Como sigo The Wire a ritmo DVD, esta es una reflexión acerca de las cuatro primeras temporadas. Así que os encontraréis spoilers, aunque justamente no de la 4ª temporada.
David Simon fue más chulo que nadie cuando creó The Wire. En lugar de buscar un punto intermedio con el espectador, darle algo a lo que agarrarse para adentrarse a los bajos fondos de Baltimore (o sumarse al bando policial, que debería ser más asequible), prefirió dinamitar todos los puentes para que aquellos que no estuvieran dispuestos a seguirlo a pies juntillas se dieran de baja antes de empezar. Eran demasiados personajes, muchos frentes poco interconectados y unos modales de socialización que, a primeras, fueron incomprensibles. ¿Hubiera podido poner las cosas más fáciles? Seguramente sí (y sin rebajar el concepto, ni traicionando la esencia, sencillamente enfocando con claridad algún bando y dejando la complejidad para cuando domináramos un poco la jerga). Pero, como las barriadas de Baltimore, él también tenía sus reglas.
Esas reglas, llegado cierto punto, rindieron sus frutos al ver la meta que había trazado Simon. Había una unidad especial de policías y una familia mafiosa que derrocar (con grandes personajes como DiAngelo o el malogrado Wallace) y después tocó evitar que las drogas llegaran a buen puerto de manos de los desesperados descendientes de polacos. Es la ventaja de maniobrar con temporadas de 12 o 13 episodios, que permiten crear arcos argumentales más o menos compactos sin necesidad de cabriolas y rellenos. Pero esa paciencia personal que tanto obstaculizó la inmersión también provocó que llegara una tercera temporada dispersa y sin norte. Bueno, el norte era volcar las piezas del juego para comenzar otra vez la partida desde otro ángulo, aunque la cohesión demostrada con las anteriores temporadas se perdió.
Los personajes estaban allí pero la cuadrilla se desintegró, se añadió una dimensión política al tinglado, Bubbles se limpió, entró la figura del boxeador y la normativa monarquía de los Barksdale (que por lo menos seguía unos patrones) cayó en favor de la violenta dictadura del inquietante Marlow y su psicópata soldado. La transición fue lenta y hasta cierto punto dolorosa, al ser incapaz de discernir qué quedaría después de tantos cambios. Y con la nueva partida llegaron la nueva generación, la de aquellos que aún estaban a tiempo de decidir en qué bando jugarían. Y The Wire, por más que nunca se hable de ello, se convirtió en un drama de adolescentes (para que luego digan que sólo los productos frívolos entran en esta categoría).
Con ellos, además, The Wire recuperó el brillo de otros tiempos. El de aquellos en que Bodie eligió ser un asesino y Wallace no ser escoria (para pasar a ser un cadáver). Esa inocencia interrumpida nos recordó la gran diatriba interior que en su día protagonizó Di y que centró el punto de partida de la serie: las dobleces del ser humano y la situación social como puerta para decidir (o no). Cómo la bondad y la maldad en algún momento convergían en un mismo cuerpo. Y es que al final resulta que toda gran obra siempre acaba girando alrededor del amor, o de la muerte o de la naturaleza del ser humano. Y por más que Simon siempre se enfurruñe en recordarnos que el mundo, como el ser humano, es cualquier cosa menos justo, me alegró que despidiera este magnífico tomo con una pequeña nota positiva. Sí, esos 80 minutos fueron puro dolor y desesperanza, pero tuvo 20 segundos de compasión como apunte final.
3 comentarios:
La cuarta es uno de mis deberes para este verano :). Tienes razón que la tercera se hace más ardua porque está más dispersa, y más viniendo de una segunda que yo liquidé en dos semanas :).
¿Has visto Treme, Pere?
¡No, aún no! Y ya me siento lo suficientemente mal como para que me lo recuerdes ;) Supongo que me la guardaré para ver acompañado.
Coincido contigo respecto a la tercera temporada. No me pareció tan redonda como las dos anteriores y algunos elementos no se explotaron tanto como prometían.
A la cuarta temporada le tengo muchas ganas por eso de enfocarse en la educación y los chavales, a ver si me pongo de una vez con ella.
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