American Triunfo y mis favoritos

American Idol es un fenómeno televisivo porque su mercado potencial es el que es y porque Estados Unidos tiene una capacidad de exportar y de influir como no tiene ningún otro país en el mundo. Que nadie crea que mi fascinación por la tele yanqui ofusca mi visión y que ahora le veo todas las cualidades a un programa sin apreciar lo que hubo por aquí.

En realidad ellos nunca tuvieron lo que para España supuso Operación Triunfo. Esa primera edición, de la que salió Bisbal, Bustamante, Rosa y Chenoa, tuvo una repercusión sin precedentes que proporcionalmente fue incluso mayor y yo me subí al carro de los trece millones de espectadores. De hecho, si Chenoa no ganó que a mí no me culpen, que mi móvil casi echó humo.

Una vez reconocidos mis orígenes (de los cuales no reniego), diría que ya puedo hablar de American Idol, que al fin y al cabo es un programa más en búsqueda de cantantes. Lo único que en realidad lo distingue es su filosofía del american dream que siempre salpica de una forma u otra el espíritu de las producciones norteamericanas.

O sea, si Bustamante hubiera nacido en EEUU, cada día nos recordarían lo afortunado que era este paleta que, gracias a Dios, podía ascender socialmente con su privilegiada voz; y a Rosa una voz en off siempre la habría acompañado resaltando que era gorda pero mejor cantante. Y esto si alguno de ellos no tuviera además algún hijo, hermano, padre o abuelo enfermo, que siempre da unos puntitos más de cara al montaje final.

Pero, eh, que el programa es como una bolsa de golosinas que te vas zampando sin darte ni tan siquiera cuenta. Que los americanos, ya lo sabemos, son los reyes del entretenimiento y han sabido llenar seis semanas con unos cástings con grandes voces y mayores frikis. Lo mejor, sin embargo, ha llegado esta última semana en Hollywood, la última fase de selección, donde por fin hemos sabido quienes serían los chicos y chicas que competirán para ser el próximo ídolo del país.

De momento ya tenemos una ganadora: Ellen DeGeneres, que ha ocupado la silla que dejó vacía Paula Abdul. Sin haber visto a la antecesora, sólo puedo decir que esta mujer es tan grande en su show como en este concurso. Nació para la televisión. Y con respecto a los concursantes, de los doce chicos y chicas me quedo con estos seis:

La competición entre las chicas es realmente feroz: todas ellas tienen mucha personalidad pero Didi Benami creo que tiene ‘the whole package’. Tiene una belleza natural, una voz preciosa y el carisma de la gente corriente.

Casi pareció una broma que Simon Cowell le dijera que su voz no era suficientemente potente, pero Janell Wheeler le demostró en Hollywood que tenía mucha personalidad. Es una monada y su voz, que a ratos parece que se vaya a romper, es única.

Y a Katelyn Epperly la incluyo, no porque sea mejor que Lilly Scott o Katie Stevens, sino porque Ellen DeGeneres fue muy graciosa a la hora de decirle que era una de las seleccionadas. Bueno, y también porque Katelyn tiene el pelo más bonito de la edición.

Entre los chicos el nivel no ha sido tan alto, aunque no será por Alex Lambert. Este chico que sin un instrumento en las manos es tan tímido que ni vocaliza, tiene una voz rasgada que brilla con diferencia por encima de sus competidores (él sale a partir del minuto 1).

A Tim Urban sencillamente le veo potencial y me cae bien. Quizá por el hecho que American Idol ha pasado bastante de él, pues desde aquí mi inútil apoyo.

Y el último no es mi favorito, pero sí el de Kara DioGuardi y también el que mejor lo tiene para estar en el final two decisivo. A ver, tiene buena voz, con una guitarra en las manos se crece y su pelo rubio debería estar asegurado. Que es atractivo, vamos.