Que los caballeros se levanten al excusarse para ir al lavabo, que el marido les ponga les cuernos y llegue a casa con un reloj de oro blanco, una casa perfecta con unos educados hijos, mantener la compostura sea cual sea la situación. ¿Es esto lo que quieren las mujeres?
Sólo por elidirlas, el título de Mad Men pone a las mujeres en la estacada. Este término, que la propia serie aclara que es el mote con que se bautizaba a los publicitarios de la avenida Madison de Nueva York en los años cincuenta, las ignora en cierto modo y a la vez las realza. Siguiendo la dicha de que detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer, este drama aclamado por la crítica bien podría haberse llamado Mad Women puesto que es un retrato de una década, de unos ejecutivos y, a reacción, de las mujeres que formaron parte de esas vidas.
Para empezar, hablo de reacción porque en esos tiempos la mujer no tenía la potestad de iniciar la acción. Ellas debían estar expectantes y actuar según lo que se esperaba de ellas, adelantándose a las voluntades de sus parejas, si era necesario. Debían ser reflejos de sus maridos y algunas de ellas incluso disfrutaban cumpliendo con la función. Otras, en cambio, se vieron acorraladas por unos tiempos en los que no deberían haber nacido.
En Mad Men tenemos uno de estos casos, el de la mujer del personaje interpretado por Jon Hamm, Betty Draper (January Jones). Ella se equivocó de década. Debiera haber nacido seguramente en la actualidad, y es que pese a su perfecta ejecución de las labores del hogar y conyugales, su cuerpo la traiciona con síntomas que indican una severa depresión. No está lejos, ni tan siquiera temporalmente, de una gran mujer que nos ha brindado el sector audiovisual, Laura Brown, esa ama de casa inconformista interpretada por Julianne Moore en la excelente película Las Horas. Ella anhelaba huir de su vida con una fría y calmada perseverancia. Ella es, por antonomasia, el ejemplo perfecto de la mujer insatisfecha, a ojos de todo el mundo, sin razón aparente.
Gracias al revisionismo histórico, las diferentes formas de arte consiguen reproducir una fricción social que pasó desapercibida por las bonitas formas que la rodeaban. Se trata de esas grandes mujeres que no lograron desarrollar todo su potencial por culpa de sus circunstancias, a las que se intuiría un prolífico porvenir de no ser por la época en la que les tocó transitar. Otras que me vienen a la cabeza son Susan Miller de Swingtown, una esposa que intenta encontrar su camino dentro la revolución sexual y del fervorosa feminismo, o Alma Garret del western Deadwood, que hallaba el consuelo a su asqueroso mundo en el litio que le recetaban.
Sólo por elidirlas, el título de Mad Men pone a las mujeres en la estacada. Este término, que la propia serie aclara que es el mote con que se bautizaba a los publicitarios de la avenida Madison de Nueva York en los años cincuenta, las ignora en cierto modo y a la vez las realza. Siguiendo la dicha de que detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer, este drama aclamado por la crítica bien podría haberse llamado Mad Women puesto que es un retrato de una década, de unos ejecutivos y, a reacción, de las mujeres que formaron parte de esas vidas.
Para empezar, hablo de reacción porque en esos tiempos la mujer no tenía la potestad de iniciar la acción. Ellas debían estar expectantes y actuar según lo que se esperaba de ellas, adelantándose a las voluntades de sus parejas, si era necesario. Debían ser reflejos de sus maridos y algunas de ellas incluso disfrutaban cumpliendo con la función. Otras, en cambio, se vieron acorraladas por unos tiempos en los que no deberían haber nacido.
En Mad Men tenemos uno de estos casos, el de la mujer del personaje interpretado por Jon Hamm, Betty Draper (January Jones). Ella se equivocó de década. Debiera haber nacido seguramente en la actualidad, y es que pese a su perfecta ejecución de las labores del hogar y conyugales, su cuerpo la traiciona con síntomas que indican una severa depresión. No está lejos, ni tan siquiera temporalmente, de una gran mujer que nos ha brindado el sector audiovisual, Laura Brown, esa ama de casa inconformista interpretada por Julianne Moore en la excelente película Las Horas. Ella anhelaba huir de su vida con una fría y calmada perseverancia. Ella es, por antonomasia, el ejemplo perfecto de la mujer insatisfecha, a ojos de todo el mundo, sin razón aparente.
Gracias al revisionismo histórico, las diferentes formas de arte consiguen reproducir una fricción social que pasó desapercibida por las bonitas formas que la rodeaban. Se trata de esas grandes mujeres que no lograron desarrollar todo su potencial por culpa de sus circunstancias, a las que se intuiría un prolífico porvenir de no ser por la época en la que les tocó transitar. Otras que me vienen a la cabeza son Susan Miller de Swingtown, una esposa que intenta encontrar su camino dentro la revolución sexual y del fervorosa feminismo, o Alma Garret del western Deadwood, que hallaba el consuelo a su asqueroso mundo en el litio que le recetaban.
Además, todas ellas tienen algo en común: el síntoma de la mirada vacía. Ellas miran, pero no ven; sueñan con los ojos abiertos. Son, a su manera, mujeres avanzadas a sus tiempos y que señalan la cantidad de mentes brillantes que nos hemos perdido a lo largo de la historia o, por lo menos, de genuínas personalidades. Ellas no son Xenas revolucionarias, no caen en el ilógico cliché de mujeres guerreras que pueden con las adversidades. Ellas son, en la ficción, y fueron, en la realidad, prisioneras desde el día en que nacieron.
10 comentarios:
Casi es más interesante en Mad Men el retrato de esas mujeres que el de ellos, a los que los cambios sociales los atropellan sin que sepan por dónde les han venido.
Estoy muy de acuerdo, y es que 'Mad Men' es deliciosa...
Mad Men es una de mis series pendientes, pero me da una perecilla ponerme con ella... Además, eso de que John Slattery sea uno de los protagonistas no me acababa de convencer; el hombre me cae muuuuy mal. :(
ánade, ¿y eso? Justamente para mí fue un aliciente que estuviera Slattery. Con su papel de marido de Longoria en Mujeres Desesperadas y que fue el político al que le gustaba que le miccionaran encima en Sexo en Nueva York... No sé, a mí al contrario me cayó bien.
Gràcies per comentar-me lo del reportatge de la Virginia. Aprofitaré que la meva àvia compra aquesta revista per fer-li un ull... GRÀCIES NOVAMENT!
Menudo homenaje que te has marcado a todas esa mujeres sufridoras que han vivido en la éoca equivocada.
Muy buen post, a ver si me pongo de una vez con Mad Men, si es que se me acumulan, se me acumulan! xD
Lo de John Slattery no es por nada en especial, sólo que no me cae bien. Precisamente desde Sexo en Nueva York no lo trago... y después me lo encontré en Jack y Bobby y más de lo mismo. En MD parecía que le soportaba mejor, pero tras el final de la 3ª temporada. Me pasa lo mismo con Lucy Liu, que por mucho que lo intente no me acaba de gustar. :(
No he visto la serie, pero esas mujeres a la vez perfectas y con mirada vacía me han remitido sin lugar a dudas a Bree van de Kamp
Un post precioso :O
warren keffer: muchas gracias.
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