Smash, después del piloto

Cuando con un piloto te cae la lagrimilla al ver tanta inteligencia y belleza, tienes que estar preparado para darte un poquito de bruces al seguir con la serie. El primer episodio no sólo es la carta de presentación, también es ese gancho que intenta retenerte para la eternidad y que también debe convencer a la propia cadena de que es un éxito potencial. Muchos se quedan ya en esta fase, intentando abarcar demasiado en muy pocos minutos, pero Smash fue letalmente buena. Prueba de ello es que se nos pone la gallina de piel a bastantes sólo de escuchar el tema final de ese episodio, Let Me Be Your Star.

Lo que era necesario entender, sin embargo, era que tenía muchas pruebas por delante. La creadora, Theresa Rebeck, optó por presentar un arranque de proyecto y mostrarnos las bambalinas de Broadway con mucho cariño, el de una persona que ha trabajado en ellas. También había que asumir que el presupuesto tampoco iba a ser el mismo y que posiblemente no nos encontraríamos con un hit en cada episodio. Pero su mayor reto era seguir con los conflictos de sus personajes dándoles algo de profundidad.

Una cosa es verlos como fichas de algo mayor (la serie musical por excelencia) y otra es seguir con ellos en estado embrionario, y no todo el mundo es capaz de hacer retratos como los The Good Wife, que con un par de escenas y miradas ya te dicen todo lo que necesitas saber (y te dan a entender que aún esconden mucho más). Este era el mayor defecto que ha demostrado tener Smash. Bueno, este y una torpeza narrativa en el montaje que ha afectado algún capítulo (punto que alguien me hizo ver mediante algún tweet, aunque siento no recordar la persona en concreto).

La falta de carisma del asistente personal de Tom, que es un villano de poca monta, es demasiado obvio y le sobran escenas (y le faltan escenas más sutiles), o esa parodia de director difícil interpretada por Jack Davenport son algunos de los ejemplos que evidencian la necesidad de mejora de los guiones de Smash. Sin embargo, también soy de la opinión que el quinto episodio marca un punto de inflexión para algún personaje, sobre todo el de los escritores de la obra, Julia y Tom. Dejar un poquito de lado a los demás (estando presentes) y darles coba en el aspecto personal, les ayuda (y acaba ayudando a la serie), sobre todo cuando Debra Messing y Christian Borle le tienen muy cogido el punto a sus personajes.

Smash debe ser una serie que cuide a los personajes porque, al fin y al cabo, la historia es tan universal que casi podríamos decir que la conocemos de arriba a abajo y el potencial para aprovechar al elenco está allí. Sólo falta algo de sensibilidad a la hora de abordarlos y olvidarse ya de “the big picture” para centrarse en los detalles de todos ellos, ahora que saben qué función tiene cada uno. Por suerte, las dos Marilyns también parecen ir en esa dirección y por eso no he perdido la ilusión. Que no cabe olvidar que, pese a sus defectos, sigue estando hecha con mucho cariño y esto siempre se nota.