La audiencia es un tanto quejica. Cada vez que un producto televisivo no va por donde ella quiere, empiezan a aparecer comentarios tan maduros como “pues ahora lo dejo” por las zonas de comentarios de páginas especializadas, twitter y foros (y eso lo dice alguien que se queja de forma sistemática en un blog, que tiene guasa). Estas reacciones un tanto infantiles, sin embargo, castigan algún género más que otro y los realities eliminatorios se llevan la palma (no solamente los Ley y Orden y CSI cada vez que pierden algún personaje del reparto). Cada vez que alguien desaparece del mapa, están los que se meten con el programa de forma automática, como si no supieran las reglas del juego.
Big Brother es, como ocurre con casi todos los realities de Estados Unidos, muy distinto de lo que vemos aquí (esa cosa llamada Gran Hermano y que atenta contra la salud mental pública), pero algo tiene en común: cada semana alguien tiene que largarse (y, a menos que lo hayan avisado, no tienden a resucitar como ocurre en el programa de Mercedes). Ya sabes que ocurrirá y, a diferencia de los programas donde vota la audiencia, en Big Brother lo deciden los propios concursantes. Por lo tanto, es lo que debe ocurrir para que el juego pueda avanzar y, en cierto modo, consigue ser como la vida misma, donde no todo puede ir según lo planeado y no siempre el bien triunfa (aunque son muchos los que justamente van con villanos).
En Estados Unidos, no obstante, el reality que aquí cambió la televisión (y que al principio no era tóxico) no caló entre el público. Ese hueco lo consiguió Survivor. En cambio, el público aborreció un juego de convivencia donde lo máximo que tenían que hacer los concursantes era contagiar los bostezos al público. Atentaba contra cualquier lógica narrativa hacer un programa sobre la nada y donde lo único que importaba al fin y al cabo era caer bien al público. Por este motivo decidieron introducir una mecánica nueva en la segunda temporada y asemejarse mucho más al concurso de supervivencia (que allí también funciona distinto): dieron todo el poder a las personas de la casa.
Desde la segunda temporada, cada semana un concursante se gana el poder de nominar a sus compañeros (llamado Head of Household, lo que provoca unas lameduras de culo considerables). Después los nominados pueden competir para librarse de la nominación (lo que puede obligar al HoH a cambiar de posibles expulsados) y finalmente hay una votación entre los miembros de la casa. Después, cuando sólo quedan dos, los últimos expulsados (el jurado que han seguido incomunicados) pueden preguntar a los concursantes y tienen que votar a continuación. Así se declara al campeón (que gana 500.000 dólares). Esto convierte, por supuesto, todo el programa en un verdadero concurso de estrategia. No se trata de ser Mr. Simpatía o de tener dos tetas como carretas. Lo que importa al final del trayecto (y que es muy estimulante) es haber sobrevivido a todos tus compañeros (sea como sea), seguramente haber contribuido a echarlos y encima conseguir que te elijan para canjear el cheque, en una casa donde lo único que importa es el poder, la paranoia y las maquinaciones.
Esto provoca que a veces haya ediciones muy interesantes y que otras sean bastante más aburridas. Algunas son batallas del bien contra el mal (BB11, BB8, BB6) y otras en cambio predominan los grises y alianzas menos claras. Lo que está claro es que nadie controla el resultado final del programa y hasta entiendo que hay temporadas que pierden fuelle cuando desaparecen ciertos personajes que polarizan la casa (BB12). Pero otra cosa es empezar a berrear antes de que ocurra, como leo este año ahora que se apunta que cierta concursante puede acabar en la calle tras algún movimiento inútil. Que yo sepa, BB11 siguió siendo un espectáculo digno de ver incluso en el tramo final, cuando habían desaparecido elementos claros del relato. Por esto, que los houseguests echen a quien toque, que la casa busque un nuevo equilibrio (que nunca se sabe por dónde puede surgir un conflicto o una traición) y después critiquemos. Pero que la gente no se olvide que, sin unas reglas claras, Big Brother no sería lo que es y perdería toda la credibilidad. Que, por chungo que les parezca a algunos, realmente es un juego de estrategia donde existen muchas filosofías (como en Survivor).
No hay comentarios:
Publicar un comentario