Mejor... imposible

Si fuera un tipo excursionista, me vestiría de Coronel Tapioca y me iría a la cima del Montseny para gritarlo a los cuatro vientos. A ratos mi balcón también me tienta a predicar “¡alabada sea Fringe!” por las calles del Eixample de Barcelona. “¡Dadle una oportunidad a la segunda temporada!”. O, lo que es peor, “¡...al segundo tercio de la segunda temporada!”. Y es que me he convertido en uno de esos detestables fans que os piden que sigáis con algo que quizá no os convenció con la ilusión de que lleguen tiempos mejores. Pero es que Fringe es mejor que mejor: es la fuente de la vida catódica. Os lo juro por la vaca de Walter Bishop. O sea, que va en serio.

Los inicios de cada episodio de este X Files meets Alias siempre fueron soberbios. Cada caso sobre sucesos científico-paranormales era presentado con una maestría que ni Perdidos en su primera temporada. La fotografía, los efectos visuales, la música... Esos cinco minutos de ‘envoltorio’ eran perfectos. Pero el regalo que iba a continuación no estaba a la altura.

Le faltaba humanidad a Olivia Dunham, razón-de-ser a Peter Bishop y sobre todo necesitábamos que los casos se retroalimentaran con los protagonistas. Que fuera algo más orgánico y menos formal, y que disfrutáramos con el proceso de resolución. Claro que nunca pensé que, además de arreglar estos fallos, la serie se revolucionaría más que el colisionador de hadrones del CERN.

Fringe ahora mismo está siendo lo que le da la gana de ser. No tengo ni pajolera idea de si esto significa que es un procedimental con delirios de grandeza o un serial que fringe ser procedimental. Si es un serial nos habrá engañado durante mucho tiempo (y le habrá tomado el pelo a la Fox) y si resulta que es una serie de casos tendrá que hacer más piruetas que el Team Kmetko para salir del lío en el que se ha metido. O reconfigurar su propia filosofía procedimental para adaptarla al universo alternativo que abrieron al final de la primera temporada. O quizá todo lo que vimos durante un año y medio era el prólogo antes de empezar una nueva Guerra Fría o la III Guerra Mundial. O vete tú a saber. Esto es más complicado que retomar The West Wing en su 11ª temporada.

Y las comparaciones no cesan y a la vez Fringe las ha hecho callar. Olivia Dunham puede ser muy Bristow, los casos muy Expediente X y su séquito cada vez tiene un perfil más parecido al de los losties, pero ha crecido por encima de todos sus referentes en formas, contenido y espectáculo. Y ha logrado que esté tan irremediablemente enamorado que ya no me importa si Anna Torv va de rubia o de morena. Aunque al principio se pasara de mojigata, la Dunham siempre será un bon tros de dona.