El esquema del procedimental americano lo tenemos muy a mano. Cada temporada se estrenan unas cuantas series de asesinatos que siguen unos patrones muy reconocibles y con un tratamiento de los personajes bastante similar. Pueden adentrarse en la vida personal de los protagonistas de forma simpática, retratarlos como seres marcados por su día a día como observadores de la miseria social y puede que también haya algún detective con características inusuales que le haga una rara avis dentro del cuerpo policial. Sea como sea, cuando empezamos una serie de policías, rápidamente identificamos las categorías a las que pertenece. A menos, claro está, que no entre dentro de los cánones made in USA.
La misión de Scott and Bailey, que conste, no es revolucionar el género pero es una serie de casos británica que, sin querer contraponerse a nadie, tiene una identidad propia muy distinguida del modelo norteamericano. A primeras, se podría decir que no la diferencia nada que circunstancialmente no sea intrínsecamente británico: las casas son adosadas, huele a mojado y hay un deje decadente en la fotografía y los decorados. Algo que, por más que los americanos lo intenten, no consiguen recrear, como si fuera originalmente europeo (sólo hace falta ver la versión original de Shameless y después la estadounidense, o las dos versiones de The Killing). El tratamiento de los personajes, no obstante, permite que este drama policial tenga una identidad propia más allá de las características formales propias de la industria británica.
Las detectives Rachel Bailey y Janet Scott son dos mujeres con olfato canino que investigan los casos con una sensibilidad parecida. Puede que Scott sea algo más cauta y Bailey más irreflexiva, pero funcionan muy bien como equipo tanto dentro como fuera de la comisaría. Sin embargo, la forma en la que abordan sus vidas personales no tienen nada que ver. Por un lado, la joven e impulsiva Bailey tiene tendencia a descarrilarse a la primera de cambio, fijarse en hombres que no le convienen y pillarse cogorzas descomunales día sí, día no; mientras, Scott intenta racionalizar mejor sus acciones como la madre de familia que es, aunque no siempre logra convencerse para hacer lo correcto.
Estos dos retratos, que podrían ser considerados algo estándares, acaban por adoptar vida propia más allá de los varemos en los que estamos acostumbrados a verlos enmarcados y en la segunda (y otra vez corta) temporada lo hemos podido comprobar. Si bien el primer año descubrimos que Scott and Bailey podía trazarnos un arco serializado mucho más serio de lo que podíamos creer y de tapadillo de otro caso más visible, este se ha enzarzado de lleno en las decisiones voluntarias e involuntarias de las protagonistas. Por un lado, la extraña esfera familiar de Bailey y una relación muy repentina, y Scott intentando lidiar con la tensión sexual con un compañero de oficina, en un tira y afloja cada vez más insostenible. Ambas se esfuerzan para reforzar los cimientos de su vida y ambas descubren como hay variables que escapan a su control.
Y, por más que esta vez sí pudiéramos intuir que la serie intentaría salirse por algún matiz que nos habría pasado desapercibido, ha vuelto a sorprender. No son fuegos de artificio, pero sí es una ficción apreciable por el verosímil retrato de sus protagonistas y los giros que emprende el relato, siempre coherentes y humanos. Destaco al novio de Janet, cuya no-presentación obliga al espectador a desconfiar. Y, como no es habitual encontrarse con dos policías tan bien escritas como Rachel Bailey y Janet Scott, y con unas tramas tan bien llevadas, las recomiendo. Otra vez.
1 comentario:
Imprescindible este link. Groucho Marx y su programa de televisión.
Muy buen blog, Pere
http://www.elcriticodelatele.com/2012/08/Groucho-Marx-presento-un-programa-de-television.html
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