otra cosa. En la nueva serie de Calista Flockhart lo realmente importante son los personajes y en este apartado la serie cumple con creces. Menos en el caso de Tommy (Balthazar Getty), un hermano más funcional y situacional que con auténtica personalidad, los guionistas han tenido buena mano a la hora de crear los caracteres de los protagonistas. Kevin (Matthew Rhys, en la foto de la izquierda) es el ejemplo más obvio: la homosexualidad del personaje no ha marcado rígidamente su trazo y ha conseguido ser más que unidimensional. Desde Will & Grace que no se veía a un gay protagonista sin jugar a serlo. Asimismo, la interpretación de Rhys es magnífica, acorde con un reparto excepcional, cuyo mayor desliz fue la contratación de Rob Lowe (después de verle como Senador McCallister se comprenden las peticiones para que lo echaran de El Ala Oeste de la Casa Blanca).
Sin embargo, Cinco Hermanos sufre a menudo de la poca solidez de algunos hilos argumentales episódicos. Cualquier cosa no sirve para provocar los delirantes momentos familiares. Que una niña de 7 años tenga diabetes no es el fin del mundo: no es una enferma terminal alrededor de la cual todos vayan reafirmando su fe. Tampoco competir contra los vecinos en juegos de mesa sirve para sacar los fantasmas del armario. Situaciones así resultan, más que forzadas, estúpidas. Por otro lado, también ha habido numerosos aciertos como la tardía aparición de Emily Van Camp (a la derecha), cuya transformación en Rebecca ha dejado atrás rápidamente a la pequeña y frágil Amy de Everwood.
Pero si algo no se puede recriminar a los guionistas de Cinco Hermanos es su habilidad para manejar cada elemento del que disponen. ¿Que un episodio gira alrededor de una oligofrénica competición de juegos de mesa? Pues como buenos profesionales que son le sacan jugo. Nunca pierden de vista que su tarea es entretener en cada momento e incluso de la más trivial conversación consiguen extraer algún diálogo antológico como el divertidísimo duelo de titanes entre Sally Field y Calista Flockhart en la season finale. Y, como guinda del pastel, la última escena de la temporada. Porque lo light también puede ser bueno.
Aún así, los Walker siguen siendo una familia muy “americana” en el sentido más típico de la palabra: sin saber cómo, tienen tendencia a reflexionar sobre el matrimonio y también consiguen pronunciar, de pasada, el concepto “familia” cada pocos segundos. Otro aspecto a tener en cuenta es la politización de la serie desde la aparición de Rob Lowe. Si esta temática siempre había estado presente, incorporar un Senador al elenco no favoreció la adaptación transatlántica puesto que ni los republicanos son como los populares, ni los demócratas como los socialistas, y menos el perfil de sus votantes, ya que si los demócratas fueran el equivalente a los socialistas, entonces los Alcántara de Cuéntame serían los Walker. Y, sin parar mucha atención a sus respectivos hogares, diría que la diferencia es abismal.
El carácter regional de Cinco Hermanos, no obstante, es más anecdótico que otra cosa. En la nueva serie de Calista Flockhart lo realmente importante son los personajes y en este apartado la serie cumple con creces. Menos en el caso de Tommy (Balthazar Getty), un hermano más funcional y situacional que con auténtica personalidad, los guionistas han tenido buena mano a la hora de crear los caracteres de los protagonistas. Kevin (Matthew Rhys, en la foto de la izquierda) es el ejemplo más obvio: la homosexualidad del personaje no ha marcado rígidamente su trazo y ha conseguido ser más que unidimensional. Desde Will & Grace que no se veía a un gay protagonista sin jugar a serlo. Asimismo, la interpretación de Rhys es magnífica, acorde con un reparto excepcional, cuyo mayor desliz fue la contratación de Rob Lowe (después de verle como Senador McCallister se comprenden las peticiones para que lo echaran de El Ala Oeste de la Casa Blanca).
Sin embargo, Cinco Hermanos sufre a menudo de la poca solidez de algunos hilos argumentales episódicos. Cualquier cosa no sirve para provocar los delirantes momentos familiares. Que una niña de 7 años tenga diabetes no es el fin del mundo: no es una enferma terminal alrededor de la cual todos vayan reafirmando su fe. Tampoco competir contra los vecinos en juegos de mesa sirve para sacar los fantasmas del armario. Situaciones así resultan, más que forzadas, estúpidas. Por otro lado, también ha habido numerosos aciertos como la tardía aparición de Emily Van Camp (a la derecha), cuya transformación en Rebecca ha dejado atrás rápidamente a la pequeña y frágil Amy de Everwood.
Pero si algo no se puede recriminar a los guionistas de Cinco Hermanos es su habilidad para manejar cada elemento del que disponen. ¿Que un episodio gira alrededor de una oligofrénica competición de juegos de mesa? Pues como buenos profesionales que son le sacan jugo. Nunca pierden de vista que su tarea es entretener en cada momento e incluso de la más trivial conversación consiguen extraer algún diálogo antológico como el divertidísimo duelo de titanes entre Sally Field y Calista Flockhart en la season finale. Y, como guinda del pastel, la última escena de la temporada. Porque lo light también puede ser bueno.
Cinco Hermanos se emite por Cuatro y el canal digital Fox.
No hay comentarios:
Publicar un comentario