Corregir y pasarse de la raya

Las comedias que arrancan con una temporada completa tienen un margen suficiente para ir limando sus defectos según la marcha, como han demostrado Whitney y New Girl este año (aunque esta última jamás me haya convencido), pero aquellas que empiezan como sustitutas del midseason tiene una tarea más complicada. Tienen pocos episodios y descubrir qué les funciona y les falla en tan poco tiempo no siempre permite que se confirme del todo hasta qué punto saben resolver los problemas. Happy Endings, por ejemplo, tuvo unos inicios dubitativos y, cuando entendieron hacia qué dirección querían ir, se terminó la temporada, habiendo dejado bastante claro que era una comedia a tener en cuenta.

En esta dirección iba un texto que escribí hace medio año y que cayó en el olvido en mi carpeta de documentos. Se centraba en cómo la segunda temporada había puesto la directa y había entendido donde estaba su potencial. Destacaba la promoción de Penny como epicentro cómico; cómo un grupo de amigos tan over-the-top y bastante antipáticos conseguían ser entrañables; lo acertado que fue poner en el banquillo la trama alrededor de Zachary Knighton y Elisha Cuthbert, cuya ruptura dio lugar al comienzo de la serie, y cómo funcionó la reconversión de los personajes en straight-man y straight-woman de semejante galería de extremos; y ponía de ejemplos el vestido de Halloween, el extraño don de Penny con el italiano y el paralelismo como pruebas de cuán divertida podía ser la serie.

Sin embargo, después de leer el artículo habiendo visto el resto de la segunda temporada, no creí que pudiera publicarlo tal y como estaba. Abrazaron el absurdo con todas sus consecuencias, magnificaron los histrionismos y apostaron por unas bromas muy límites. Y, mientras seguiré pensando que hicieron los retoques necesarios para elevar la serie, pues entendieron qué les funcionaba mejor, también opino que se pasaron de la ralla. Ni la boda, ni el partido, ni ninguna otra trama episódica funcionó y lo peor es que tuve la impresión que estaban encantados de conocerse y de hacerse reír a ellos mismos, impidiendo sentir algo de la simpatía inicial por el producto.

Por supuesto, tratándose de una comedia, supongo que habrá quienes creerán que mantuvo el listón del principio de temporada, sobre todo porque reúne unos mínimos de gusto y se rige por sus propias reglas. Al fin y al cabo, lo que acaba importando es si divierte o no y si se cree que las bromas son fallidas o funcionan, como ocurre con los espectadores de Community (hay quienes siempre admiran el intento y quienes no compran gran parte de las maniobras). Pero, en resumen, me he bajado del carro de los aduladores de Happy Endings justamente cuando toda la crítica norteamericana parece haberse puesto de acuerdo en aceptar que es buena. ¿Mal timing o mal gusto? Sólo coincido en una cosa con ellos: Eliza Coupe es la gran revelación de la serie y no Casey Wilson.