Gossip Girl: Un poco de mala leche, por favor

Josh Schwartz debería aprender de sus anteriores pasos porque, de mientras, Gossip Girl está siendo mucho más descafeinada de lo que vendió. Un ejemplo reciente, los pósters promocionales para la vuelta post-huelga de guionistas: por no tener, no tiene ni el sexo que prometen. Y un buen manual para que aprenda sería su O.C., donde consiguió enganchar de verdad con tramas previsibles pero que dejaban con la boca abierta. Aquí con lo único que se arriesga es con los modelitos y las pijadas de los upper-east-siders. Por este motivo me alegra la muy publicitada llegada de Michelle Tratchenberg, en el papel de Georgina, que parece llevar la caja de pandora bajo el brazo.

Y es que, por el momento, ¿Serena (Blake Lively) qué ha hecho? Convirtieron la oveja descarriada en una sosainas que sólo vive de su amor con Dan (Penn Badgley). ¿El épico romance donde se quedó? Y puestos a que todo no es romper y reconciliarse, ¿la épica con el entorno? ¿problemas personales que deban afrontar? En lugar de esto, Schwartz optó por dejarles respirar y que esto no fuera otro culebrón como el ambientado en California. Sin embargo, en Gossip Girl justamente se le echa de menos ese espíritu super-hiper-mega-trascendente que tenían las acciones de O.C. Cada vez que alguien movía un dedo, se sabía de antemano que tiraría abajo todas las fichas del dominó. En cambio, en Manhattan cada acción parece que se la lleve el viento y uno de los motivos por las que sucede es porque ni los personajes resultan la mitad de entrañables. Un poco de profundidad, por favor. Además, la que debía ser la mala malísima, Blair (Leighton Mesteer), prácticamente se ha convertido en una caricatura de lo que aspiraba a ser (por no hablar del patético duelo con Jenny (Taylor Momsen), cuando debería estar sacando las uñas contra Serena).

A ver si Georgina consigue poner un poco las cosas en su sitio, que esta serie está muy necesitada de unas cuantas puñaladas. Queremos ver un poco de sufrimiento, de sentimientos al borde del límite, que tiemble la estabilidad entre Dan y Serena, que Blair resurja de entre sus cenizas, que Chuck (Ed Westwick) haga de las suyas y que todos ellos tengan un poco de personalidad detrás de la fachada que se les dibujó. Si nos lo han vendido como una serie de adolescentes a lo bestia, pues que lo cumplan y que se estén de puñetas. Que den, de una vez por todas, la mala leche que prometieron.