La televisión es un espejo de la sociedad, pero un espejo cuyo reflejo no llega de forma inmediata. A veces intenta resistirse a ciertos matices, por ser precavida o porque no encajan con el modelo estipulado por Hollywood. La obesidad, por ejemplo, no es precisamente uno de los valores impuestos por la industria. Los gordos, hasta este verano, han sido el secundario, el malo barrigudo o el alivio cómico (o los participantes del reality de adelgazamiento The Biggest Loser). Pero la ficción no podía seguir ignorando a las tallas grandes y todo aquello que conlleva. De aquí que Drop Dead Diva, estrenada el año pasado, y Huge, XXL por excelencia, no solamente decidieran desembarcar en la programación para mostrar una realidad sino que lo hicieron con mensajes bajo el brazo. Lo que tiene ser las primeras en algo.
Roseanne, en cierto modo, ya había tratado una realidad que sucedía en el otro lado del charco: la de la comida basura, las raciones industriales y la cultura de sofá, y la de los quilos que la acompañaban (y no como las Chicas Gilmore, que o eran bulímicas o tenían un metabolismo más acelerado que el de un hámster hiperactivo). Pero ni tan siquiera entonces el baile de cifras alrededor de la obesidad era el de ahora: algunos estudios indican que más de un 60% de la población adulta del país vive con un peso por encima de lo saludable. Y esto cambia las reglas del juego. No solamente debe respetarse y mostrar esa minoría mayoritaria, sino que debe haber una concienciación: la obesidad no es un crimen, pero guste o no tampoco es saludable.
Drop Dead Diva, un placer veraniego como ninguno (y heredera de Una Rubia Muy Legal), prefirió jugar sobre seguro. Utilizó la obesidad como excusa para aprender a amarse a uno mismo y para demostrar que ‘la belleza real’ no depende del peso. Que la gordura como herramienta sensual, ‘a la moda’ y con clase es una opción completamente válida. Claro que este mensaje, típico y manido, no deja de ser un recurso fácil aunque también igual de necesario. Para darnos cuenta de su importancia, por ejemplo, sólo hace falta recordar el vergonzoso debate que hubo alrededor de Gabourey Sidibe cuando se convirtió en un valor en alza: Howard Stern, un icono de la radio del país, se metió con la actriz por ser “tan enorme como un planeta” y tener nulas posibilidades de seguir triunfando en el negocio. ¿Por qué? Por su peso.
El problema es saber contrarrestar el amor propio con los requerimientos saludables que también presenta el actual peso medio de los americanos, la diferencia entre no estar en los huesos y ser guapo, y esto es lo que intenta tratar Huge. Esta serie, protagonizada por una ensanchada Nikki Blonsky (revelación por Hairspray), pretende mostrar la dualidad de esta condición, sin ofender al colectivo pero sin obviar los aspectos médicos (que también existen y Sidibe evidenció en su monólogo en el Saturday Night Live. Sólo de hablar en público casi se ahogaba). Intenta ser una visión reflexiva, realista, cómica y dramática de lo que supone tener sobrepeso y quizá por intentar abarcar un mensaje tan complicado la serie cada semana está más perdida en una cadena que no está preparada para grandes discursos.
De hecho, incluso ni yo mismo sé cómo hablar propiamente de la obesidad, sin sentirme un superficial o un demagogo. Así que mejor me despido sin escribir con palabras lo que quiero decir, porque si lo digo en voz alta sonaré mal y si lo pensáis en silencio quizás me entenderéis. Y creo que con lo escrito ya os podéis hacer una idea.
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