Si se debe enviar a ocho astronautas en un viaje espacial de seis años, lo más importante es no equivocarse con la tripulación. Tendrán que enfrentarse a todos los problemas que acarrea la misión, además de soportarse los unos a los otros, que probablemente es más arduo. Y si esta idea es una serie de televisión, la dificultad es la misma: tener la certeza que los actores gozan de suficiente química para cargar ellos solos con una nave entera en medio de la nada. Y es aquí, en lo más elemental, donde Defying Gravity ya falla.
Si hubiera sido una producción enteramente estadounidense, casi seguro que hubieran mandado a vagar por el universo a un buenorro que se pasaría el día haciendo abdominales sin camiseta, un madurito interesante y a un par de chicas que se ducharan con gravedad cero, para la satisfacción de la audiencia. Pero no.
En lugar de buscar al nuevo Patrick Dempsey o reciclar al virtuoso Nicolaj Coster-Waldau eligieron a Ron Livingston, un maromo que ni de segunda división y de ineficacia probada desde que se acostó con Carrie en Sexo en Nueva York. ¿Alguien se acuerda de lo aburrido que era Jack Berger? Pues con un traje espacial no sube ni un punto en carisma, que ya cuesta. Y lo peor es que, con sólo ocho personas en la nave (una de las cuales, por cierto, es calcada a Carla Bruni), ya se lleva a una por delante, Laura Harris, que debe luchar contra su inverosímil poder de atracción, cuando ella tiene mucho más morbo ni que sea por su corte de pelo (que la cambia completamente, sino mirad The Faculty otra vez).
A esta falta de química a bordo, se le suma una fiebre por los flashbacks (cuánto daño ha acabado haciendo Perdidos) que trunca cualquier intento de inmersión en el universo, una sensación vital en cualquier crucero espacial. Y los ambientes claustrofóbicos, la aridez de latón y la soledad se pierden por culpa de unos pasados sin garra ni intensidad que tampoco ayudan a profundizar en la personalidad de los individuos.
Así, no se atreven a asfixiar al espectador con la atmósfera artificial que respiran los protagonistas; tampoco ofrecen buena materia prima para una tensión sexual no resulta (y no, tampoco es el nuevo Anatomía de Grey con el que tanto han acribillado durante la promoción); y el factor paranormal, que debería tender a la intriga y el terror gracias al miedo a lo desconocido (pan comido para este género), se ejecuta con la típica mediocridad del cobarde que no se atreve a mojarse. Algo que, de momento, está caracterizando la mayoría de coproducciones para televisión con ansias internacionales y globales (esta es de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Alemania). Quieren abarcar una audiencia internacional, contentar a todos y al final no acaba interesando a nadie.
Si hubiera sido una producción enteramente estadounidense, casi seguro que hubieran mandado a vagar por el universo a un buenorro que se pasaría el día haciendo abdominales sin camiseta, un madurito interesante y a un par de chicas que se ducharan con gravedad cero, para la satisfacción de la audiencia. Pero no.
En lugar de buscar al nuevo Patrick Dempsey o reciclar al virtuoso Nicolaj Coster-Waldau eligieron a Ron Livingston, un maromo que ni de segunda división y de ineficacia probada desde que se acostó con Carrie en Sexo en Nueva York. ¿Alguien se acuerda de lo aburrido que era Jack Berger? Pues con un traje espacial no sube ni un punto en carisma, que ya cuesta. Y lo peor es que, con sólo ocho personas en la nave (una de las cuales, por cierto, es calcada a Carla Bruni), ya se lleva a una por delante, Laura Harris, que debe luchar contra su inverosímil poder de atracción, cuando ella tiene mucho más morbo ni que sea por su corte de pelo (que la cambia completamente, sino mirad The Faculty otra vez).
A esta falta de química a bordo, se le suma una fiebre por los flashbacks (cuánto daño ha acabado haciendo Perdidos) que trunca cualquier intento de inmersión en el universo, una sensación vital en cualquier crucero espacial. Y los ambientes claustrofóbicos, la aridez de latón y la soledad se pierden por culpa de unos pasados sin garra ni intensidad que tampoco ayudan a profundizar en la personalidad de los individuos.
Así, no se atreven a asfixiar al espectador con la atmósfera artificial que respiran los protagonistas; tampoco ofrecen buena materia prima para una tensión sexual no resulta (y no, tampoco es el nuevo Anatomía de Grey con el que tanto han acribillado durante la promoción); y el factor paranormal, que debería tender a la intriga y el terror gracias al miedo a lo desconocido (pan comido para este género), se ejecuta con la típica mediocridad del cobarde que no se atreve a mojarse. Algo que, de momento, está caracterizando la mayoría de coproducciones para televisión con ansias internacionales y globales (esta es de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Alemania). Quieren abarcar una audiencia internacional, contentar a todos y al final no acaba interesando a nadie.
7 comentarios:
Después del piloto sin continuación de Virtuality (que me gustó, por cierto), esto no tiene ningún aliciente para mí. A Ron Livingston lo vi en "Hermanos de sangre" y estaba bastante bien. Y en "Trabajo basura", ahora que me acuerdo.
Ojala hubieran tirado por el lado paranormal, y ese misterioso BETA, en lugar de por los flashbacks muchas veces innecesarios, y esa voz en off que nos cuenta lo que nos quieren mostrar en cada capítulo, la amistad, la confianza, pero que no nos llega de ninguna forma, una serie que me hubiera gustado, pero de nuevo no se queda ni a medias.
MacGuffin - Y en StandOff no hacía mala pareja con Rosemarie DeWitt.
Oh, Standoff... Llena de caras conocidas, que también estaban Gina Torres y Michael Cudlitz.
Es una serie atipica de viaje galactico. Para mi gusto,la mayoria de los flashbacks estan de mas y se nota el uso "artificial" de los mismos.
El lado misterioso de las cosas que pasan es muy flojo, no veo que vaya a tener un objetivo principal en la serie. Aunque si veo como objetivo las relaciones humanas y las complicaciones que se derivan de la propia convivencia.
Resumiendo y en general, no es una serie tipica de scifi y no se si evolucionara a una serie de mas calado en el publico SciFi. Se me antoja mas a una serie dramatica con rolletes y tintes de culebron con un telon muy de fondo de ciencia ficcion que otra cosa.
No soporto a Ron Livingston, me alegro de que alguien esté de acuerdo conmigo.
Si aparece él en una serie ya me echa para atrás. De hecho, cada vez que veo que están con su serie cambio de cadena.
MacGuffin, yo al final me negué a ver el piloto de Virtuality. He leído sobre él, pero paso de hacerme ilusiones con algo que no va a prosperar. Es masoquismo.
Satrian, tienes razón con esto de que "no nos llega". No funciona nada. Igualmente intuyo que la veré toda, pese a Livingston.
Anónimo, el problema es que los tintes de culebrón tampoco implican al espectador. A veces uno se pregunta cómo se pueden producir cosas así, cuando sobre papel ya se debía intuir que era un truño. Por Dios, es que esos flashbacks no hay quien se los trague.
Hewl, su cara me incomoda. Me uno a la causa de hacer bullying al actor ;)
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